A Miguel Ángel Blanco le hubiera salvado ser nacionalista
Si Miguel Ángel Blanco hubiera militado en el nacionalismo posiblemente seguiría vivo. Y esa es la triste verdad que ahora se quiere maquillar.
A muchos les puede parecer una obviedad tener que recordar algunas cosas. Pero cuando la memoria empieza a tener apellidos y unas veces es histórica y otras democrática, empezamos a olvidar para qué queremos recordar lo que ya no sabemos si de verdad sucedió o fue un mal sueño. Existe tal grado de desconocimiento en algunos casos y de amnesia en otros que algunas sociedades, un suponer, la vasca, empiezan a confundir a las víctimas con los verdugos.
Hace unos cinco años el Gobierno de Iñigo Urkullu hizo una encuesta en la que descubrió que el 47% de los universitarios vascos no sabía quién era Miguel Ángel Blanco. Porcentaje que, me temo, será ahora mayor. Y si no saben quién era, es de pura lógica sospechar que tampoco saben quiénes le asesinaron, de qué cruel manera y con qué propósito. Desconocen igualmente la reacción cívica que se produjo en la generación de sus padres y las consecuencias políticas que de aquello se derivaron. Bien. Se trata de puro desconocimiento. ¿Las razones? Cualquiera menos el paso del tiempo. Posiblemente, una memoria selectiva de sus mayores, tan dados en este paisito (lo digo por el tamaño) a recordar con detalle lo sucedido hace 80 años y a olvidar lo que tuvo lugar hace 25.
Así que esta misma encuesta señalaba, con indisimulada satisfacción, que la paz y la convivencia suscitan un bajo interés entre los jóvenes universitarios vascos. Normal. ¿ETA? ¿Qué es eso? ¿Asesinatos? ¿Cuándo, dónde? La alegre muchachada de Bildu aparece frente a esta hornada de universitarios como gente enrollada que defiende la lucha feminista, el medio ambiente y la utilización generalizada del euskera para recuperar la identidad arrebatada. Hay que ser muy retrógrado para negar que ahora son ellos los que se desviven por alcanzar el máximo grado de convivencia. Si hasta arriman el hombro para que no se le caiga el andamio a Pedro Sánchez en el Gobierno de la nación.
Memoria democrática
Y a esto lo llaman memoria democrática. Que en el fondo no es otra cosa que disponer de todos los medios a su alcance para seguir ahondando en la desmemoria y el desconocimiento. Por eso, el alcalde socialista de Ermua, Juan Carlos Abascal, se opuso a que Marimar Blanco interviniera en los actos de homenaje a su hermano. No vaya a ser que muchos descubran ahora que el concejal de Ermua asesinado, como dicen algunos medios deliberadamente escuetos, era del Partido Popular.
Menudo problema se puede generar ahora si todos esos jóvenes que no saben quién fue Miguel Ángel Blanco descubren que quienes optaron por defender en el País Vasco las siglas del PP y lo que representa fueron, durante décadas, perseguidos, acosados y, en muchos casos, asesinados. Si descubren igualmente que hubo un terrorismo que buscó, por la vía del tiro en la nuca o la bomba-lapa, que quienes defendían la Constitución y sus valores democráticos no pudieran hacerlo libremente en muchas localidades vascas. Y no les digo nada si acaban comprobando que quienes ahora les hablan alegremente de identidad, feminismo y ecología no solo no movieron nunca un dedo por la convivencia y la paz, sino que participaron activamente en la expulsión de miles de vascos fuera de esta comunidad.
Los miles de transterrados, como ahora se llama a quienes tuvieron que abandonar su tierra por las amenazas de ETA y la imposición nacionalista, han dejado un vacío difícil ahora de revertir. Un déficit democrático del que se beneficia el nacionalismo en todas sus versiones y en todas las citas electorales. La hegemonía nacionalista es también fruto del dolor de décadas de asesinatos y amenazas. Desde entonces no todos los partidos políticos se presentan ante las urnas en igualdad de condiciones en el País Vasco. No ser nacionalista ni de izquierdas en algunos pueblos te puede costar caro incluso ahora. Y eso no se arregla con leyes de memoria democrática tejidas como alfombras para guardar debajo lo que no queremos que se vea.
Maquillar la realidad
Por eso, la presencia del PP y en particular de Marimar Blanco escuece al gobierno de coalición que tienen en Vitoria el PNV y el PSE. Cualquier signo que evidencie que hubo víctimas y verdugos, que unos pusieron las nucas y otros las balas, dificulta el discurso de desmemoria del Gobierno de Pedro Sánchez que con ayuda del PNV y Bildu, quieren imponer en la sociedad vasca. Como si la barbarie y la sinrazón de la banda terrorista la hubiéramos sufrido todos por igual. Pero no. A Miguel Ángel Blanco lo mataron por ser concejal del PP en Ermua. Y lo que hay que explicar a los jóvenes que desconocen lo sucedido es que si hubiera militado en el nacionalismo posiblemente seguiría vivo. Y esa es la triste verdad que ahora se quiere maquillar.