Alto interés por el resultado de las elecciones gallegas. Expectación máxima en la grada. Dicen que todas las grandes decisiones pasan por el resultado de nuestros comicios autonómicos. Me emociona.
Se decide si es más interesante la estrategia del miedo de Iglesias o el espíritu seductor de Errejón. Se dilucida si la «nueva» izquierda hace bien en agruparse en un partido instrumental o si habría sido mejor concurrir por separado, como hubieran preferido muchos militantes y simpatizantes de esas mismas izquierdas confluyentes.
Las urnas gallegas (se supone que las vascas también) marcarán el grado de intensidad con la que se reactivará la guerra interna en el PSOE entre el secretario general electo, Pedro Sánchez, o los señores barones alineados en los últimos tiempos con la estrategia popular-rajoyana.
Nos cabe el honor de testar aquí, en el noroeste, cómo anda de salud el Partido Popular. Cartas marcadas, porque ya se sabe que aquí siempre les va bien, así es que Rajoy podrá esgrimir el dato de que la ciudadanía, aunque le apeste el cheiro de la corrupción, sigue apoyando su proyecto. Esa será la óptica del día siguiente desde los observatorios mesetarios.
Veremos si la presunta mayoría absoluta del PP de Feijoo vuelve a colocar, o no, en el tablero de la política española al presidente gallego, para incomodidad y prurito del sector pepeiro llamado en Madrid «de los sorayos», en razón de la señora que, con un importante número de acólitos, vela armas para reemplazar a Rajoy cuando se abra la veda.
Nuestro voto va a influir mucho, dicen, en los movimientos inminentes sobre la formación de gobierno en España. Si el PSOE cede y se abstiene, si las izquierdas gobiernan juntas, si PP y Ciudadanos estrechan lazos, si…
Me abruma tener que decidir tantas cosas trascendentales, este domingo, con mi modesta papeletiña. Sólo falta que de mi voto dependa también la custodia de los hijos de Angelina Jolie y Brad Pitt y la caída de la bolsa de Tokio.
Me habría conformado con valorar la gestión del presidente de la Xunta saliente y calibrar con qué criterios estoy más de acuerdo para gestionar en el próximo cuatrienio los dineros públicos gallegos, muy particularmente los destinados a pagar médicos, hospitales, profesorado, colegios, universidades, residencias de mayores o la tan desamparada asistencia social. Sopesar qué prioridades me seducen para la política lingüística, para los incendios (si alguien plantea alguna, claro) o para la generación de puestos de trabajo dignamente remunerados a través de la inversión pública de la Administración gallega.
Con cositas así ya me bastaba. Me habría gustado decidir estrictamente en clave social y política gallega. Pero creo que con mi voto y el de otros muchos compatriotas se van a sacar muchas conclusiones sobre cuestiones que yo no ni siquiera me he planteado. Ya lo verán.