¿A quién teme Felipe VI?
Felipe VI teme a la derecha, al IBEX y a las cúpulas de poder. Sin embargo, lo que el monarca más teme, o debería temer, no está en España
Avancemos la respuesta. Felipe VI teme a la derecha, mucho más a la extrema, así como al IBEX y a las cúpulas del poder del Estado. El estrecho abrazo a distancia de Pedro Sánchez al rey actual tras la huida del rey emérito ayuda a confirmarlo.
Sin embargo, y por encima de todo, lo que el rey teme o debería temer no está en España sino a no muchos cientos de quilómetros. Dentro de unos párrafos el lector será puntualmente informado.
De tan estrecho, el abrazo resultó a todas luces excesivo. A primera vista, y a la luz del enfado de sus socios podemitas o de las críticas recibidas de buena parte de los restos del naufragio de la España progresista, parece que el presidente haya perdido unas cuantas plumas al resguardar al rey de este feo asunto.
Puestos a constituirse en escudo protector del jefe del Estado, Sánchez llevó su cometido hasta el final, incluso con un sospechoso exceso de celo. Ni sabe dónde se ha exiliado Juan Carlos I ni suelta prenda sobre su papel en la precipitada fuga del emérito hacia un paradero supuestamente desconocido.
A favor en cambio de sus propios intereses, que ya sabemos que para él son lo primero y tal vez lo último, el inquilino de La Moncloa —que no es ni monárquico ni republicano sino todo lo contrario— se coronó en pública rueda de prensa como campeón de la estabilidad en tiempos de crisis y pandemia.
Sánchez, el salvador de vidas (sin importar el primer puesto de España en muertes por habitante en los meses más duros de del coronavirus). Sánchez, el que obtiene la colosal ayuda europea. Sánchez, el que llama a todos a arrimar el hombro remar en la misma dirección, que es la suya. Y por si fuera poco, Sánchez, el protector de la real casa. Sánchez, el protagonista de la historia. O Sánchez o el caos.
La cuestión es perdurar pero no como Sánchez, sino en términos dinásticos
La jugada de Sánchez consiste en no dejar espacio a quienes pudieran criticarle por contribuir, no por activa sino por pasividad, al desprestigio de la institución de la monarquía.
Es evidente que lo conseguido en términos de favor popular por Juan Carlos en sus primeros tiempos, algo singular en las historia de los Borbones e incluso en la bastante más convulsa de las monarquías europeas, se ha ido por completo al traste. También lo es, quiéranlo o no, que la deslegitimación arrastra a su hijo, y que dicho arrastre puede llegar hasta quién sabe dónde.
Por ello reviste especial importancia que Sánchez haya echado todos los frenos e invertido el resto en detener o aminorar al máximo la caída desde el principio. Llegando al punto de convertir las imprescindibles explicaciones públicas de Felipe VI en algo que pueda parecer sobrante. La Casa Real es una institución robusta. El rey actual es ejemplar. Felipe VI es transparente. Y punto.
Tanto que, impertérrito, sigue su agenda y se va de vacaciones como si tal cosa, que es otra manera de escurrir el bulto. Da igual si figura como beneficiario del tinglado de dinero oculto montado por su padre. Da igual lo que crea o lo que piense la gente. La cuestión es perdurar pero no como Sánchez, sino en términos dinásticos. Los Borbones siempre han vuelto tras ser expulsados, pero si el hilo se corta en los próximos tiempos, la república será irreversible.
Puede ser oportuno, en estos momentos sacar a colación un tuit, con disculpas por ignorar el nombre de su ingenioso autor: “El primer rey y el último emperador de Roma se llamaban Rómulo; el que erigió Constantinopla, se llamaba Constantino, igual que el último emperador de Oriente; el primer y el último Austria español se llamaban Carlos; el primer Borbón español se llamaba Felipe…”.
El último Felipe rey de España no teme a la izquierda, quienes en un ejercicio de lirismo digno de mejor causa, todavía albergan la esperanza de que la posible caída del último Borbón arrastraría consigo les males de España. Desengáñense, entre la actual monarquía y una hipotética Tercera República, lo único que cambiaría sería el nombre del jefe del Estado.
Lo que más teme, o debería temer, el actual jefe de la Casa Real es a los jueces suizos
De eso encargarían aquellos para quienes el rey es, en las presentes circunstancias, algo parecido a un entrenador de futbol aunque de menor importancia, o sea una figura del tablero a la que sacrificar en caso de necesidad, a fin de que nada cambie. Contra ellos se ha dirigido el movimiento encubridor de Sánchez. “Quién se enfrente a Felipe VI tendrá que vérselas conmigo», reza el protector mensaje presidencial (“lo cual significa que soy más que él, por si no os habías enterado”).
Así que los resquemores y las expectativas de cambio de unos y otros, para mejor ocasión. A no ser… A no ser que la justicia suiza, a la vista de que Juan Carlos I no ha huido de España sino de los jueces suizos y a buen seguro que está en un país sin tratado de extradición, las emprende contra Felipe VI como, supongamos, beneficiario y colaborador necesario de la trama.
Así pues, lo que más teme, o debería temer, el actual jefe de la Casa Real es a los jueces suizos, en cuyas calvinistas y ejemplares y por lo tanto fingidoras manos puede estar, oh ironías del destino, el advenimiento de la Tercera República. Desde luego que en las de la progresía española.