Ángela Rodríguez, Pam, la nueva Elena Francis
Es un escándalo que el objetivo prioritario de una Directora General sea invadir la vida privada de los ciudadanos, con apreciaciones que sonrojan
Una vez más en las jornadas que anteceden al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora (me permito recordar el adjetivo), diferentes cargos del autotitulado Ministerio de Igualdad calan la bayoneta. Mucho ruido de fondo para hacer ver que sirven para algo y que los ciudadanos nos olvidemos de sus pifias. Por cierto, ya sería hora de que aclararan a qué igualdad se refieren. Hasta ahora el equipo de Irene Montero no ha hecho nada por la del valor del voto, por poner un ejemplo, de forma que el mío sigue valiendo bastante menos que el de un habitante de una zona menos urbana que Barcelona.
Y es que la confusión semántica, además de otras debilidades, forma parte del ADN de dicho departamento ministerial. Veamos si no la última perla de la Secretaria de Estado para Igualdad, Ángela Rodrígez, Pam (fuente, La Voz de Galicia): “Es escandaloso que un 75% de las chicas prefieran la penetración a la autoestimulación”. Veamos, hasta donde yo llego, y en el caso concreto de una mujer, penetración y autoestimulación, también conocida como masturbación, no son incompatibles. A mi parecer prueba de ello es que en diferentes culturas, y desde tiempos antiguos, ha existido una amplia variedad de instrumentos alargados, algunas veces de morfología indiscutible, difícilmente utilizables para otros menesteres. Obvio las referencias literarias existentes.
Supongo que la señora Pam, poco habituada al uso del diccionario, como otras de sus colegas, cuando habla de “penetración” se refiere a “coito”, genéricamente “cópula”. Pero bueno, como se dice en catalán, cuando se quiere minimizar una falta de rigor: “No ve d’un Pam”. Perdón por el uso irregular de la mayúscula. En último extremo, y dejando de lado la terminología, considero que es un escándalo que el objetivo prioritario de una Directora General sea invadir la vida privada de los ciudadanos, con apreciaciones que sonrojan. No por el tema, que ya no sonroja a nadie, sino por lo que normalmente se llama vergüenza ajena.
Quien hubiera detrás del pseudónimo Elena Francis, no se embolsaba el equivalente a 120.000 € anuales
¿Por qué la comparación con Elena Francis? Porque en el fondo subyace el mismo paternalismo hacia la mujer en su conjunto, aunque con diferente sustrato ideológico. Si en otro tiempo se predicaba la sumisión ante el hombre, ahora se hace antes las “enteradillas” del citado Ministerio; solo ellas saben lo que les conviene a los seres humanos españoles con cromosomas sexuales XX (para mí, como biólogo, los únicos que pueden atribuirse y reclamar el muy digno apelativo de “mujer”).
La diferencia evidente es que hubiera quien hubiera detrás del pseudónimo Elena Francis, no se embolsaba el equivalente a 120.000 € anuales a costa del contribuyente, por repetir sandeces equivalentes a la que me ocupa; que me distraen de dedicar mi tiempo a tareas más gratificantes, por cierto. Qué se le va a hacer; como buen catalán me inquieta que echen mano de mi bolsillo con destino incierto.
El desenfreno sectario de Irene Montero & Asociadas comienza a clamar al cielo y quizá ya sería hora de que el presidente del Gobierno decidiera a preocuparse de las reacciones que, paulatinamente, puede generar el referido desenfreno. A no ser que considere que no importa el precio a pagar para mantener sin riesgos el poder. Reacciones que pueden beneficiar a corrientes ideológicas con las que no solo no me identifico, sino que me desazonan.
En cualquier caso, veo inevitable que en el momento en que se produzca un cambio de administración, gran parte de la labor legislativa, por decir algo, del presente Ministerio de Igualdad, sea anulada, con la consiguiente pérdida de tiempo y recursos. Y me temo que, lo haga quién lo haga, será percibido como una vuelta a la cordura. Aviso para navegantes.