Ahora que nada (o casi nada) es sólido en España
Hemos agotado los adjetivos para definir la situación económica, política, social e institucional que vivimos.
Quienes tenemos el reto de narrarla somos incapaces de hallar en el diccionario fórmulas originales y precisas para dibujar lo que acontece.
Y, por supuesto, aún es más difícil explicar qué ha sucedido, cómo hemos llegado aquí y cuánto hemos tardado en enterarnos.
En ese marasmo he encontrado una pequeña joya que deseo compartir. Se trata del libro de Antonio Muñoz Molina editado este año por Seix Barral bajo el título Todo lo que era sólido.
El escritor y ex director del Instituto Cervantes ha relatado con una exquisitez narrativa inusual en la prensa los vaivenes de los últimos 30 años de la historia española.
Sobrevolando sobre los tópicos más comunes de estas tres décadas de democracia, ha sido capaz de diseccionar las virtudes y mayúsculos errores de una sociedad que ha vivido en lo que acaba tildando de etapa de “delirio”.
Se la compro. Me parece la palabra más adecuada para describir lo vivido y para darle una nomenclatura al presente.
Si un académico, excelente escritor y agudo analista ha decidido que ese es el término, se me hace imposible discutirlo.
Sobre todo, porque Muñoz Molina ha construido un relato que es igual de inmisericorde con la derecha que con la izquierda, con los nacionalistas de uno y otro lado, con la falta de sentido cívico general, con la desmemoria…
Les recomiendo su lectura, es un libro frugal, fácil de digerir y necesario para cualquiera que, con independencia de su ideología, sus apriorismos, y sus elementos identitarios básicos, tenga ganas de obtener una visión alejada del maniqueísmo imperante, del sectarismo tribal y del cortoplacismo político y cainita que tanto daño ha infringido en los últimos años.
Es más, para quienes vivimos en Catalunya en estos momentos, su lectura es aún más imprescindible.
¿Por qué? Sencillo: si existe algún lugar donde todo ha dejado de ser sólido, en todos los sentidos e interpretaciones posibles, es el que habitamos. Si pueden y les apetece, disfrútenlo. Como dijo su autor: “Leer es el único acto soberano que nos queda…”
Hay otras, pero no tienen el mismo glamour. El conde de Godó dejó de prestarle su apellido, supongo que por razones de esponsorización, pero se le sigue conociendo como tal entre los iniciados.
Por allí han circulado en los últimos días las mayores chequeras de la ciudad, los que quieren emularlos, los que buscan allí trabajo o relaciones y los que han hecho de dar la mano y dar palmadas en el hombro una especie de oficio o acto de fe, que nunca se sabe.
Uno de ellos, antiguo inmobiliario de éxito y bien popular entre los lectores de esta publicación, seguía intentando saber cómo Economía Digital pudo conocer la reunión secreta en Moncloa entre Rajoy, Fainé y Godó.
Tiene una inquietud inquietante.
Lleva a sospechar que comerciar con la identificación de fuentes se ha convertido en un nuevo negocio para algunos personajes decadentes de la ciudad.
Otorgada la concesión a Acciona, el banco brasileño Pactual, Ferran Rodés y Manel Torreblanca a finales de 2012, todavía no han pagado los impuestos.
A un gobierno al que no se le olvida jamás recordar cuánto le debe España, no estaría mal que le recordáramos cuánto le debe alguna gran empresa.
Sopesamos poner un contador en esta publicación que mida los días transcurridos desde que Acciona debía haber satisfecho a la hacienda catalana los impuestos de la transmisión.
La duda es si debe medir los días de atraso de Acciona o los días que lleva perdonados la Generalitat.