A la política responsable no le gustan las alturas
Las alturas son un atractivo para los políticos, pero el reinado de Macron o Merkel supone un regreso a los despachos, donde se hace la gran política
Un aspecto destacable de la psicología humana es que cuando alguien intenta escapar de una persecución y se encuentra en el borde de una alta cornisa, no es el miedo a caer, sino el temor a la atracción lo que provoca la respuesta irracional de saltar al vacío. De eso trata el adelanto electoral de May en el Reino Unido con el intento de convocar otro referéndum en Escocia.
Y de eso trata también la convocatoria del referéndum en Cataluña el próximo 1 de octubre del 2017. En ambos casos, los protagonistas se han visto acorralados por el calendario y por el ansia por reconducir, a través de las urnas, su débil poder. Esta doble sensación se sintetiza en un vértigo eufórico. Una alteración del estado que provoca la distorsión de las dimensiones espacio y tiempo, hasta perderse uno en sus propias sensaciones y elucubraciones.
La política no está exenta de sentirse asediada por los mismos males que aquejan a todos los mortales.
En España parece que se desea saltar desde la cornisa o esperar a que amaine la dura realidad
La política en Europa y, en especial, en España tiene el mal de sentirse a cada instante perseguido por una realidad que les obliga a saltar, una y otra vez, desde la cornisa de un alto edificio o a quedarse esperando que amaine la dura realidad. Macron es uno de los pocos políticos europeos, junto a Merkel, que ha dicho a sus electores que no quieren vivir constantemente al borde del precipicio.
Y han ganado. Su estratagema ha sido dejar de guiarse por los apocalípticos o por los fríos pragmáticos y decirles a sus electores que prefieren escuchar lo que estos necesitan y no estar todo el tiempo proclamando lo que deberían tener. Es un ajuste del político con la realidad y de la política con el bien común.
El reinado de Macron o Merkel supone dejar las alturas para volver a los despachos
Las victorias de Macron y Merkel plantean un retorno a la política de planta baja; una política nada aérea, sin argumentos adictivos, que contrasta con la política de aquellos que proclaman cambios rotando en alarmas que provocan la tensión o el miedo a caerse en el vacío.
El problema de la política en la cornisa es que buena parte de los electores ya han observado que muchos de estos políticos que proclaman un salto valiente, lo hacen con arnés. Aunque también es cierto que hay políticos que consideran que sólo el riesgo, una cierta imprudencia y la movilización continua pueden cambiar la suerte de un pueblo.
La Europa que se anuncia con el reinado republicano de Macron y Merkel, y muy probablemente la de Renzi en el futuro, supone dejar las alturas para volver a los despachos que es donde se hace la gran política.