Ana P. Botín, la nueva dama de hierro española
Durante años hemos asistido a las especulaciones sobre cuál sería la sucesión más idónea en el Banco Santander de la familia Botín. Su presidente durante años y responsable de su crecimiento ha sido Emilio Botín, recientemente fallecido. En apenas unas horas, su hija Ana Patricia Botín asumía el timón de la entidad.
En los círculos financieros más informados hubo debate sobre si el perfil de la nueva presidenta del primer banco español era el más adecuado. También sobre cuáles iban a ser los retos que debía afrontar, que a decir de los especialistas del sector no son pocos ni son menores.
El Santander tiene algunos cadáveres en el armario, como le pasa al conjunto de la banca, y la familia que lo lidera tampoco es ajena a ese estado de cosas.
En cualquier caso, Ana P. ha sido rápida y diligente. El mensaje que ha enviado a los mercados (sobre todo a los accionistas) es de firmeza máxima. Se sienta en la silla de control de la entidad y lo hará acompañada de su equipo, no de los ejecutivos heredados de la etapa anterior pilotada por su padre y hombre público del grupo durante décadas.
El cambio de consejero delegado es el más llamativo de todos ellos, sobre todo porque había sido confirmado en el cargo hace apenas unas semanas y ya lo han descabalgado. La presidenta del banco no parece dispuesta a que nadie piense que le temblará la mano como gestora. Es una imagen que la favorece y la fortalece como líder de un grupo financiero del calibre del suyo.
Parece que pese a todos los errores cometidos en anteriores etapas de gestión, a sus idas y venidas internacionales, a las dudas de su padre sobre la filosofía de la sucesión, Ana P. marcará el futuro de la entidad como una nueva dama de hierro de la economía española. Veremos, que eso todavía está pendiente de conocer, si con la implicación y la fortaleza de su antecesor.