¿A qué espera Rajoy?

Sorprende sobremanera la escasa relevancia que algunos importantes sectores políticos, económicos y mediáticos han dado al inesperado giro estratégico dado por Artur Mas, un sustancial cambio en el hasta ahora férreo e inamovible discurso del movimiento independentista de Cataluña.

El expresidente de la Generalitat, en su intervención del pasado jueves ante un reducido grupo de alumnos del máster sobre Gobernanza y Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de Madrid, admitió la posibilidad que entre la opción independentista, que es la que él ha venido defendiendo estos últimos cinco años, y la del inmovilismo sostenido por el Gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy, puede existir tal vez «algo en medio».

«Si hay algo en medio –dijo Artur Mas al término de su conferencia sobre «Cataluña en la Unión Europea del siglo XXI», ya en el turno de preguntas-, lo tiene que presentar el Estado. Creo que existe, pero lo tiene que presentar el Estado. No digo el Gobierno, digo el Estado«. Lo dijo como respuesta a la posible salida de un nuevo federalismo sugerida por uno de los asistentes al acto. Y Mas fue aún más allá al apuntar que las alternativas actuales se reducen exclusivamente a lo que dio en llamar «dos esquemas»: «O nuestro Estado o quedarnos como estamos, con la autonomía en regresión».

La conclusión a la que finalmente parece haber llegado Artur Mas –no nos olvidemos, el indiscutible responsable principal, aunque no único, de la deriva secesionista emprendida en Cataluña estos últimos años- no es ninguna novedad. No es algo que Mas se haya sacado ahora de la chistera, en una especie de truco de magia.

Somos muchos los que, tanto en Cataluña como en el conjunto de España, llevamos ya muchos años defendiendo la alternativa de la tercera vía. Una vía, esa de «en medio» a la que ahora alude Mas como si la acabase de descubrir, basada en la necesidad de un diálogo sin exclusiones ni condiciones previas como única forma racional y factible de negociar y transaccionar todo lo posible hasta alcanzar un acuerdo institucional y político que ponga definitivamente fin al conflicto, preferentemente sin que tenga que haber vencedores ni vencidos.

Descalificados, rechazados, silenciados, marginados, menospreciados e incluso vituperados por unos y otros –esto es, tanto por el grueso del movimiento secesionista catalán como por los inmovilistas del otro lado del Ebro, unos y otros hasta ahora partidarios férreos del «sostenella y no enmendalla»-, quienes desde hace tiempo hemos apostado por la vía del diálogo, la negociación y el acuerdo, que no otra cosa es la tercera vía, este camino de «en medio» descubierto ahora por Artur Mas, estamos por fin de enhorabuena.

Lo que resulta una vez más sorprendente, y me atrevo a decir que es ya incluso enervante, es la hasta este momento casi absoluta incapacidad de respuesta política de Mariano Rajoy ante este giro de Artur Mas, con todo lo que el expresidente de la Generalitat aún sigue representando para el conjunto del movimiento secesionista catalán.

Un giro, por cierto, que por ahora no ha sido criticado por nadie entre los sectores independentistas, no ya de la antigua CDC, hoy PDECat, sino tampoco nadie de ERC, ni tan siquiera por parte de la CUP. Es relevante que nadie significativo en el siempre complicado universo secesionista haya criticado, ni tan solo matizado este giro sustancial anunciado por Artur Mas.

¿A qué espera el presidente del Gobierno para formular una clara propuesta alternativa, una auténtica tercera vía?

Existen fórmulas plenamente constitucionales para resolver este tan grave conflicto político. Fórmulas que pueden y deben ser sometidas a un referéndum plenamente legal, acordado y vinculante. Fórmulas que partan del reconocimiento de la identidad nacional, lingüística y cultural de Cataluña, que den respuesta adecuada y justa a muchas de las reivindicaciones catalanas en materias de financiación autonómica y municipal, mayor definición de las competencias exclusivas, inversiones en infraestructuras públicas y verdadera asunción de la realidad innegable de la plurinacionalidad de España.

El cambio de registro de Artur Mas es muy importante. Mariano Rajoy se equivocaría si lo atribuyera a un síntoma de debilidad por parte del independentismo. Es, eso sí, un regreso a la realidad tras estos años de tantos tumbos erráticos. Pero sobre todo es una gran oportunidad. Lleva razón Artur Mas cuando reclama que «si hay algo en medio, lo tiene que proponer el Estado español. No digo el Gobierno, sino el Estado». Esto requiere un gran pacto de Estado, con la asunción por parte de todas las grandes fuerzas políticas españolas de la tercera vía como única forma factible de resolución del problema.

¿Desaprovechará esta oportunidad Mariano Rajoy?