El PP debe decidirse ya con Vox

Es desconcertante cómo, tras una campaña dirigida a proteger Castilla y León contra Pedro Sánchez, el PP plantea ahora acuerdos con el PSOE para no pactar con Vox en Castilla y León. Cuanto antes asuma Casado la coalición, menos votos seguirá perdiendo en favor de Abascal.

Lo malo de querer ser Pedro Sánchez es que el presidente es único. Solo él puede prometer que dormiría mal con Podemos en el Gobierno y al día siguiente contraer una coalición con Pablo Iglesias, sin despeinarse y cayendo de pie. Si Pablo Casado está intentando hacer lo mismo con Vox puede llevarse un chasco incluso mayor que el resultado de las elecciones en Castilla y León.

El debate durante la jornada ha sido si el PSOE debería abstenerse en Castilla para evitar que Vox entre en el Ejecutivo regional, y si el PP debería aceptarlo, por otro lado. Repetimos la pantomima postelectoral habitual, como cuando el PP, concretamente Cayetana Álvarez de Toledo, proponía una gran coalición entre PP y PSOE para evitar el concurso de los independentistas. Tanto unos como otros sabían entonces y vuelven a saber ahora que esto no irá a ningún lugar.

Vox en los gobiernos autonómicos y nacionales

Porque, mal que les pese a algunos, el escenario natural del futuro de la derecha pasa por un Gobierno de coalición entre PP y Vox, en Castilla y León y España, de la misma forma que ya no imaginamos gobiernos de izquierdas sin varios ministros procedentes de la órbita de Podemos. Alfonso Fernández Mañueco y Pablo Casado lo saben perfectamente. Retrasar su aceptación y normalización es una jugada que solo puede afectar negativamente al PP.

La estrategia de Mañueco y Génova desde ayer es desconcertante. Después de diseñar una campaña electoral con Pedro Sánchez como enemigo del pueblo, de nuevo planteando un plebiscito entre «socialismo y libertad», y llamando a sus votantes a proteger Castilla y León de las alianzas sociocomunistas, de repente, después de dos tuits y dos editoriales del Financial Times y The Guardian, nos despertamos con cordones sanitarios a Vox y abriendo la puerta a pactos con el PSOE. Desconcertante, sobre todo, para los votantes del PP; y un aliciente para los votantes que oscilen hacia Vox o el PSOE.

Entra dentro de la estrategia postelectoral empezar la negociación desde una posición ganadora, ‘haciendo ver’ que uno tiene múltiples opciones para gobernar. A la vista está que no es así. La otra fuerza que podría decantar las alianzas a posiciones más centristas se la han cargado, que es Ciudadanos. Pero tanto Mañueco como Casado, cuanto antes asuman la coalición, menos votos perderán en favor del partido de Santiago Abascal.

El modelo Ayuso

Todo el mundo quiere ser Isabel Díaz Ayuso y tener gobiernos en solitario, pero la presidenta de Madrid nunca rechazó un Ejecutivo con Vox. Lo que pasa es que ella tiene 65 diputados en Madrid, a 4 de la mayoría absoluta. Mañueco, o cualquier barón popular puede retrasar el baile hasta la batalla final. Pero, lejos de aparentar moderación o institucionalismo, solo dará la impresión de que han terminado arrastrando los pies hasta el pacto con Vox, dando una segunda victoria al partido de Pablo Abascal y aceptando el marco discursivo del PSOE.

El eslogan «que viene la Ultraderecha», que ya no le funcionó a Pedro Sánchez en las elecciones madrileñas, tiene opciones de volver a triunfar gracias a la indefinición del PP respecto a Vox. Pensar que, electoralmente, esta ambigüedad estratégica supone un beneficio para Juanma Moreno en Andalucía es cortoplacista y, quizás, ineficiente.

Normalizar Vox

El PP de Pablo Casado no tiene ningún elemento demoscópico para pensar que puede ganar suficiente fuerza como para no depender de un Ejecutivo con Vox. Y pronto vendrán las elecciones andaluzas, quizás las valencianas, y en mayo del próximo año las autonómicas y las locales; y a finales de año las elecciones generales. Todo lo que tarde Pablo Casado en normalizar que Vox entrará en los Gobiernos antes o después, son apoyos que seguirán perdiendo. Vox ha llegado para quedarse y ha calado profundamente en la sociedad española.

La única forma de que Vox no entre en los gobiernos locales, autonómicos y nacionales, es que el PP se convierta en partido hegemónico en la derecha: y eso no lo conseguirá mientras siga distanciándose de Vox quien, al fin y al cabo, no ha hecho más que quedarse con sus votantes. De hecho, es probable que con la estrategia dubitativa actual, dentro de dos años sea el PP quien termine pidiendo una vicepresidencia en el Gobierno.