Acotar, o no, las incertidumbres

La socialdemocracia ha dejado de interesar por ser demasiado cara, y la extrema derecha lo aprovecha exprimiendo el sentimiento de injusticia social

Hemos pasado en poco tiempo del fin anunciado de la historia a un incremento constante de las incertidumbres. Recordemos que poco después de la caída del Muro de Berlín, Francis Fukuyama vaticinó que la extensión de la democracia era imparable y comportaría el fin de los cambios revolucionarios, de las guerras y de las confrontaciones ideológicas. El triunfo del liberalismo iba a ser total.

En el cuarto de siglo transcurrido desde la publicación de la polémica tesis, ha habido muchos cambios, pero pocas revoluciones sangrientas a gran escala. La guerra sigue siendo un azote de la humanidad pero los focos de conflicto armado son menos que un cuarto de siglo atrás y de menor intensidad. Hay más muertes violentas fuera de los campos de batalla que en todos ellos sumados.

La democracia se extendió en un principio a los países de la órbita soviética, por casi toda Hispanoamérica e incluso en África. Parecía imparable pero no ha sido así. Las primaveras árabes, alentadas por Obama al calor de un irreflexivo optimismo, han fracasado de la manera más estrepitosa. En Egipto o Siria, las dictaduras se han impuesto a las esperanzas a sangre y fuego y se han consolidado con la ayuda explícita o vergonzante de Occidente.

La socialdemocracia, otrora alentada por el capital, ha dejado de interesar a los beneficiados de la globalización

El comunismo ha dejado de ser una alternativa viable al capitalismo, cierto, aunque para constatarlo no es necesario ser muy docto. El problema principal es que la riqueza ha crecido al mismo tiempo que la desigualdad. En un buen número de los países más desarrollados, la socialdemocracia, otrora alentada por el capital cuando se trataba de frenar la amenaza comunista, ha dejado de interesar a los grandes beneficiarios de la globalización. Demasiado cara.

El foco principal de tensión en estos países se llama incremento de la injusticia social. Como no se vislumbran vías para revertirla ni a derecha ni a izquierda, el descontento puede ocasionar explosiones sociales como la de los chalecos amarillos en Francia o peores. En el sur de Europa, la incertidumbre irá en aumento.

Acertaban Fukuyama y todos los que consideran que la caída del Muro de Berlín señala el inicio de una nueva era. Pero lo que marca el rumbo de la historia no es el final de la URSS en sí mismo sino en cómo se produjo. Por las buenas, sin tiros, sin muertos.

El mundo es como es porque Rusio supo perder, aunque después no ha sabido adaptarse a Occidente

No se ha puesto de relieve que la mayor amenaza bélica a gran escala que ha conocido la humanidad, la Guerra Fría, acabó de forma pacífica. Algunos previeron que Rusia se hundiría por la endeblez de su economía real. Pero que lo hiciera sin estrépito, por las buenas, eso no estaba escrito en ningún manual. Nos acordamos poco de aquellos líderes que supieron constatar el fracaso, rendirse y pasarse al enemigo, pero su comportamiento merece un sentido homenaje. El mundo es como es porque Rusia supo perder. Después no se ha sabido adaptar e incorporar a Europa y Occidente, pero esta es otra cuestión (y otro foco, si bien menor, de incertidumbre).

No parece que los dirigentes reales de nuestro mundo, que no están tanto en la política como en las grandes empresas, estén dispuestos a imitarles en la persecución de la concordia.  Están cada vez menos dispuestos a ceder una parte de sus beneficios para que sea invertida en mejorar el bienestar, los servicios y los niveles educativos de la población.

Al contrario, la desinversión en pluralismo, o sea la tendencia a monopolizar la información a través del control de los grandes medios es un claro indicio de la voluntad de acumulación de beneficios en detrimento de su reparto. Desde las guerras civiles romanas a las revoluciones del siglo XX, sabemos que la voracidad de las clases dominantes acaba mal. Maquiavelo ya constató que la voluntad de los de abajo, los muchos, consiste en no ser oprimidos.

No parece que en el próximo año se vaya a acotar o disminuir las incertidumbres

En algunos países como Brasil (y otros que el lector se encargará de enumerar, a ver si incluye el nuestro) dicha voracidad avanza al ritmo de la extrema derecha. Autoritarismo en vez de equilibrio social y pluralismo. Lo contrario de conjurar incertidumbres.

Ni este punto ni en muchos otros parece que en el próximo año se vayan a acotar o disminuir las incertidumbres. En cambio, los grandes conflictos comerciales del mundo global podrían estar entrando en una fase de negociación y distensión. De ser, así, el vaticinio para 2019 sería de media mueca de espanto y media sonrisa. Podría ser peor. Tal vez lo acabe siendo.