A Sánchez no le arranca el Peugeot
La distancia ayuda a focalizar las situaciones y el tiempo desvanece las brumas. Buenos Aires es un buen observatorio de las cosas de España. A mí siempre me ha funcionado. Tal vez porque aquí se encuentran instalados en una crisis sempiterna que no altera nunca las pasiones. Me escapo cuando puedo. Me siento bien aquí.
La inflación sigue consumiendo el bolsillo de los argentinos pero los cafés siguen llenos de gente conversando. Es pura terapia; se afloja la indignación con la palabra. El final del kirchnerismo es el nacimiento de otra época, aunque todavía no se vean resultados. Pero nada cambia y todo permanece.
Observo desde un café de Palermo que Mariano Rajoy está blanqueando sigilosamente el partido. Prepara un Congreso que inhabilite la percepción de un partido viejo, anticuado y corrupto. Los jóvenes emergentes se han quedado fuera del gobierno pero se están haciendo cargo de la organización del partido y de los asuntos internos. El PP prepara su rehabilitación.
Y desde el gobierno la poderosa Soraya Sáez de Santamaría arma su equipo para desatascar la cuestión catalana que lleva años sin conseguir que el agua circule por las cañerías que unen la corte de Madrid con Barcelona. No hay luz, pero las velas están empezando a prepararse para abrir poco a poco el camino. Un reto ambicioso pero que puede dar beneficios a quien lo emprenda.
En el fondo, el tiempo también está demostrando que el independentismo está en un camino sin salida. Cada insumisión conduce a un proceso judicial. Se protesta, pero se reza para que no llegue la inhabilitación. No se puede ser mártir suplicando clemencia. Y mientras tanto hay un gobierno que no gobierna y un parlamento que no legisla. Todo son viajes al extranjero y apertura de embajadas para representar a un estado que no existe.
Pablo Iglesias está centrado en la calle. Movilizaciones contra Gas Natural declarado culpable de la tragedia de una anciana, presuntamente fallecida por las condiciones de un domicilio sin luz eléctrica ni calefacción por impago.
La duda surge en saber si Podemos podrá compatibilizar su acción en el parlamento con su prioridad en asaltar y conquistar las calles. Crisis internas inevitables en un partido que se parece más al ejército de Pancho Villa que a una organización institucionalizada. Disputas internas, elecciones primarias a cara de perro y tímidos casos de corrupción cuando casi no han tenido poder institucional. Gentes de muchas procedencias y distintas sensibilidades que va a ser complicado homogenizar.
En el PSOE el tiempo empieza a hacer su trabajo. Javier Fernández no es un hombre precipitado. Se ha tomado su tiempo para dar tratamiento a los diputados rebeldes. Los del PSC van todos en el mismo taxi. Han perdido sus puestos en las comisiones y las portavocías del grupo parlamentario. No se ha presentado como una decisión disciplinaria sino racional. ¿Por qué dejar los puestos dirigentes a quienes han faltado a la línea política marcada por el partido en un asunto tan importante como la investidura de un presidente de gobierno? Su falta de disciplina pone en duda su idoneidad para representar al grupo parlamentario. Es razonable.
Javier Fernández y Miquel Iceta se han dado dos meses para negociar un nuevo estatuto en las relaciones entre el PSOE y el PSC. Hay consenso sobre cuales son las dos posiciones claves, pero no se atisba la solución de los conflictos. La primera posición compartida es que las bases de la relación existentes tienen que modificarse. El PSOE tiene claro que el PSC no puede pertenecer a unos órganos de decisión a los que no está dispuesto a someterse. Y ambos quieren buscar un tipo de relación que permita sinergias entre la marca catalana del PSOE y el partido madre.
En medio, una identidad, la del PSC, que no termina de posicionarse en el tablero del eje del nacionalismo y el españolismo, permítaseme la licencia. Está empeñado en que los nacionalistas le consideren colega. Suplica a Ada Colau y le dan con la puerta en las narices. Si el 50% de los catalanes no está por la independencia, ¿por qué no votan al PSC?
Junio es la fecha que empieza a sonar para que se celebre el congreso. Siete meses para refundar un partido con 137 años de antigüedad. La buena o la mala noticia es que es un congreso en el que todavía no hay candidato a la secretaría general. Al liderazgo del partido.
La eterna precandidata, Susana Díaz, tiene dos inconvenientes para su postulación. Es presidenta de la Junta de Andalucía y no es diputada en el Congreso. ¿Cómo funcionaría su liderazgo de Despeñaperros para arriba sin tener presencia política y mediática en la carrera de San Jerónimo, aunque pudiera ser senadora?
Enfrente está Pedro Sánchez con un coche para recorrer España que se la quedado viejo en menos de un mes. Le falla el carburador y las bujías. La entrevista con Jordi Évole fue un error porque permitió, por primera vez, obtener un retrato de su propia naturaleza. No salió favorecido, sino todo lo contrario.
Renunciar al escaños era a la vez inevitable y mortal. En esta sociedad mediática, perder foco es morirse. Y ahora tiene muy poca visibilidad.
Otro error añadido ha sido pedir clemencia para los diputados díscolos, porque esa encomienda lleva asociada la condición de culpabilidad. Ya tiene marchamo de perdedor. Y estos espantan a los adheridos. En la medida que con el paso del tiempo se asuma que la investidura de Rajoy es un acto de normalidad institucionalidad, la rebelión se queda sin causa. El «no es no» se ha agotado con la abstención al servicio de España.
Mis amigos porteños no están muy interesado en las cosas de España. Después de años de admiración hacia el crecimiento español, las crisis de España les hacen considerarnos como iguales.
Me retiro convencido de que los argentinos tienen bastante con sus propias tragedias. Hablamos de Messi. Hablamos de Boca y River. Y quedamos emplazados para querernos siempre.