Al final resultará que Lenin fue el Pablo Iglesias ruso
Pernando Barrena, el dirigente de Sortu actualmente con más cabeza, respondía con esta afirmación al delirante artículo que Pablo Iglesias ha publicado en El País, con un título extremadamente vergonzoso: «El Pablo Iglesias británico», refiriéndose al nuevo líder laborista Jeremy Corbyn. De vergüenza ajena, efectivamente, aunque después él dijera, para excusar el bochorno provocado por su gran ego, que los «duendes» del periodismo hicieron de las suyas.
Pablo Iglesias va demostrando día a día lo que es: un surfista que se deja llevar por la ola de cada momento. Ayer era Tsipras y Syriza, que hoy ya no sirve de ejemplo porque finalmente se ha decidido por alinearse con la UE y adoptar las medidas que Andreu Mas-Colelladoptó en Cataluña, sin tanto sainete mediático. Tsipras ya forma parte del «lado salvaje de la vida», por recurrir a Lou Reed, y por eso Iglesiasy el malhumorado Joan Herrera lo dejan de lado. Les importa un carajo quien gane las elecciones en Grecia, que se celebrarán el 20-S, siete días antes que las plebiscitarias catalanas.
La nueva estrella de la izquierda europea es un señor de 66 años, diputado laborista desde hace 33, aunque esté alineado con el ala izquierda y radical del partido que estuvo dirigida en su tiempo por Tony Benn, una aristócrata filo-trotskista, quien lo fue todo en el laborismo británico sin perder ese gusto por el poder que tienen los izquierdistas.
Pablo Iglesias es como casi todos los potenciales dictadorzuelos:primero abusan de la palabra y cuando llegan al poder abusan de su autoridad. Esa es la diferencia entre Iglesias y el nuevo líder laborista británico, que por muy radical que se presente ahora, acabará como acabó Benn y él mismo: acomodándose a la realidad. La egolatría de Iglesias es el síntoma de lo que puede venirnos encima, si este señor llega a tener algún día alguna responsabilidad. Su nueva manera de hacer política es bastante vieja.
Fíjense en los argumentos que utiliza Iglesias en las ocasiones que se deja caer en Cataluña. Los comentarios que rayaban la xenofobia contra los catalanes de origen, aunque él lo plantease al revés, apuntando a una pretendida discriminación de los catalanes con orígenes en Andalucía o en Extremadura. Es una estrategia tan calculada, tan premedidata, que la tertuliana alineada con Podemos, Gemma Galdón, escribió un artículo bastante abyecto insistiendo en ello.
La fundadora y administradora d’Eticas Consulting, que debe ser una empresa rentable a la vista del patrimonio de Galdón, insistía en su artículo en ese falaz argumento de que los orígenes y los apellidos marcan el futuro profesional de las personas en Cataluña. Miren sus apellidos o los del director y el propietario de este diario, y comprobaran hasta qué punto es estúpida la tesis de la Cataluña convertida en una especie de Londres donde el multiculturalismo, defendido a capa y espada por gente como Corbyn, margina y deja de lado a comunidades enteras (étnicas o religiosas). Ella misma, como digo, es la contraprueba de sus tesis, pues se apellida Galdón Clavell. Blanco y negro en el mismo pack.
Pablo Iglesias volvió a la carga ayer sobre los catalanes auténticos y los que no lo son en un mitin celebrado en el barrio del Carmel. Claro que el rap que acompañó su entrada en el escenario es el mejor resumen de cómo piensa este señor: «Yo uso el enemigo a mí nadie me controla… Calma pueblo que aquí estoy yo». Iglesias es el populista postmoderno aullando como si fuera un lobo. Se dice que Leninllevaba perilla para imitarle.