Alejandro Fernández y la lacra del puenteo
Si los partidos de ámbito nacional colocaran en sus negociaciones con los partidos nacionalistas a los representantes regionales, en pie de igualdad, otro gallo les cantaría en Euskadi y Cataluña
El asunto es viejo, muy viejo. Los partidos de ámbito nacional, singularmente el PP y el PSOE, pero más el PP que el PSOE (por la estructura interna del primero, completamente piramidal y sin ese sesgo federal del segundo, que no sé hasta dónde llegará en estos casos, pero que no ha sido nunca tan evidente como en el primero), están acostumbrados a negociar políticamente con los nacionalistas de tú a tú. Es decir, los partidos nacionalistas encuentran sus interlocutores del PP no en sus franquicias regionales sino directamente en su dirección de Madrid.
Por ejemplo, ahora ha pasado con Alejandro Fernández, que se ha escandalizado (con razón) de los propósitos de la dirección del PP de “hablar” también con Junts de cara a la investidura. Pues bien, más allá de los ascos que esta posibilidad ha levantado en el bueno de Alejandro Fernández, y que le han llevado a recordar que Junts considera a España como una dictadura dirigida por un rey fascista, estoy completamente convencido de que más incluso, como digo, de que esa posibilidad se lleve a cabo –las conversaciones o el sondeo de su partido con el del prófugo de Waterloo- lo que verdaderamente estomaga a Alejandro Fernández es la inveterada costumbre de su partido de hablar directamente con los líderes de Junts, excluyéndole a él, el líder del PP catalán, no solo de las conversaciones sino ni siquiera de informarle mínimamente de las intenciones de hacerlo.
Esa institución del “puenteo” es la clave de bóveda de la relación entre los nacionalismos y los partidos nacionales en España y es la que explica el predominio de los primeros sobre las sucursales de los segundos en sus respectivos territorios. Estoy por aventurar que, si los partidos de ámbito nacional colocaran en sus conversaciones o negociaciones con los partidos nacionalistas a los representantes regionales de sus partidos, en pie de igualdad, junto a sus emisarios de Madrid, otro gallo les cantaría tanto en Euskadi como en Cataluña.
Es que después de cuarenta y tantos años de democracia vividos en un Estado autonómico como es España, todavía los partidos de ámbito nacional no se han dado cuenta del chollo que tienen con ellos los partidos nacionalistas a la hora de entablar relaciones entre ambas instancias. Obviamente los partidos nacionalistas están encantados de la vida con la situación, porque ellos se ven a sí mismos como los verdaderos representantes de sus territorios, y tratan a los partidos de ámbito nacional de igual a igual.
Es decir, Puigdemont encuentra que su igual jerárquico es Sánchez o Feijóo, no obviamente Salvador Illa o Alejandro Fernández. Lo mismo pasa en Euskadi, que Ortuzar solo habla de igual a igual con Sánchez o Feijóo pero no con Eneko Andueza o Carlos Iturgáiz. La consecuencia de esto es obvia: los partidos nacionalistas se sienten legitimados, autorizados, elevados a una condición cuasi nacional, mientras que los representantes de los partidos nacionales en Cataluña y Euskadi quedan convertidos en secundarios, filiales, subordinados, auxiliares.
Esto es algo que solo entendemos quienes vivimos en Euskadi y Cataluña, pero por eso mismo los partidos nacionales tendrían que hacer la prueba alguna vez. Cada vez que se reúnan, aunque sea a hablar, no digamos ya a negociar, con los partidos nacionalistas, tendrían que colocar en la misma mesa a sus representantes regionales. Verían cómo les cambiaba la cara a los nacionalistas: los tendrían pillados.
Sería como decirles, oigan ustedes, ustedes son los representantes de los partidos nacionalistas en este territorio, muy bien, pero en este territorio nosotros tenemos también a nuestros propios representantes, tan legítimos como ustedes, y al mismo nivel político que ustedes y nosotros somos quienes dirigen esos partidos a nivel nacional español pero lo que sabemos de estos territorios nos viene dado por lo que nos dicen nuestros propios representantes en ellos, que conocen estos territorios tan bien o mejor que ustedes, y de ese modo ustedes no son ni la única ni la principal fuente de conocimiento que tenemos nosotros desde Madrid de estos territorios, que obviamente no son de ustedes en exclusiva, como pretenden.
Con esta solución, estoy completamente convencido, como digo, que Alejandro Fernández se sentiría plenamente satisfecho y estaría dispuesto a hablar con Junts o con quien hiciera falta, convencido y tranquilo de que su partido le tiene como referencia indiscutible en Cataluña, tanto para conocer lo que allí pasa como para orientar a la dirección central de la mejor política a seguir.
Puigdemont encuentra que su igual jerárquico es Sánchez o Feijóo, no obviamente Salvador Illa o Alejandro Fernández
¿Por qué esto no sucede así? Pues, sobre todo, pienso, en lo que respecta al PP, por cuestión de poder. Nadie en la dirección del partido piensa que tiene que consultar con los líderes regionales porque no quieren tener ninguna interferencia, porque se piensan que su autoridad quedaría discutida, por una cuestión de escalafón. Y, si no, ahí tienen la prueba: en la dirección del PP actual está ahora Borja Sémper, que sabe perfectamente de lo que estoy hablando, pero en un caso como este se callará como una tumba, por no molestar a sus compañeros de dirección en Madrid.
Él sabe muy bien que cuando la líder del PP vasco era Arantza Quiroga, él, como su mano derecha, asistió en primera fila al puenteo colosal que le hizo la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría cuando visitó una vez el País Vasco, para reunirse en secreto con el presidente del PNV Andoni Ortuzar. Arantza Quiroga quedó muy tocada de aquel episodio, al que se sumaron otros parecidos hasta acabar con su dimisión. Pero el asunto, como digo, viene de más lejos.
Un destacado militante del PP vasco me recordaba hace poco un caso ocurrido nada menos que en 1997 con el ministro Federico Trillo, en la primera legislatura de José María Aznar, cuando visitó las Juntas Generales y pasó de largo por delante de sus propios compañeros del grupo popular vizcaíno, poco menos que ignorándoles, para irse a reunir con los junteros del PNV en exclusiva.
Lo dicho: el cabreo de Alejandro Fernández, más que por el hecho en sí de negociar el PP con Junts, estoy seguro de que es por las formas de hacerlo. Sin contar con él, que sabe mucho más y mucho mejor que los dirigentes del PP de Madrid (González Pons o Bendodo o quiénes queramos coger), cómo hay que tratar a Puigdemont y sus secuaces. Si se pusieran de acuerdo los de Madrid con los del PP catalán, sobre cómo abordar todo este tema, las cosas irían, sin duda, mucho mejor para Feijóo. Y lo mismo por lo que toca al País Vasco.