Albert Rivera o la aventura que todos quisieron abortar
Los periodistas Ellakuría y Albert de Paco describen la azarosa historia del líder de Ciudadanos en Alternativa naranja
Otoño de 2005. Los intelectuales que impulsan Ciudadanos muestran una gran agitación. Reciben una llamada de Josep Piqué, en ese momento presidente del PP de Cataluña. Asegura que le gustaría mantener una entrevista con ellos «y charlar, en tono cordial y distendido» de un manifiesto que han elaborado.
Dos delegaciones del PP y Ciudadanos se citan en La Balsa, un legendario restaurante de la zona alta de Barcelona. ¿Quiénes eran? Por parte de Ciudadanos, acuden Francesc de Carreras, Félix Ovejero, Félix Pérez Romeva, Iván Tubau y Teresa Giménez Barbat. Piqué viene acompañado -paradojas de la vida– de Carina Mejías, ahora concejal de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona.
En la cena, Piqué es incisivo, y trata de persuadir a los intelectuales «de que desistan de la idea de fundar un partido político, pues, según el cálculo de los populares, lo único que lograrían es dividir el voto y restarle algún escaño al Partido Popular, lo que, en última instancia, beneficiaría al nacionalismo».
No se metan en política
Pero Francesc de Carreras señala que no, que «también han previsto abrir una brecha importante en el PSC». Más tarde, antes de que finalice el año, Piqué insiste e intenta abortar la tentativa ciudadanista «con el argumento de que ninguno de sus impulsores sabrá desenvolverse en política». Y les dice: «Ustedes escriban, compongan, dicten lecciones, pero no se metan en política si no quieren salir trasquilados». Y añade: «La política es sucia».
Arcadi Espada recordaría esas palabras, y las utilizaría más tarde para volver a la expresión conocida de Franco: «Haga como yo, no se meta en política».
Lo explican los periodistas Iñaki Ellakuría y José M. Albert de Paco en Alternativa naranja, Ciudadanos a la conquista de España (Debate), un libro en el que trazan toda la aventura de esos intelectuales, el inicio y el desarrollo de Ciudadanos que acabó liderando Albert Rivera, y que ahora trae de cabeza al PP y al PSOE, a los que pisa los talones en las encuestas.
Hasta los 710.000 votos
La narración está llena de anécdotas, y no esconde los problemas internos entre los principales protagonistas de Ciudadanos, entre los propios intelectuales –Espada se acabó distanciando, De Carreras ha seguido siempre al lado– y entre los que acabaron siendo políticos, como Rivera, José Domingo y Antonio Robles, los tres únicos diputados que obtuvieron en las elecciones catalanas de 2006.
Aquellos fueron los primeros comicios en los que se presentó Rivera. Tras aquella reunión con Piqué, los impulsores de Ciudadanos comprobaron que podían acertar en la estrategia, porque la iniciativa creaba inquietud. Piqué lo vio claro. Al PSC le costó más, porque entendía que la política de ruptura de Ciudadanos con el catalanismo de siempre –la normalización lingüística como bandera– estaba condenada al fracaso.
Hubo quien le prestó más atención, como Joan Ferran, o el siempre atento Josep Maria Sala. Pero esos tres diputados no suponían una amenaza.
El caso es que de los 89.840 votos y los tres diputados de 2006, se pasó a los también tres escaños y 106.142 votos en 2010; los 9 diputados y 274.925 sufragios en 2012 y los 710.000 votos y 25 escaños en las recientes elecciones del pasado 27 de septiembre.
Izquierda o derecha
Sin embargo, Ciudadanos no se quedó en Cataluña. Y el liderazgo de Rivera, alumno de De Carreras, ha llevado ahora al partido a tener serias opciones de, como mínimo, ser el socio de gobierno del próximo presidente del Ejecutivo español, de cara a las elecciones del 20 de diciembre.
Ellakuría y Albert de Paco no se dejan nada. Pero como en las mejores películas es mejor no explicar los detalles.
Si es ilustrativo recoger alguno de los debates internos para explicar cómo Ciudadanos es capaz de navegar en la nueva política, entre la izquierda y la derecha, lo que causa estupor en el PP y en el PSOE, y también en Podemos.
Es, de nuevo, Espada, el que traza una «suerte de ideario», antes de las elecciones catalanas de 2006. «¿Estamos a favor de la investigación con células madre? Supongo que sí. Pues bien, conforme a este punto, seríamos de izquierdas. ¿Estamos a favor de la despenalización del aborto? ¿Sí? Pues también ese rasgo indicaría que somos de izquierda. Ahora bien, el hecho de ser contrarios a las cuotas femeninas, nos inclinaría a la derecha. Como también nos inclinaría a la derecha la defensa de la meritocracia. Con ello quiero decir que izquierda y derecha son dos categorías vencidas por la realidad, y cualquier partido que se reclame novedoso tiene que superarlas».
¿Les suena todo eso en tiempos de la nueva política? En Alternativa naranja hay muchas pistas sobre un partido que puede ser determinante el 20D.