A las barricadas
Uno de los grandes problemas de la comunicación de masas es, curiosamente, contrastar una mentira. Cuando una mentira se repite en innumerables medios llega un momento que es casi imposible decir lo contrario sin caer en un estereotipo, cuanto menos, extraño.
Aquí en Catalunya nadie puede negar los 16.000 millones de las balanzas fiscales porque eres un mal economista. Nadie puede decir que el sistema educativo es un fracaso porque eres un facha. Nadie puede intentar argumentar contra las mentiras del independentismo porque eres simplemente un traidor.
Y a la primera que te despistas ya te están mandado a tu tierra (sic). ¡Ups! Pero si mi tierra es Barcelona ¿dónde nos mandan? Pero entonces ya sabemos que no somos buenos catalanes. En el fondo, toda esa manía de dar órdenes e instrucciones se está volviendo muy peligrosa.
Y la verdad, ya tenemos a Francesc Homs, que no sabe donde orinar, a una parte de Unió, y a alguno de Convergencia, negociando por lo bajo para buscar una salida digna –ya saben de cobardes está este país lleno–. Todos detectan que vamos mal, muy mal.
Porque el problema, como hemos dicho en otras ocasiones, ya es difícilmente controlable. Ahora tenemos un parte importante de la población, nunca lo hemos negado, apostando por la Independencia y una parte igual de importante apostando por la unidad.
Y eso, en Catalunya, España, o China se llama tener bandos. Y sobre tener bandos, la historia nos ha enseñado que nunca ha sido bueno. Ya me dirán quien es el listo que ahora desmiente todas las mentiras que se han ido diciendo estos años. Porque claro mentir es malo, pero saber que te han metido es aún peor. Próxima parada: ¡A las barricadas!.
Aunque alguno se enfade siempre hemos insistido en que el gran problema de Catalunya no es la economía, no es la emigración, no es el discurso político ni incluso es esa fantasmagórica sociedad civil que nadie conoce pero de las que todos los que hablan siempre dicen formar parte.
El problema de Catalunya es la educación, el nivel ínfimo de educación y de inteligencia emocional de muchos catalanes. Aquí nos dicen que España nos roba y ni Dios pregunta las fuentes. Aquí nos dicen que un niño catalán habla mejor español que uno de castilla y ni Dios lo cuestiona. Aquí nos dicen que somos el motor de España y ni Dios mira una puñetera estadística.
Y para evitar equívocos no digo con esto que cualquier independentista tenga un nivel inferior de formación que cualquier otro ciudadano. Aquí, volviendo a los bandos, ambos son bastante cortos. Con líderes cortos de mente. Con sus representantes, más bien en general, con un nivel educativo y de vida alejado de la realidad. Y ese es el problema.
Si soltamos dos grupos de borregos y les soltamos unas mentiras ya verán como tenemos fiesta seguro. El choque de trenes será una fiesta infantil comparado con lo que vamos a ver en los próximos meses.
Divagando hace unos días, contestaba a un estudio Delphi –de un estudio universitario USA-europeo– donde me preguntaban algo así como en que debería basarse un hipotético emprendedor para triunfar en los próximos años.
Mi respuesta fue clara: escuchar a la gente, ser transparente y dar un valor superior a las personas que al dinero. Ese emprendedor hipotético podría ser Catalunya. Pero si pensamos fríamente, aquí ni se escucha –sólo a una parte–, ni se es transparente —caso Palau— , y mucho menos se da valor a las personas –sólo ver los últimos recortes de la Generalitat–. Algunos no entienden que al final por mucho catalanismo o españolismo aquí estamos negociando el futuro de las personas. Enfrentarlas con mentiras es un fracaso del sistema y una traición a la inteligencia.
Sinceramente, quien se las da de buen catalán o de buen español me la suda bastante. Pienso que esos que están fracturando la sociedad con sus discursos son unos analfabetos morales y unos desconocedores de la historia moderna.
No sólo quieren bandos, sino que preparan ya las barricadas. Seguro que alguno hasta piensa dónde llevar a los enemigos a pasear. Otros piensan en plan flores, aunque solo lleven el capullo dentro. Y al final lo único claro de todo este follón es que antes de finales de año tendremos a la mitad de Catalunya (10% arriba o abajo) cabreada con la otra mitad.
Y el problema de cabrearse entre gente lúcida es que nos queda la discusión. Pero el problema de cabrear a gente sin educación es que la discusión ya no es el camino. Ya saben, ante un pueblo tan ignorante, prepárense para lo peor. Eso sí, tomen nota: los “líderes” tendrán a buen recaudo su futuro con sus cuentas fuera del país.
A las barricadas no irán los Mas, Pujol, Homs, Junqueras, Camacho, Rivera o el de las bicis –Herrera–. No, a fastidiarse, irán ustedes. Ya saben, escuchen el mensaje: próxima parada, ¡a las barricadas!