Algunos apuntes tras el ataque a Charlie Hebdo

El mundo entero ha quedado conmocionado esta semana por los atentados terroristas perpetrados en la capital francesa contra la sede del semanario satírico Charlie Hebdo y el supermercado judío del barrio de Montrouge. Algunas reflexiones aleatorias, aún bajo el impacto de la tragedia:

• La heroicidad. Conmocionado, a pocas horas de los asesinatos, el presidente francés compareció ante la opinión pública y calificó de héroes a los trabajadores del semanario. Palabra altisonante, quizás en este caso sí está plenamente justificada. Han sido héroes porque sabían que estaban firmemente amenazados y a pesar de ello siguieron al pie del cañón, defendiendo su oficio y jugándose la vida (y patrimonio) en defensa consciente o inconsciente de la libertad de expresión. Les debemos mucho. Como seguramente se lo debemos a otros profesionales, de más o menos relieve, que desafían las amenazas para seguir haciendo lo que creen que deben hacer. Para mí también héroes. No me parece exagerada ni puramente emocional esta descripción.

• Tenemos un grave problema y será mayor o menor en función de las respuestas que le demos. Como un puñetazo potente y seco los crímenes cometidos esta semana en París han puesto sobre el mesa la vigencia y urgencia del problema del terrorismo yihadista. Sin que nada exculpe ni un ápice la barbarie cometida por los asesinos, parece obvio que encuentran un generoso caldo de cultivo en las bolsas de pobreza y marginalidad que tenemos en Europa, así como en la profunda diferencia de renta que separa nuestro continente de sus vecinos y en la errática política exterior de los países conocidos como «mundo occidental». Bien está, muy bien, la manifestación de este domingo en la capital francesa, pero no es suficiente. Europa debe avanzar, y no a paso de tortuga, hacia una agenda exterior y de seguridad única, a la que debe dedicar bastante más recursos y en la que debe hacer prevalecer los valores que nos definen y cuyo origen está en la Ilustración.

• Es obvio que los terroristas no representan al Islam, ni al mundo árabe, ni a nadie, pero también lo es que interpretaciones mayoritarias de esa religión entran en contradicción o conflicto con las libertades y el contenido de la democracia en los que creemos. La religión pertenece al ámbito de lo privado y nunca puede ser una excusa para limitar los derechos civiles en que se basa nuestra convivencia democrática. No puede haber tolerancia con ninguna idea que se oponga a ello, como ninguna sociedad libre debe permitir espacios de impunidad en los que no rijan esos principios. La ley, expresión de nuestras libertades y nuestro consenso social, siempre por encima de cualquier otra consideración.

Ojo a la autocensura que se deriva de esa tolerancia «políticamente correcta». Cuando Charlie Hebdo, en solidaridad con la publicación danesa Jyllands-Posten, publicó las famosas caricaturas de Mahoma, muchos les llamaron provocadores. Otras veces, otros medios, han sido acusados con otros calificativos cada vez que han destapado informaciones que cuestionaban las estructuras del poder. En los momentos de crisis y debilidad, muchos ceden. Es el principio de la autocensura. Con cada paso que ésta da, las sociedades no se hacen más estables sino menos libres.

• Cataluña es diferente. Las portadas de los principales medios han estado monopolizadas en sus primeros espacios por las noticas de actualidad o contexto acerca de lo que estaba sucediendo en París, lógicamente. Tras ellas, la primera del resto ha sido habitualmente para el llamamiento agónico de Mas a ERC para cerrar una lista única. No quiero coger el rábano por las hojas, ni ser frívolo forzando conclusiones peregrinas, pero mi primer sentimiento era de desánimo, como si nunca como en estos momentos, Cataluña tuviera una dinámica particularista, centrífuga respecto las preocupaciones más universales que invadían a la mayoría de la población en esos momentos. Mas acusando a Junqueras de mentalidad regionalista me traía también a la memoria un refrán castellano de mis primeros años: «Dijo la sartén al cazo: ¡apártate que me tiznas!». Una expresión más actual sería la de los que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo.

• Finalmente, no se olviden este miércoles 14 de hacerse, como sea, con un ejemplar de Charlie Hebdo. Un pequeño paso para cada uno de nosotros, pero importante en la defensa irrenunciable de la libertad de expresión, de la libertad.