Manuel Valls vs Pablo Casado
Pablo Casado está a tiempo de decidirse por la abstención para cortocircuitar el protagonismo de ERC, al igual que hizo Manuel Valls en Barcelona
La situación que se está viviendo estos días, en la que la investidura del presidente del Gobierno nacional depende de los votos de un partido del nacionalismo periférico, ERC, no es en absoluto nueva.
En otros momentos, cuando uno u otro de los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, no alcanzaban la mayoría absoluta, era la CDC la que tenía la llave. Eso le permitía a Jordi Pujol llevar a cabo una jugosa política de “peix al cove”, ya que los partidos nacionales aludidos no ponían demasiados remilgos en ceder a todas las demandas convergentes con tal de conservar el poder.
En definitiva, se priorizaba los intereses de partido sobre los de Estado, puesto que estaba bien claro que el nacionalismo catalán rechazaba de plano cualquier responsabilidad gubernamental, a diferencia de lo que había hecho la Lliga, o incluso ERC, en la década de 1930.
Ahora bien, con todo ello, la diferencia entre esa situación, ya histórica, y la presente es abismal. No es baladí el hecho que se esté negociando la abstención con un partido cuyo máximo responsable está en prisión cumpliendo una condena por sedición.
Y en los últimos años la situación que se ha vivido en Cataluña nada tiene que ver con la de dos o tres décadas atrás, y menos aún con la de la Restauración o la II República, ya que, hoy por hoy, el catalanismo existente ha optado por la senda independentista, obviando en diversas ocasiones la Constitución y el Estatuto.
Tanto el PP como los residuos de Ciudadanos andan escandalizados por la dependencia, y supuestas correlativas cesiones, que pueden resultar de la abstención de los diputados de ERC. Ahora bien, ¿han hecho ellos algún planteamiento que, en función de la responsabilidad política que les han otorgado los ciudadanos, permitiera construir una alternativa?
Lo de Valls en Barcelona es un caso paradigmático de sentido de la responsabilidad política
Para los barceloneses la actual situación nos suena algo a un “déjà vu” de lo vivido en nuestro ayuntamiento después de las últimas elecciones municipales. La campaña electoral se hizo bajo la sombra de la posibilidad de un tripartito de izquierdas, posibilidad a la que no parecía hacerle ascos el PSC. Pero los resultados, y la apuesta de ERC por una alianza independentista, desbarataron totalmente aquella opción.
Barcelona se veía abocada a tener un alcalde secesionista, Ernest Maragall, ya que los votos a favor del PSC no bastaban para que Ada Colau renovara su cargo. Y debe decirse que los socialistas daban un ejemplo de generosidad al estar dispuestos a votarla, después de que meses antes hubieran sido sacados a patadas de la mayoría gobernante por la alcaldesa, a causa de su equidistancia siempre sesgada.
Sabemos cómo acabó el asunto: los tres votos del grupo de Manuel Valls dieron la vuelta a la situación, con gran escándalo de sus antiguos aliados de Ciudadanos, que no hubo manera que entendieran de qué iba la película; una contumaz miopía política, en ese y otros asuntos, que han pagado bien cara.
Quizá aquí podría hablar de nuevo de “generosidad”, pero prefiero referirme a la opción de Valls como un caso paradigmático de sentido de la responsabilidad política.
Supo interpretar lo que era evidente, que éramos muchos los barceloneses que aún considerando la gestión de Colau y los suyos como nefasta, sabíamos que la solución Maragall hubiera sido peor, ya que habría sacrificado la ciudad en aras del proceso independentista.
¿Va a ser completo el “déjà vu”? Para ello bastaría simplemente que Pablo Casado, y quienquiera que sea responsable de Cs, en el supuesto de que exista, se decidieran por la abstención para cortocircuitar el protagonismo de ERC. Ahí está la alternativa real a la situación actual; no en los lamentos jeremíacos.
Lo que les falta al PP y Cs son líderes con sentido de estado
Se me dirá que no se trata tanto del PSOE, sino de Unidas Podemos, pero ¿puede tirar la primera piedra un partido que, a diferencia de sus homólogos europeos, ha pactado repetidamente con una formación de extrema derecha, xenófoba, y que incluso se podría calificar ya de ginéfoba? Que no se busquen excusas.
Lo que les falta al PP y Cs son líderes con sentido de estado, del que tampoco anda sobrado Pedro Sánchez. Ese sentido de estado del que, a nivel local, hizo gala Valls. Saber encajar situaciones en las que hay que tragarse el sapo, por un objetivo considerado superior, es una de las cosas que, en política, diferencia los estadistas de los aficionados.