Andalucía, tres opciones

Se avecinan tres opciones para la gobernabilidad de Andalucía y ninguna de ellas parece fácilmente asumible para los principales partidos

Difícil salida para la formación de un gobierno en Andalucía. En principio, las opciones son tres. A, un gobierno PP-C’s con apoyo exterior de Vox. B, la investidura de un candidato apoyado por el PSOE y C’s que sume más votos a favor que en contra en la segunda vuelta. C, la repetición de elecciones.

La opción A, la preferida por José María Aznar, el padrino de los tres líderes de la derecha española, le conviene a Pedro Sánchez, pero no lo puede admitir. Es más, está obligado a hacer lo posible para evitar que los votos de Vox resulten decisivos para la formación de mayorías en el Parlamento andaluz. Por lo menos de cara a la galería.

Un gobierno de PP y C’s con apoyo de Vox va en contra de la práctica del cordón sanitario a la extrema derecha

La opción A presenta un problema en Europa y otro en España. Que las decisiones sobre la gobernabilidad y la estabilidad de un gobierno dependan en último término de Vox, va a la contra de la teoría y práctica del cordón sanitario que aísle a la extrema derecha.

Con pocas excepciones –Austria, Noruega, el caso aparte de Italia—, es la doctrina aplicada en toda la Unión Europea por los partidos de centro y los conservadores de corte tradicional. Ni que decir tiene que más aún para la izquierda.

El PSOE no puede apearse de la doctrina del cordón sanitario sin sufrir un descalabro

Aunque no fuera así, entre apoyar al máximo rival, el PP, e intentar hacerse con la presidencia de la comunidad más poblada de España, Ciudadanos prefiera la segunda.

Si el PSOE no estuviera divido entre la sede de Ferraz, controlada por Pedro Sánchez, y la Federación Andaluza, fiel a Susana Díaz mientras no se demuestre lo contrario, la opción B sería la más probable. El PSOE no puede apearse de la doctrina del cordón sanitario sin sufrir un descalabro. No puede, pero le conviene, como veremos enseguida.

Combinemos. PSOE y C’s suman 54. Dejando aparte por el momento los líos internos del PSOE, falta uno para que la opción B pueda imponerse en segunda vuelta. Por matemática parlamentaria, sin la abstención de por lo menos un diputado de AA no hay opción B.

Un trágala para Podemos. Obsérvese que la primera reacción de Pablo Iglesias ha consistido en alejarse de Pedro Sánchez. ¿Cómo va entonces a entronizar a C’s?

Buena parte de los medios de comunicación con sede en Madrid, no los barceloneses, abonan que España se convierta en otra excepción. ¿Le conviene a Rivera? Para nada. Una cosa es cacarear en campaña y otra muy distinta renunciar a unos votos de centro y centroderecha que son el sostén del partido naranja.

Pedro Sánchez pretende aprovechar las elecciones para cargarse a Susana Díaz

Aunque Podemos facilitara la única coalición posible que responde al cordón sanitario, la investidura de un candidato apoyado por PSOE y C’s, probablemente de C’s, no contaría con mayoría en el Parlamento. Gobierno paralizado, inestabilidad.

Si encima contamos con la más que probable actitud resistencial de Susana Díaz, que al fin y al cabo ha ganado, concluiremos que la opción B no es tan fácil de implementar como de defender en gestos y en declaraciones.

Susana Díaz ejerce su derecho al voto en Sevilla, en las elecciones andaluzas del 2 de diciembre. Foto: EFE/JM

la abstención política

En Andalucía la clave no ha sido que la derecha haya votado más, sino el volumen de abstención de la izquierda

Oportunidad pues para Pedro Sánchez, cuyos objetivos son dos. Cargarse de una vez por todas a su única rival en las filas socialistas, Susana Díaz, y alargar al máximo la legislatura para intentar restablecerse del descalabro.

En Andalucía, la derecha, dividida en tres formaciones, no ha obtenido más votos que en los anteriores comicios. La clave del resultado es la abstención de una parte significativa de los votantes de izquierdas. Los castigados son el PSOE y Podemos. La abstención es recuperable.

Las tesis de Pedro Sánchez

Por eso conviene a Sánchez defender la opción B de manera que al final no se convierta en realidad. Así se carga a Susana Díaz, o por lo menos la debilita mucho, y tiende un puente de plata a su enemigo electoral, C’s, hacia la opción A. La estrategia de fondo consiste en acusar a Rivera de connivencia con la extrema derecha y quedarse con el monopolio del centro.

C’s no está en condiciones de escoger entre A y B. Si el PSOE, con la colaboración de Podemos les da la presidencia, la aceptará. Pero si no se da la feliz coyuntura, como puede sospecharse, Rivera sí podrá escoger entre B y C. C es, como hemos visto al principio, la repetición de las elecciones.

Si fuera un estadista, Sánchez apoyaría la opción B a fondo y al precio que fuera, con tal de evitar la formación de dos bloques opuestos y a la greña en España. Uno de derecha y extrema derecha, apadrinado por Aznar, y otro formado por el PSOE, Podemos, el PNV e independentistas.

Pero como es un funambulista, lo más probable es que intente pasar la maroma hasta la próxima primavera, para lo cual le conviene la opción A pero tampoco le va mal la C.

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