Aeropuerto, casi todos a favor
La mayoría de las formaciones políticas en Cataluña están a favor de la ampliación del aeropuerto de El Prat, siendo solo los de Colau y la CUP los que, en principio, estarían radicalmente en contra
Tras el no inicial de Ada Colau y las cautelas de Pere Aragonès, el proyecto de ampliación del aeropuerto de Barcelona ha entrado en fase de activo debate ciudadano. Ya era hora, por lo menos, que alguien en esta ciudad tan desmovilizada se sacudiera la sombra del procés (en realidad postprocés) y se tomara un asunto de interés público en serio.
Ante todo un pronóstico: a no ser porque la preceptiva autorización europea sobre la compensación medioambiental ponga pegas insuperables, el proyecto saldrá adelante, con ligeras y poco significativas modificaciones. No va resultar fácil, pero entre quienes tienen cartas en el asunto se impondrá la abrumadora mayoría que está a favor.
No hay que retroceder demasiado para recordar los tiempos en los que, era unánime y manifiesta la queja de que AENA, regida con criterios centralistas, privilegiaba Madrid en detrimento de Barcelona.
En vez de descentralizar, el estado optó por privatizar el 49% de las acciones, de manera que los criterios económicos, de racionalidad y rentabilidad de los grupos inversores, son los que guían en primer lugar la gestión y los planes de la compañía. Para ellos, invertir en la conectividad de Barcelona y en una ciudad aeroportuaria que presete servicios a los pasajeros es rentable. Confían en el potencial de Barcelona para ampliar la capacidad del aeropuerto en 20 millones más de pasajeros.
Más aún porque de lo que se trata es de incrementar el número de vuelos de larga distancia, conectar mejor Barcelona con el mundo, ir avanzando en el ambicioso sueño maragalliano de convertir la ciudad en un hub alternativo al de Barajas y en competencia con él.
¿Dónde están pues los inconvenientes? En primer plano, está el escollo de la laguna de la Ricarda, en lo que queda del Delta del Llobregat. Y en segundo, el factor de contaminación que tal vez, tal vez, lleve en un futuro a las autoridades de la Unión a restringir los vuelos de radio corto, sustituidos por más trenes de alta velocidad.
Sobre lo segundo, ya se verá. Tiempo al tiempo. Mientras no cambien los parámetros del desarrollo o se descubra el modo de que el crecimiento pase a ser sostenible, las reglas del juego de la competitividad global son las que son. Lo que por ahora está en nuestras manos es usar estas cartas, las únicas disponibles, o retirarnos de la mesa y sufrir las consecuencias en términos de provincialización y disminución del PIB y el bienestar general.
El tema de la Ricarda es más peliagudo. No porque las fuerzas locales que se oponen a la ampliación dispongan de capacidad de bloqueo o estén realmente dispuestos a usarla, sino porque Europa se ha puesto más seria en la preservación de los espacios naturales. En cualquier caso, es de suponer que AENA y el propietario del 49% de la compañía, el estado, confían en pasar el examen aunque, como es habitual, no cumplan luego con sus compromisos.
Puestos en modo práctico, o sea no machaconamente discursivo-propagandístico, lo que queda pendiente es el consenso político. El ovillo está más enredada en la superficie que en su centro. Los dos partidos coaligados en la Generalitat están a favor. Los socialistas, con uno de ellos al frente de AENA, todavía más. La derecha aplaude en silencio pero también está a favor.
¿Qué ocurre entonces aquí? Que Colau quiere protagonismo, que ERC se lo concedió al votar a favor del veto inicial y que los socialistas de Collboni, atrapados entre la alcaldía y la leal oposición de Esquerra, facilitaron las cosas absteniéndose por cobardía e interés partidista contra su propia posición a fin de orillar una más bien imaginaria crisis de gobierno municipal.
Esto por un lado. Por el otro anda la CUP que, en abierta competencia con los Comuns por el electorado más ecologista, dispone por ahora de la clave para consolidar o cuestionar la mayoría que votó a favor de Aragonés.
Solo Comuns y CUP están en contra
Lo primero tiene fácil arreglo, puesto que tanto socialistas como republicanos (y ni que decir tiene el PDECat) están a favor de la ampliación. De modo que la alcaldesa Colau deberá solicitar a AENA que le proporcione una excusa en forma de concesión para cambiar de posición y no quedar en minoría además de en ridículo.
El encaje más delicado lo tiene Aragonès, ya que su famosa mesa no tiene otro objetivo que minimizar los costes políticos del sí al proyecto. Por ahora, la CUP se ha puesto medio de perfil, pero en cuanto Colau deje de liderar la oposición a esta oportunidad, las tentaciones de tomar el relevo y acampar por ejemplo en la Ricarda van a ser grandes. Veremos si solamente se tratará de protestas simbólicas o si van a mayores.
En conclusión, que lo que está en juego a nivel de las instituciones no es el sí a la ampliación sino la posible inestabilidad de las mayorías que las gobiernan. No es cuestión de echar las campanas al vuelo, pero sí de dejar constancia de que existe una mayoría aplastante favorable a la ampliación.