A toro pasado
Hace 15 días de las elecciones plebiscitarias que sólo eran autonómicas. A medida que la espuma se evapora, quienes se consideran ganadores, a ambos lados, comienzan a reconocer los efectos colaterales de esta guerra jurídica y económica que se ha iniciado entre la región más productiva y uno de los Estados del grupo del PIGS. Varios analistas de periódicos unionistas y conservadores empiezan a alertar de lo que se está cociendo. Algunas fuentes citan a De Guindos, como consciente de que, tanto la mayoría absoluta de Junts el Sí, como la mayoría condicionada por la CUP, ponen de los nervios en el entorno del IBEX 35.
Se abre un ciclo de inestabilidad política que se prevé largo por la incapacidad del Gobierno de Madrid de moverse, y por la previsible situación de gobierno pluripartidista de diciembre, que impedirá ninguna oferta seria a Cataluña para evitar que cualquiera de los socios u opositores la tachen de traición.
Algunos de la casta y su entorno intelectual especulan sobre la repetición de un ciclo histórico en el que, cuando la burguesía periférica se enfrentaba a España, era la izquierda social y revolucionaria quien ganaba la calle. E inmediatamente aquella burguesía pedía socorro al estado central, siempre con pronunciamiento o golpe de estado por medio.
No volverá a ser así. Es la amplia clase media actual, que no existía hace 50 años, la que se enfrenta al Estado. Es una pyme que mayoritariamente vende al mercado interior catalán o exporta. Es una clase obrera que ya no pretende la revolución, sólo la justicia. Y es un Estado que ya no puede utilizar el ejército. Por tanto, una vez más, los analistas españoles actúan a favor del independentismo con estas erróneas diagnosis.
Por más que De Guindos visite las principales plazas financieras para calmar los ánimos, los ánimos están activados precisamente porque las visita y les dice mentiras; que pueden contrastar con la prensa internacional, con versiones opuestas a las de la prensa española. Por ello, se han multiplicado últimamente los informes de los bancos de inversión cada vez más precisos. Todos estos informes constatan la imposibilidad de que el Gobierno pueda continuar con la política de Tancredo, anunciada la misma noche electoral por Soraya Sáez de Santamaría.
Uno de los bancos vaticinaba un nuevo marco de autonomía fiscal y financiera que reduciría los recursos propios que Cataluña transfiere a otras Comunidades. Otro hablaba de la obtención de una soberanía casi total. Además, advierten que después del 20 de diciembre la inestabilidad política se trasladará a toda España. Por ello, un posible gobierno de centroderecha (PP-C ‘s) todavía puede empeorar la situación.
La prueba la hemos tenido esta semana cuando Rivera, siendo coherente con su jacobinismo uniformizador, ha propuesto la liquidación del concierto económico vasco y navarro. En su momento también criticó, con marcha atrás, el modelo subsidiado del sur. La revuelta de los barones territoriales del Norte del PP y del PSOE, así como la advertencia del PNV sobre el traspaso de la línea roja, son la muestra más fehaciente de que España es un Frankenstein imposible de reformar.
Hace meses apareció un informe académico en Galicia sobre los efectos de la independencia de Cataluña en las finanzas españolas. Ahora, hace poco, ha aparecido otro que se limitaba a considerar los efectos de un concierto económico. ¿Quieren creer que los mismos que niegan el déficit fiscal de Cataluña, reduciéndolo a los 3.000-6.000 millones de euros, cuando analizan la realidad desde el otro punto de vista, encuentran siempre los 16.000 millones que perderían?
Como es habitual, llegamos al mismo callejón sin salida. Ninguno de los territorios sobrefinanciados por razones forales, por razones de subsidios, tratos fiscales insulares o por la repartidora de la central del Estado, quiere dejar de estarlo. Sólo estiman España en la medida en que cobran por ser españoles. ¿Comprenden cuál es la única salida que les queda a los únicos ciudadanos que pagan, y pagarán, por ser españoles? La de los catalanes, los valencianos y los baleares.