Recuerda Alejandro Ramírez en este episodio de La plaza, en el que la nueva ofensiva tributaria se ha comido buena parte del tiempo, que la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) cifró en 60.000 millones de euros los gastos superfluos del Estado español. Parece, pues, que, a la vista de ese dato, antes de pedir un mayor esfuerzo a los ciudadanos, el Gobierno viera la manera de reducir ese gasto improductivo, que nada genera, y que supone una cifra importante, y más en tiempo de crisis.
Asimismo, sería deseable que, puestos a “arrimar el hombro”, el Gobierno, las diferentes y múltiples administraciones que pueblan la geografía nacional, dieran ejemplo de austeridad y se apretaran el cinturón tanto en gastos suntuarios como en la inmensa plantilla de asesores y otros cargos de confianza, asumible, si acaso, en tiempos de bonanza, pero lamentable en tiempos como los que corren o van a venir.
Ninguna de esas dos situaciones se ha producido o se va a producir. Pedir a la ciudadanía una mayor dosis de esfuerzo y compromiso y en paralelo rehuir modelos de austeridad o de ejemplaridad entre los propios sólo produce irritación en el global de la población y falta de credibilidad y autoridad. En esas estamos.
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