Alerta general, CDC ha vuelto

Si Turull o Junqueras y su delegado en la Generalitat pretenden ocupar la plaza que Pujol dejó vacante, lo primero que deben hacer es encontrar o fichar a un nuevo Roca Junyent

Que el fiasco político de Puigdemont sea evidente no significa que todo el mundo lo perciba. El que desde Waterloo pretendía dominar los hilos de la política catalana, o sea el main stream del independentismo, se ha visto obligado a abandonar la presidencia de su partido.

Más INRI, el que con tal fin se cargó las nuevas siglas de la vieja CDC, el PDECat, ha visto, como en una cinta de Moebius, que el final del bucle coincidía con el inicio. Tomen nota los que todavía embisten contra los molinos-fantasma del independentismo: JxCat no es más que la nueva CDC. Un poco menos sí, pero no más.

En vez de un partido autonomista de orden, ERC, ahora contamos con dos, y encima con una CUP que se ha quedado sin voz porque no sabe cómo ejercer su voto. De hecho, cuando dirigentes como el ahora vicepresident Jordi Puigneró o el ex candidato a liderar el partido, Damià Calvet, cayeron en la cuenta del abismo que mediaba entre el no surrender de Puigdemont y la realidad, la suerte autonomista de JxCat estaba cantada.

La diferencia entre el antes y el después del congreso que ha entronizado al ex cancerbero de CDC, Jordi Turull como número uno de Junts se encuentra en el fracaso del equilibrio intentado por Jordi Sánchez. Los contrarios no se pueden conciliar. O dentro o fuera del redil. Artur Mas se debe de estar mesando las barbas por no haberse infeudado (pasajeramente) a Puigdemont como tantos de sus antiguos compañeros. Ahora mandaría en Junts y tal vez podría aspirar a ser el nuevo alcalde de Barcelona.

Entendámonos. No es que Turull no sea independentista, es que lo es de toda la vida… lo cual no le impidió ni le impide ahora aparcar en el lado derecho de su corazón las aspiraciones maximalistas en beneficio del día a día de la política, del mantenimiento de la cuota de poder y a ser posible su incremento, que de eso van los partidos.

A algunos tal vez les sorprenda lo poco que ha tardado CDC en resucitar. La metamorfosis ha culminado en cuatro años, los tres de la presidencia de Quim Torra y uno más para preparar la eclosión. Señal que no conocen a los convergentes. Viejos o nuevos, más que los roqueros, nunca mueren.

El lema de Junts es: ‘de lo perdido saca lo que puedas’. Saca lo que puedas pero en cuidado de no sacar pecho. Juegos de Invierno, Aeropuerto, infraestructuras, corredor mediterráneo, lo que sea a fin de mejorar un poco la situación en tan difíciles circunstancias.

El problema, el único problema de la nueva CDC, es que la plaza de la antigua está ocupada. Mientras ellos se empeñaban primero en quitarse de encima la gran lacra de la corrupción, con Turull de quitamanchas mayor, y luego se dividían a causa de una profesión de fe puritana, y por lo tanto hipócrita, ERC tomaba la delantera del pragmatismo.

Así pues, finalmente, hay unidad estratégica entre los dos partidos independentistas (indepes de palabra o si lo prefieren de boquilla, o de corazón, que para el caso es lo mismo). Unidad acompañada o empañada por la competencia entre ERC y JxCat por ocupar un idéntico espacio político, con el mismo objetivo de ostentar el poder autonómico y negociar lo que se pueda en Madrid. Un espacio que la nueva Junts está en condiciones de disputar, tanto por la experiencia como porque no cae ni caerá como ERC en trampas tan evidentes como la del Aeropuerto, cuya ampliación se perdió por el tembleque de la pierna izquierda de los republicanos.

¿Entonces, qué pinta Laura Borràs en el partido? Cierto es que el pacto con Turull que le adjudicaba la presidencia del partido y la mitad de la directiva tenía la apariencia de un duunvirato. Allá quien se deje engañar por una tan burda fachada. Dejando aparte sus problemas con la justicia, Borràs pinta mucho pero no manda nada. Lo único que intenta es preservar su imagen. De momento lo consigue, pero el partido sigue impertérrito en la dirección emprendida. No habrá quien lo desvíe.

El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en una imagen de archivo. Foto: EFE/JL

No muy a la larga, y en caso de no ser inhabilitada, Borrás deberá optar entre ponerse en evidencia día sí día también como guinda del pastel neoautonomista que a nadie engaña o bien, si la candidatura de independentistas rebeldes prospera y todavía no se ha suicidado al frente de la nueva CDC, provocar una escisión y apuntarse al caballo insumiso y por ello perdedor.

Peor lo tiene, peor que Gabriel Rufián, que ya es decir, Miriam Nogueras, la portavoz de Junts en Madrid. Lo que ambos partidos necesitan, tal vez donde se juegue su hegemonía en el campo de siempre, es en la capacidad de negociación en Madrid. No para resolver un conflicto que se solventó con la derrota sin paliativos del otoño del 2017 sino en el durísimo día a día.

En otras y más meridianas palabras. Si Turull o quien el partido entronice como candidato y Junqueras o su delegado en la Generalitat pretenden ocupar la plaza que Pujol dejó vacante, lo primero que deben hacer es encontrar o fichar a un nuevo Roca Junyent.

Si aspirar tan alto es misión imposible, pues lo que más se le parezca, un especialista en entresijos y componendas, alguien que no se ocupe de soflamas u ocurrencias, alguien a quien los subsecretarios de todos los ministerios no se diviertan tomándole el pelo.

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