¿Barcelona, ciudad abierta?
La capital catalana se considera una lugar de brazos abiertos, pese a la hipocresía de discriminar a los que hablan la lengua mayoritaria de Cataluña
En absoluto este título es un remedo del de la famosa película de Roberto Rossellini, uno de los grandes alegatos contra el nazi-fascismo en el séptimo arte.
El título y el texto que lo acompaña hacen referencia a la hipocresía que reina en nuestra ciudad, bien reflejada en la declaración institucional (DI) que se ha aprobado este viernes, 29 de mayo, en la sesión plenaria de nuestro Ayuntamiento. Un muy claro ejemplo de la cita bíblica de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Veamos. Al parecer el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dictó sentencia el pasado 14 de mayo condenando al Estado francés por una considerada violación de derechos fundamentales en dos municipios del norte de París (La Courneuve y Bobigny), de donde fueron desalojados diversas familias de etnia romaní, procedentes de Europa oriental.
El desalojo se produjo a petición de los respectivos consejos municipales. Para evitar interpretaciones, quiero añadir que, según la información que me ha llegado, dichos municipios no estaban gobernados por lepenistas, sino por ediles del Partido Comunista Francés. Por supuesto que no voy a entrar a valorar la sentencia. Y si la evoco es simplemente porque se ha utilizado hoy en el plenario referido para dar cuerpo a la declaración institucional.
Al parecer los acontecimientos evocados tuvieron lugar mientras Manuel Valls era ministro del interior en el gobierno de la República Francesa. Aprovechando que el Sena pasa por París, el grupo municipal de ERC ha presentado un borrador de declaración que supone una condena de los hechos acaecidos en los referidos municipios franceses.
Emotivo el interés del partido de Dencàs y Heribert Barrera, y frecuente evocador de los Badia, por condenar situaciones entendidas como racistas. Como yo soy muy mal pensado, se me ha ocurrido que el líder del grupo municipal de los “republicanos”, Ernest Maragall (vulgo, el Tete), ha decidido tomar cumplida venganza (un tanto infantil; todo sea dicho) de la supuesta humillación a que lo sometió el grupo que encabeza Manuel Valls al dar sus votos a Ada Colau y hacerla alcaldesa.
Ernest Maragall ha decidido tomar cumplida venganza de la supuesta humillación a que lo sometió Manuel Valls
¡Habrase visto! Un ilustre patricio de las 300 familias, humillado por un advenedizo y sustituido por una señora que, a pesar de hacer méritos, no dejará nunca de ser considerada, por los de siempre, como una “parvenue”. Basta recordar los “piropos” que le dirigieron cuando, ya primera edil, fue a rendir pleitesía al vecino de enfrente.
Pues precisamente para seguir haciendo méritos, y mordiendo fuerte la mano que la alimentó, la alcaldesa y su grupo se han apresurado a subirse al carro, como también han hecho los concejales de JxCat, esperable, y ¡oh sorpresa! (aquí he estado dudando entre el signo de admiración y el de interrogación) por el grupo del PSC. ¿Razón? Supongo que la versión oficial será que a ellos no les gana nadie en la defensa de los derechos humanos.
Ocurre que como yo soy muy mal pensado, repito, siempre he considerado que el desembarco de Valls ha debido de causar una cierta desazón entre los apparatchiks del PSC, en todo momento, como es natural, celosos de sus poltronas.
Al fin y al cabo, en una situación normal, hubiera sido perfectamente posible que aquel, al que más de uno debe llamar “franchute” o “gavatx”, hubiera buscado acomodo en el espacio socialista. Pero ya sabemos que por aquí de normalidad, nada. Justo es decir que corre ya por la red algún tuit de militantes del PSC que muestran su vergüenza por lo ocurrido.
Y el lector se preguntará ahora a qué viene el título y la referencia evangélica. Pues viene a que, según me llega, en dicha declaración institucional se reivindica Barcelona como una ciudad abierta a todas las personas, con independencia de su raza, lengua…Me detengo aquí. ¿Para qué ir más allá?
Discriminación del castellano
¿Cuántas comunicaciones municipales llegan en el segundo idioma oficial de Cataluña, el castellano? ¿Puede presumir de ser abierta una ciudad que discrimina la lengua materna y familiar de los que posiblemente constituyen la mayoría de sus habitantes? ¿Es o no es eso un desprecio implícito a una parte importante de la ciudadanía? En definitiva ¿abierta para quién?
Quiero dejarlo muy claro. El hecho que ocurre en Barcelona, y que estoy evidenciando, no supone ni mucho menos que, a causa de él, le esté quitando importancia a lo que ha motivado la sentencia del TEDH. Los derechos de los ciudadanos han de ser protegidos en cualquier circunstancia y lugar.
Pero sin hipocresías, ya sea por parte de un Ayuntamiento que no cumple con lo establecido en el Estatuto de Cataluña, ya sea, sobre todo, por un partido que tiene una tenebrosa historia de nacionalismo excluyente, del que precisamente acusa al Estado francés. Pero seamos ecuánimes: hoy el plumero es indiscutiblemente para el señor Collboni.