‘Això és una dona’

Quiero hacer una ingenua pregunta a los seguidores del Barça, y que cada uno responda con la mano en el corazón: ¿qué pensarían si mañana supieran que la señora Ana Botella, cuando José María Aznar era el presidente del Gobierno, era la socia de la empresa de jardinería adjudicataria del mantenimiento de la hierba del Santiago Bernabeu

Estoy seguro que pondrían el grito en el cielo por este mamoneo. 

No entro a discutir las apariencias de un asunto feo: si era la mejor oferta o si el concurso de adjudicación fue transparente. Dejo el detalle y me quedo con lo principal: no basta que la mujer del César sea honesta, sino que también tiene que parecerlo. Es una cita clásica. 

Pues bien, esta historia inventada sobre el espejo de Ana Botella fue lo que le pasó a Marta Ferrusola, socia de Hidroplant SL, la empresa de jardinería del FC Barcelona.

¿Que tenía derecho a hacerlo? Me dirán sus defensores. Sí, lo tenía. Repito, no entro en los detalles del contrato, me quedo con lo principal. Pero quien defienda esa especie de endogamia simbólica (Barça-Generalitat), que me responda si pensaría lo mismo si se tratase de la alcaldesa de Madrid

Que a Marta el dinero le pierde lo pudo comprobar Camil Escánez, el anterior director del Hospital General de Granollers, cuando un sábado al mediodía apareció en el centro, aprovechando que volvía de un mitin celebrado en Vallromanes (aquesta dona sempre va per feina), ofreciendo los servicios de su empresa Hidroplant para dar un toque de vegetación al vestíbulo y ornamentar las cuatro plantas del hospital recién inaugurado.

La mujer tenía información de primera mano de todas las obras que la Generalitat estrenaba en Catalunya, en las que pudiese pescar para la cartera de sus clientes. Tenía un sónar hasta en el fondo del mar de la costa catalana.

En 2004, tras la llegada de Maragall, la Generalitat liquidó los contratos de mantenimiento que tenían cuatro departamentos: Presidencia, Economía, Gobernación y Medio Ambiente. Los cuatro los captó Marta Ferrusola, que, además de socia, actuaba como agente comercial de esta empresa de jardinería y ornamentos naturales de decoración. ¿Podía hacerlo? Naturalmente que podía. Pero vuelvo a la comparación anterior: ¿qué se diría si Ana Botella hubiera hecho de agente comercial en los Nuevos Ministerios del paseo de la Castellana?

Pues lo mismo que con lo del césped del Santiago Bernabeu.

La diferencia es que en el oasis nacionalista no se produjo ningún escándalo porque aixó es una dona. Y ella habitaba en un estado superior: el de los intocables. La omertà era algo propio de la Casa Nostra.