A la marquesa le divierte razonar
Cayetana Álvarez de Toledo se consolida con su libro "Políticamente indeseable" como una buscadora de la verdad que emplaza a sus lectores a dar la batalla de las ideas
La marquesa tiene nombre, Cayetana Álvarez de Toledo. Divertir (se), del latín divertere, “llevar por varios lados”, admite acepciones como “entretener, recrear” o “apartar, desviar, alejar”. El Diccionario panhispánico de dudas señala que “divertir” es un verbo de “afección psíquica” que designa procesos que afectan al ánimo o producen acciones o reacciones emotivas, como afectar, asustar, asombrar, convencer, impresionar, ofender, preocupar, etc. Finalmente, el razonar consiste en una serie de operaciones mentales que conducen de juicios predeterminados a nuevos juicios.
Políticamente indeseable
Efectivamente, a Cayetana Álvarez de Toledo -la expresión es suya- le divierte razonar. Y lo consigue en su libro Políticamente indeseable (2021). Una crónica personal sobre aspectos diversos de la realidad nuestra de cada día –mayormente, políticos: las relaciones con el partido, la necesidad del liderazgo, la libertad individual, la independencia de los medios, la verdad, etc.- en la que aparecen una serie de pequeños ensayos que convierten el trabajo de nuestra autora en una suerte de compendio razonado para, como diría el clásico, ir “deshaciendo agravios y enderezando tuertos, como es uso y costumbre de los buenos andantes caballeros”. Sí, en masculino, ¿por qué no?
Cayetana Álvarez de Toledo nos lleva por varios lados para recrear imágenes fieles, ahuyentar fantasmas y detectar determinadas afecciones psíquicas que conviene analizar. Todo ello, con el uso de una razón que, a la manera Kant, hay que entender como un sentimiento moral que fundamenta la acción moral. Y si Kant decía que más allá de la razón se encuentra la metafísica, Cayetana Álvarez de Toledo muestra que más allá de la razón y la moral está el autoritarismo disfrazado de progresismo y nacionalismo. En España, por ejemplo.
A continuación, se da cuenta y razón de cuatro de los pequeños ensayos que van apareciendo y reapareciendo por el libro y que tienen mucho que ver con la acción moral –también, con la acción política- de la cual se hablaba antes.
La guerra de las identidades y el Disney xenófobo
La guerra de las identidades –mujeres, homosexuales, negros musulmanes, nacionalismos centrípetos, osos y lo que quieran añadir-, en nombre del Progreso, ha hecho realidad una Gran Involución, impulsada por la izquierda dogmática y prescriptiva, que nos ha conducido a la antesala del oscurantismo.
Así se enfrenta a las mujeres con los hombres, a los homosexuales con los heterosexuales, a las nuevas feministas con las viejas feministas, a los negros con los blancos, a los indígenas con los forasteros, a los catalanes o vascos poseídos por el instinto pueril que ha diseñado un “Disney xenófobo” con la España democrática y constitucional y con la otra mitad que en Cataluña “el nacionalismo ha silenciado y despreciado” -derechos lingüísticos incluidos- siendo el PSC “el manto de angora del nacionalismo”. Un socialismo que, con la inestimable colaboración de la prensa y el establishment, habría “otorgado a una ideología reaccionaria su inaudita legitimidad moral”.
Así se archiva el Preámbulo de la Declaración de Independencia de Estados Unidos (1776): “Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales…”. Lo mismo ocurre con el artículo 1 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) que establece que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”.
Reaccionarias, supersticiosas, mojigatas y matonescas
Ahí está el “agravante de género” que discrimina por sexo: a idéntico delito mayor castigo para el hombre. Un agravante de género que tiene la mala costumbre de no culpar al hombre concreto que delinque, sino al hombre como categoría. Un feminismo de izquierda que presenta “la violencia de pareja como un crimen cultural” fruto de un “supuesto heteropatriarcado machista, capitalista, opresor y brutal”.
Por todo ello, Cayetana Álvarez de Toledo reivindica el feminismo amazónico de Camille Paglia, defensora del feminismo igualitario propio de una ciudadanía adulta que enarbola la bandera de la libertad y la responsabilidad. Un feminismo amazónico que –nuestra autora comparte las ideas de la estadunidense- critica duramente al soi-disant feminismo progresista que ha devenido “reaccionario, supersticioso, mojigato y matonesco”. El mensaje: “lo peor que podemos hacerles a nuestras hijas es enseñarles que nacen víctimas, porque el victimismo es el primer paso hacia el dominio y el sometimiento por parte de un presunto salvador, hombre o mujer”.
Gente ultra, radical y tóxica
Una peculiaridad española: el insólito caso del centrismo pronacionalista que hace que, en España, la moderación política se calcule por la distancia que se mantiene –sea un partido o un individuo- con el nacionalismo. Cuanto más pronacionalista se es, más centrista se es. Cosa sorprendente –legitimada por la izquierda mediática- si tenemos en cuenta que en la mayoría de las democracias los nacionalistas son considerados “gente ultra, radical, tóxica”.
¿Qué hizo el Estado en Cataluña?
La frase es rotunda: “el apaciguamiento español es el que ha mantenido viva la ficción separatista”. El “golpe del 1 de octubre” pudo suponer la transición de la Cataluña adolescente a la Cataluña adulta si tenemos en cuenta el fracaso del “proceso” gracias al discurso del rey, la actuación de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, la condena de los golpistas y la movilización cívica. En definitiva, “si Puigdemont, Junqueras y sus secuaces no lograron sus objetivos es simplemente porque el Estado actuó en legítimo uso de su fuerza”.
Tras el 1-O, ¿qué? Cataluña, después de las leyes ilegales aprobadas en el Parlament los días 6 y 7 de septiembre de 2017 –un “escándalo bananero” que desconectaba Cataluña de España, Europa y la democracia-, después del referéndum ilegal del 1-0, siguió en su condición de adolescente político porque el Estado fue incapaz de “exhibir una cierta firmeza de espíritu y corazón”. No se mantuvo el apoyo a las fuerzas y cuerpos de seguridad, ni la movilización social, ni la presencia del rey en Cataluña como símbolo y garante del Estado democrático.
Y después llegó el indulto: “ni justicia, ni equidad, ni utilidad pública, ni una mínima prueba de arrepentimiento”. Y después el “apreteu, apreteu”.
Y ahí están unas preguntas planteadas por la autora: ¿Qué hizo el Estado en Cataluña? ¿Qué hicieron los grandes partidos nacionales? ¿Qué hicieron las élites? ¿Los empresarios, los plutócratas, los obispos? ¿Y el resto de los españoles? ¿Cuántas veces nos manifestamos en Barcelona en defensa de los derechos democráticos de nuestros compatriotas? ¿Qué habría ocurrido si los constitucionalistas catalanes no hubieran aceptado, pacíficos, pacientes, estoicos, el desprecio de sus instituciones, los insultos y sus humillaciones? Concluye: “la democracia española tiene una deuda impagable con los constitucionalistas catalanes”.
Libres e iguales
En un momento determinado del libro, Cayetana Álvarez de Toledo le espeta a Miquel Iceta lo siguiente: “Yo tengo principios. Vosotros estáis siempre en la ambigüedad y la equidistancia”.
Cayetana Álvarez de Toledo –una truth seeker, como la llamó Pedro Jota- es una buscadora de la verdad que hasta ahora ha sido una “perdedora nata” que está “con las causas perdidas, es mi sino, mi destino”. Pero no desfallece. Por eso, en el libro, emplaza a los lectores a la batalla de unas ideas que para algunos resultan políticamente indeseables. Ya saben, libres e iguales.