Ada, Manuela y el Ferrari

Desde que Manuela Carmena y Ada Colau se hicieron con la vara de mando en sus respectivos ayuntamientos, las comparaciones entre ambas han sido frecuentes e inevitables. En las cinco semanas transcurridas desde la constitución de los nuevos gobiernos municipales, las dos lideresa no han tenido tiempo más que de configurar sus equipos, adoptar decisiones tácticas y reaccionar a las primeras crisis –externas o auto infligidas– y lidiar con las consiguientes tormentas mediáticas.

A las dos se les ha valorado más por sus desatinos que por sus aciertos. Las dos han regalado bazas a sus oponentes, un lujo caro cuando ambas gobiernan gracias a mayorías exiguas e inestables, y tienen enfrente a una dura oposición.

Hasta hace poco, hubiera apostado que Carmena sería quien saldría mejor parada de un embate político y mediático que se prolongará, al menos, hasta las elecciones generales. Ahora, tras unas primeras semanas en las que ambas han competido en errores y rectificaciones entreveo, sin embargo, la posibilidad de que Colau sea quien prevalezca mientras que Carmena puede acabar inmolada y amortizada antes de acabar el año.

Para las dos políticas malgré soi, estas primeras semanas han sido un continuo sobresalto. Algo parecido a lo que se experimenta cuando, acostumbrado toda la vida a circular con un modesto utilitario de 80 CV, uno se pone a los mandos de un Ferrari de 600 CV.

Cualquier toque del acelerador, cualquier movimiento del volante produce una reacción exagerada. Uno debe afinar los sentidos; recalibrar las reacciones instintivas; reaprender a conducir… En esos frenazos, acelerones y salidas de pista estaban Carmena y Colau cuando les llegó en los últimos días su primera prueba importante. Su primer defining moment. Una salió airosa; la otra acrecentó las sospechas de que probablemente no tenga lo que hay que tener para sobrevivir en la actividad más dura cuya ejecución no requiere casco: la política.

Sola o en compañía de otros –se intuye la mano de Pablo Soto– Manuela Carmena decidió desafiar el tradicional equilibrio inestable e imperfecto entre políticos y medios de comunicación. La queja de que ‘la prensa no refleja correctamente lo que hacemos’ es universal entre gobernantes; pero solo los regímenes autoritarios de uno u otro signo hacen algo para corregirlo.

Y eso es lo ha dado la impresión de querer hacer Carmena con la web Madrid Versión Original: no sólo difundir directamente las notas de prensa del ayuntamiento, sino publicar desmentidos, con nombre y apellidos, a medios y periodistas que supuestamente distorsionan la realidad.

La alcaldesa solo ha conseguido tres cosas con esta iniciativa: el repudio unánime de la prensa, desde la más ferozmente crítica, a la más favorable; el rechazo de todo el arco político, incluido sus valedores socialistas; y colocarse en una posición insostenible de la que únicamente ha podido zafarse claudicando. En otras palabras, reconociendo explícitamente su debilidad. Y, para más escarnio, dando protagonismo en la marcha atrás a su socio, el PSOE. La debilidad es el cáncer de un político. Sus enemigos lo huelen y lo explotarán sin misericordia.

El ‘momento de la verdad’ de Colau ha sido más fluido. Es el contraste que media entre sus primeras e impulsivas declaraciones poniendo en duda los beneficios para Barcelona del Mobile World Congress y el acto de firma, apenas un mes después, de un convenio con los organizadores del evento que garantiza su continuidad en el Ciudad Condal hasta 2023.

Durante este tránsito, la alcaldesa de Barcelona ha conseguido salir no sólo mayormente indemne de cada aprieto, sino en cierta medida reforzada. En algunos casos, sin rectificar (la contratación de su pareja o la moratoria hotelera, asuntos ambos que defiende con vehemencia) o haciendo todo lo contrario a lo que inicialmente apuntó, como con el económicamente trascendente congreso tecnológico o la patata caliente del procès.

En este último asunto, es llamativo, por lo que implica desviarse del seguidismo prevalente en la Cataluña oficial, su reciente declaración de que no asistirá a la Diada del 11S si, como es previsible, se convierte en un acto de apoyo a la lista única soberanista.

Uno hubiera pensado que la ventaja en esta ‘comparativa de alcaldesas’ recaía en Carmena. Por su falta de ulteriores ambiciones, por su carácter de abuela amable y sabia y, crucialmente, por su pasado en el PCE. No por el poso ideológico, sino por el hábito de disciplina, análisis y consecución metódica de los objetivos propio de la praxis marxista.

En el PCE (igual que en el PSUC) había que estudiar. Y esa disciplina le ha sido muy útil a muchos ex comunistas, incluso a los que hoy se sitúan en posiciones alejadas de la izquierda como el economista Ramón Tamames, o el ex ministro del PP y directivo Josep Piqué.

Por el contrario, a Ada Colau no se le conoce militancia alguna previa a su activismo anti-desahucios. Ella misma, en múltiples entrevistas –la última hace unos días, en el Chester de Pepa Bueno– ha venido a reconocer que su vida hasta llegar a los movimiento sociales consistió en un proceso de ensayo-error hasta dar con su vocación.

La entrevista tuvo momentos elocuentes. Pero sólo uno dejó entrever un atisbo de debilidad políticamente aceptable: la angustia que le produce pasar toda la semana sin ver despierto a su hijo de cuatro años. Esta anécdota, estricta y quizá estudiadamente doméstica, fue la única servidumbre que admitió durante la sesión de diván. Las demás polémicas de sus primeras semanas de mandato los lidió como si fueran oportunidades para el lucimiento: con elocuencia, convicción y sin absolutamente ningún titubeo. Colau también parece saber que la debilidad propia envalentona y fortalece a los rivales. Y no la muestra.

Carecemos todavía de perspectiva para ser medianamente ecuánimes sobre la gestión de las alcaldesas. Las dos tienen que adentrarse todavía en el terreno de las grandes decisiones, asumir riesgos e intentar llevar adelante su visión.

Ambas declaran que en el centro de su misión está imprimir un claro giro social a sus corporaciones. Pero ambas saben –o deben saber– que si provocan el rechazo de quienes no les votaron y el antagonismo del dinero –el que invierte, el que libera pisos para rentas bajas, el que crea empleos– ese giro se quedará en gestos, palabras y, al final de cuatro años, frustración y pérdida de confianza.

Pero en este primer parcial, los ritmos de carrera de una y otra política empiezan a consolidarse. Y contra pronóstico –el mío, al menos– Ada Colau muestra un mejor dominio del Ferrari y toma una ligera ventaja.

*Socio Fundador Conduit Market Engineers

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