Chico y Rita le persiguen, y con ellos la maldición de la Habana Vieja. La historia de amor cinematográfico entre Chico Valdés y Rita La Belle, dos identidades dignas de Tres Tristes Tigres (el monumento narrativo de Cabrera Infante), tiene un fatalismo romántico que ha llegado en mala época, los años del crash. Mariscal y Fernando Trueba ambientaron la cinta en la Habana, París y Nueva York, ciudades femeninas (con  entraña) en las que se rinde  homenaje al jazz latino y al cine de Hollywood de las décadas imaginarias del blanco y negro, con Casablanca enmarcando el fondo. Chico y Rita fue lo que fue y con eso basta,  pero no alcanzó el éxito comercial previsto.

Eran los primeros compases del huracán qua ha cercenado al arte y a sus artistas. El público amó la cinta de Trueba y Mariscal sin llegar a verla a causa del IVA millonario de Montoro.  Luego, el silencio, y luego apenas nada, salvo el encargo de Aena de inventar un nuevo logo para la salida a Bolsa que festonea estos días la privatización del gran operador aeroportuario español. Mariscal propuso la reinterpretación de un triángulo verde -descartando la combinación con el azul- para simbolizar la proximidad de la firma con el medio ambiente y «su cercanía» a la tierra. Pero, por lo visto, los sindicatos de Aena, CSI-F  (si la envidia fuera tiña) consideran que el nuevo logo del artista mantiene un parecido razonable con los emblemas que usan los ex trabajadores de la empresa.

Todo ha ido in crescendo, y ahora al autor del Cobi de las Olimpiadas del 92 le piden explicaciones en todas partes, incluso en las Cortes Españolas. Sus señorías quieren saber cuánto le ha costado la broma a la empresa.

Los sindicatos acusan a Mariscal de haber aceptado el encargo cuando su estudio (Estudio Mariscal SA) había entrado en concurso de acreedores, acuciado por las pérdidas recurrentes de los años de la crisis, un tobogán mercantil por el que se han esfumado pintores, arquitectos, paisajistas, creativos, diseñadores, etc.

Javier Mariscal constituyó la empresa Estudio Mariscal SA en 1989, para facturar sus trabajos como diseñador. La firma registró un desarrollo plácido y generó resultados positivos durante todos los ejercicios.

Pero la bonanza se acabó en 2013, cuando encajó un quebranto de 809.000 euros. Las pérdidas continuaron en 2014 y esta situación no fue considerada por Aena para contratarle como diseñador de su nuevo logotipo. El encargo se desarrolló durante el verano, y Mariscal entregó las artes finales el último día de agosto. El estudio, que cuenta con el beneficio de alguna subvención, tiene un pasivo exigible de millón y medio de euros.

Mariscal lo ha hecho casi todo desde que se instaló en Barcelona para estudiar en Elisava y entró en contacto con historietistas e ilustradores como Miquel Beltrán, Daniel Torres, Nazario o Farry, sus colegas en las revistas El rollo enmascarado o Star. Los años del «underground» precedieron a su etapa de interiorista (el Dúplex de Valencia) y pronto llegaron los premios y el reconocimiento internacional. Pertenece a una generación alternativa que ha sabido combinar disciplinas y se ha determinado a sí misma como inclasificable. Entró en el cómic influenciado por Robert Crumb y destacó en su serie Los Garriris. Se catapultó a la pintura, la escultura y, finalmente, al cine, donde gracias a su habanero adoptivo, ha conseguido hacerse invisible, fundirse entre Chico y Rita. Aena y su ministra solo son el complemento alimenticio.