Actitudes mezquinas

 

Hace unos días un guardia me puso una multa. Tenía la ITV caducada y no me había dado cuenta. Hoy la ITV ya está pasada y la multa pagada. Hasta aquí no hay nada de especial.

La parte más soprendente de la situación es que fui yo quien se acercó al guardia para preguntarle una indicación. Y después de acercarme, el guardia urbano vio mi pegatina caducada y me ordenó apartarme, antes incluso de atender mi duda. Y la parte indignante del caso es que todavía estoy esperando que aquel guardia me dé una respuesta. Cuando le volví a preguntar, me dijo que primero me apartara y que después ya me ayudaría. Cuando lo volví a ver, ya tenía la multa en las manos y me ofreció, muy amablemente eso sí, salir. Este fue el servicio que me ofreció aquel guardia urbano.

Durante la misma semana se han visto las imágenes sobre la carga policial del instituto IES Lluís Vives de Valencia y observo algunas actitudes de baja categoría. En este vídeo, por ejemplo, se ve un policía antidisturbios dando un empujón gratuito a dos chicas que intentaban abrigarse mutuamente del caos, cuando precisamente un policía, alguien que supuestamente te tiene que proteger, las empuja violentamente contra un coche y acaban en el suelo. No son actuaciones comparables. Pero una y otra me han recordado el lema de la policía americana: Servir y Proteger.

Siempre he tenido un respeto absoluto por el uniforme de policía, y siempre he pensado que a pesar de que de vez en cuando nos tengan que sancionar, su función principal es servir y proteger el ciudadano. Después de este minúsculo incidente individual no me atreviría nunca condenar a todo un cuerpo de policía, ni a la policía en general. Ni mucho menos. Pero me doy cuenta que hay actitudes puntuales que rozan lo ruin o el exceso y que hunden el buen trabajo de muchos policías honrados.

Me atrevería a decir que ni una ni otra actitud representan tampoco la personalidad de aquel policía. Me imagino que cuando estos hombres llegan a casa, cambiados y duchados, arropan sus hijos y besan a su mujer. Pero más allá de la (posible) voz de la conciencia, su actitud no tiene ninguna consecuencia. Tener una actuación mezquina, en determinados ámbitos, no tiene consecuencias, y aquello que no tiene consecuencias no genera ningún incentivo para ser corregido o premiado.

De hecho, si las analizamos detenidamente, veremos que son actitudes protegidas y amparades por la ley, que confiere a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado el monopolio de la violencia. Aun así, algo tendría que pasar, cuando una persona, que representa un uniforme tiene una actuación legal pero miserable.

Porque si no hay incentivos para hacerlo bueno (no estoy hablando de dinero) el resto de los que llevan el uniforme lo acaban pagando. Porque no es para la sociedad que lo pido, es para la institución que representan que lo hago. No es a una par de niñas a las que perjudican, sino a la confianza que las personas depositan en un señor o señora que lleva un uniforme.

Me gustaría encontrar la manera, de incentivar las actitudes honestas, pero desgraciadamente, no sé cómo.