Abengoa: el vocerío de los corderos
Mientras aún nos lamemos las heridas con los recuerdos del hundimiento de las cajas y la burbuja del ladrillo, asistimos esta semana al anuncio del preconcurso de acreedores de Abengoa, lo que puede suponer la mayor quiebra de una empresa en la historia de España: en pasivo de unos 27.000 millones de euros, al parecer, supera de largo los 7.000 de Martinsa Fadesa.
Pero tan duro de roer como este fiasco empresarial resultan difícil de aguantar las voces que al unísono han emitido el coro de loros que forman gobiernos, partidos y sindicatos: «Queremos una solución para Abengoa, que se salven los puestos de trabajo, que no se deje caer una empresa emblemática del país…»
Lástima que no hubieran mostrado esa preocupación antes, cuando había tiempo de enmendar rumbos equivocados, porque si algo ha hecho bien Abengoa ha sido ser condescendiente y generosa con las personas que podían proporcionar vínculos con los partidos gobernantes, con el poder.
Si no, ¿qué hacían en su nómina a lo largo del tiempo personas como José Borrell, presidente de la comisión de estrategia, miembro de la de retribuciones, vicepresidente de su comité asesor internacional…; o Alberto Aza, jefe de la Casa del Rey, y luego su hijo también Alberto; o Carlos de Borbón-Dos Sicilias, cuyos apellidos eximen de más referencias; o José María Aznar, que trabajó sin éxito por la expansión en Libia; o Carlos Sebastián, hermano del ministro de Industria de Zapatero; o Alan García, ex presidente de Perú; o Luis Solana, Javier Rupérez…
«Hay que salvar Abengoa» viene a sonar en sus labios como «tranquilos, que ya tiramos de presupuesto nacional o autonómico para tapar el tema». Nuestro coro de corderos ha saltado a la palestra como un solo hombre pidiendo que se rescate a Abengoa, cuando ellos han sido incapaces no ya de detectar los problemas sino, si me apuran, de no ser cómplices del deterioro de una empresa como la que fundara Javier Benjumea.
Y, a todo esto, ¿qué dice Deloitte, la auditora que ya arrastra en su armario tantos ilustres cadáveres que resulta difícil preguntarse por su honorabilidad? Recordemos que las primeras sospechas las levanta la agencia de calificación Fitch cuando el año pasado advierte de un posible nivel de endeudamiento superior al reconocido, que obliga a la empresa a una reformulación de sus balances.
Luego, ya este año, el anuncio de la ampliación de capital hizo saltar todas las alarmas hasta al situación hoy conocida.
La banca deberá explicar cómo siguió prestando a Abengoa, una empresa que multiplicó su deuda diez veces en los últimos años; y los gobiernos, aclarar a quién pedirán responsabilidades como garantes de que los balances y las memorias de las empresas cotizadas muestren fielmente su estado.