Las ocho naciones del señor Iceta

Miquel Iceta equipara “nación” y “nacionalidad”, pero considerar que el Estado puede ser plurinacional es una aberración conceptual

Hace no muchos días se dio a conocer la noticia de que una de las ponencias del próximo congreso del PSC planteaba la plurinacionalidad del estado (sic). Inmediatamente surgió la pregunta de cuántas y cuáles eran las correspondientes naciones. El secretario general de los socialistas catalanes ha respondido taxativamente a ambas preguntas. Dado que hay ocho comunidades autónomas que en su estatuto de autonomía se declaran “nacionalidad” y que para Miquel Iceta “nación” y “nacionalidad” son sinónimos, ese supuesto estado plurinacional constaría de ocho naciones.

Ocurre que la realidad es más compleja que esa regla de tres. Veamos. De entrada no nos dice qué ocurriría con las comunidades autónomas que seguirían siendo “regiones”. En segundo lugar olvida que según el artículo 2 de la Constitución, existe una Nación española, indisoluble, integrada por nacionalidades y regiones, con lo cual concluyo que la citada sinonimia no refleja en absoluto el espíritu de nuestra Carta Magna.

En pocas palabras, el argumento de Iceta que, supongo, busca justificar la demanda de un estado plurinacional, carece de sentido. En última instancia lo dicho nos lleva a plantearnos la siguiente pregunta: ¿puede un estado ser plurinacional?

A mi modo de ver, en absoluto. El estado es, según la definición más extendida en los diccionarios de la lengua castellana, el conjunto de los órganos de gobierno de un país. En su acepción jurídica, sería una comunidad social con una organización política común y un territorio propio. Y, por supuesto, esto no tiene nada que ver con que el territorio sobre el que los órganos gubernamentales ejerzan sus facultades, esté habitado por una población homogénea o no, ya sea desde el punto de vista cultural u otro. Por lo tanto, hemos de llegar a la conclusión que considerar que el Estado puede ser plurinacional es una aberración conceptual. Para reforzar mi argumentación, recurriré al método comparado.

Hasta donde yo sé tan solo existen en Europa dos países cuyas constituciones reconozcan su plurinacionalidad, Bosnia-Herzegovina y la Federación Rusa. Me centraré en el segundo. Según la traducción castellana de su constitución, que es la que manejo, se define en su preámbulo como “pueblo plurinacional” para afirmar a continuación la “integridad nacional” y, ya en el artículo tercero, que la soberanía reside en el ya aludido pueblo plurinacional. En ningún momento se habla de que el estado sea multinacional.

El artículo primero afirma que “la Federación Rusa es un estado democrático federal”, para después aludir a su carácter republicano. Puede verse claramente pues que el estado se define por su FORMA, democrática, federal y republicana, y en absoluto por la multiplicidad étnica o nacional de sus habitantes. Y esa manera de caracterizar el estado es la que, mutatis mutandis, se da en todas las constituciones que conozco. La vigente en España define el estado como “democrático y de derecho”, para luego aclarar que la forma política es la monarquía parlamentaria (artículo 1).

Bélgica como ejemplo

Ocupémonos ahora de la relación entre multiculturalidad y plurinacionalidad, supuestamente biunívoca para Iceta y otros que piensan como él. La trataré con otro ejemplo, el de Bélgica.

A pesar de sus pequeñas dimensiones (unos 30.000 km2), Bélgica es un país de una gran complejidad. Lingüísticamente conviven una población de lengua y cultura neerlandófona (flamencos), otra francófona (valones), más una pequeña minoría de lengua alemana.

A esa división en comunidades se superpone la división en tres regiones administrativas reconocidas: Flandes, Valonia y Bruselas. Sólo esta última es bilingüe. La pequeña porción de territorio de expresión alemana está incluida en Valonia. Eso lleva a hacer la distinción entre las susodichas regiones administrativas, tres, y las comunidades lingüísticas, que son también tres, pero no coincidentes con las anteriores.

Sin lugar a dudas Bélgica es uno de los países más descentralizados del mundo, con el poder más disperso, distribuido entre el gobierno central (federal), las regiones y las comunidades. ¿Ha dado lugar dicha situación a una distinción de nacionalidades o naciones? En absoluto.

El artículo 1º de la constitución proclama el país como un estado federal, compuesto de comunidades y regiones. El artículo 33 determina que todos los poderes emanan de la Nación. En singular. No hay más que una nación.

En definitiva, de forma muy escrupulosa se ha evitado caer en la idea de considerar naciones a las comunidades lingüísticas, solución que podría haber añadido complejidad a la ya existente.

Si la propuesta del señor Iceta tuviera éxito, y nos atenemos a la experiencia que se vivió con las autonomías, nos podríamos encontrar fácilmente con 17 pretensiones nacionales, por aquello de “nunca se sabe; quizá haya alguna ventaja crematística”, que equivaldría, salvando la semántica, a quedarnos como estamos.

Pero también podría darse la situación de que hubiera una serie de autonomías cuya “nobleza de sangre” no pudiera ser probada y que deberían integrarse en una nación común diferente de las promocionadas. ¿Qué nombre se le daría a esa «nación” que, sin pretensión peyorativa, tendría un cierto carácter “residual”? Por supuesto que cabe la opción de “española”, para deleite de nuestros propios nacionalistas y otros.

Dicen que cuando Georges Clemenceau presentó en 1919 a los representantes de Austria el tratado conocido como de Saint-Germain-en-Laye, con las abrumadoras mutilaciones territoriales, dijo despectivamente: “Lo que quede, será Austria”. No quisiera que ocurriera lo mismo con el vocablo España.

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Profesor emérito de la Universidad de Barcelona y autor de "Rafael del Riego y su momento histórico" (El Viejo Topo) de próxima aparición
Adrià Casinos
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