¡Agricultores europeos, sean competitivos!
Es imprescindible que los agricultores se olviden del 'modus vivendi' de la subvención y apuesten por una apertura comercial sin trabas ni proteccionismo
Los agricultores se movilizan. Reivindicaciones: «defensa del sector», «precios justos» y no a la «subida del SMI«. Pura retórica. Así habla un líder sindical: “Se acabó el tiempo de las palabras y exigimos soluciones”. Más retórica. La solución no se exige, se pone en práctica. Y es el agricultor quien la debe implementar. ¿Qué solución? Un aumento de la competitividad que permita tomar posiciones en el ámbito internacional.
Efectivamente, malos tiempos para el campo: la renta agraria cae, los precios en origen se desploman, el costo de producción supera al precio de venta, la desocupación aumenta. A ello, hay que sumar los oligopolios que sacan tajada de la agricultura y el agricultor.
¿Qué alternativas? ¿Resolver los problemas estructurales? ¿Más cooperativas y redes de distribución para competir con las grandes distribuidoras? ¿Modernización tecnológica? ¿Suavizar las imposiciones ecológicas? ¿Otra manera de fijar precios? ¿Un “precio justo” intervencionista? ¿Rebajar el SMI? ¿Diálogo social? Todo ello –por sí mismo–, de poco servirá.
Una agricultura dopada
Se pueden tomar medidas, pero tienen su límite. El futuro de la agricultura europea depende de la superación de ese corsé llamado Política Agraria Común (PAC) que condiciona cualquier iniciativa por la vía de una subvención que paraliza toda decisión individual de calado.
¿Por qué la agricultura subsiste todavía en la Unión Europea? Porque Bruselas destina el 36,1% del presupuesto anual a su protección –lean subvención– a través de la PAC. En total, 58.400 millones de euros en 2019. De los cuales, la agricultura española recibió 4.881 millones de euros.
Europa, en su afán protector, hace más cosas: “estabiliza los mercados” (artículo 39 del Tratado de Funcionamiento de la UE) tomando medidas relativas a la “fijación de precios” (artículo 43, 3 del Tratado), eleva los aranceles de los alimentos que vienen del exterior, y subvenciona la exportación de alimentos europeos al Tercer Mundo.
Así subsiste –dopada– la agricultura en la UE. ¿Hasta cuándo? ¿Por qué proteger un sector económico –igual ocurre con la automoción– y no otros?
Pese a ello, las cuentas no salen si tenemos en cuenta que el campo europeo se empobrece –no así los oligopolios agroalimentarios que se aprovechan de la situación– y el PIB agrícola de la UE es bajo: en 2018, era del 1,5% (en España, 2,8%).
Una competencia desleal
A quien tampoco le salen las cuentas es al Tercer Mundo. El proteccionismo europeo –que los europeos pagan con su dinero– está en la raíz del desempleo, el subdesarrollo y la miseria de millones de productores del Tercer Mundo que no pueden exportar por culpa de las subvenciones y los aranceles europeos.
La UE que se queja del proteccionismo estadounidense y chino incurre en las mismas prácticas. Competencia desleal, sin duda. ¿La PAC y la competencia desleal al servicio de la agricultura europea? Lo contrario es cierto.
La PAC –un privilegio que atenta contra la libertad de mercado– ahoga la competitividad de una agricultura europea sin capacidad de reacción para hacer frente a la competencia de unos países del Tercer Mundo que, poco a poco, consiguen vender sus productos en el Viejo Continente gracias a los acuerdos de libre comercio de la UE con, por ejemplo, Marruecos, Canadá o Mercasur.
Mamá Europa asfixia
De tanto ayudar, Mamá Europa acaba asfixiando. Tan es así, que la propia UE –que se da cuenta del problema de fondo– reduce año tras año las subvenciones de la PAC e invita a sus agricultores –mediante subvenciones, of curse– a que se adapten a la economía de la globalización. Aire –competitividad–, es lo que necesita la agricultura europea.
Nuestros agricultores tienen todo el derecho a salir a la carretera o la calle –¡olvídense de cualquier tipo de violencia!– para protestar y reivindicar lo que crean conveniente. Pero, resulta imprescindible que se olviden del modus vivendi de la subvención y apuesten por una apertura comercial sin trabas ni proteccionismo. El agricultor ha de convertirse en un agente competitivo en el mercado internacional. Competitividad o languidez.
Malos tiempos para la agricultura y peores que vendrán si los agricultores europeos no se incorporan a la globalización con todas la de la ley del mercado.