15J de 1977 y la crisis de los cuarenta

La democracia española va a por los 40 y, como pasa con la mayoría de los humanos, a esa edad se padece una crisis de mayor o menor intensidad. Anteayer se cumplió el 39º aniversario de las primeras elecciones democráticas en España después de 38 años de dictadura. Si las casi cuatro décadas de dictadura nos parecieron un infierno, estos casi 40 años de democracia han demostrado hasta qué punto aún perviven las debilidades de la transición.

Aquel 15J de 1977 era miércoles y fue una fiesta, por lo menos es así como lo recuerdo. En un solo año ocurrieron un sinfín de cosas: el atentado ultraderechista de Atocha contra los laboralistas de CCOO, entre ellos la actual alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena (quien ocupó el número 23 de la lista del PCE por Madrid en las elecciones del 15J); la promulgación de la amnistía para los presos políticos; el regreso del presidente Josep Tarradellas y su «ja sóc aquí!» pronunciado desde el balcón del Palau de la Generalitat bajo la atenta mirada del maestro de ceremonias, el «compañero de viaje» de los comunistas, Pere Portabella; la histórica Diada en que millón y medio de catalanes reclamaron el Estatuto y un largo etcétera.

Fue en ese mes de junio de 1977 cuando se celebró en Barcelona la primera manifestación homosexual, que acabó dispersada con balas de goma, fruto de la intolerancia y del peso del franquismo en las fuerzas policiales. Recuerdo ese mes de junio casi en blanco y negro, como si fuese un tiempo más lejano de lo que es en realidad. No siento, la verdad sea dicha, ninguna nostalgia por aquellos años. Lo que sí recuerdo es que por aquel entonces servidor era muy crítico con la prudencia que imprimía el PSUC, partido en el que entonces militaba, a su acción política.

Claro que yo estaba a punto de cumplir los 20 años y los dirigentes comunistas ya eran hombres y mujeres maduros o directamente viejos, como Gregorio López Raimundo, Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, o Rafael Alberti, quien, por cierto, nada más descender las escalerillas del avión de regreso del exilio, proclamó: «Me fui de España con el puño cerrado y regreso con la mano abierta en señal de concordia entre todos los españoles». Su melena blanca y el pañuelo romano al cuello, daban a esa declaración del viejo poeta comunista un sentido épico que era difícil de rebatir.

Parecía que los comunistas iban a tener el papel decisivo que en aquellos años tenían el PCF y el PCI en Francia e Italia, respectivamente. Pero finalmente eso no fue así. El fracaso del PCE, que obtuvo el 9,4 % de los votos y se quedó en 20 diputados (8 de los cuales del PSUC), causó un fuerte impacto, ya que no se preveía que sacara un resultado tan bajo. El resultado de los comunistas no se correspondía ni con su organización ni con su hegemonía entre la oposición durante la dictadura franquista.

El otro gran derrotado en aquella jornada, junto con el PCE, fue Alianza Popular (AP), de Manuel Fraga, el partido que se reclamaba heredero de lo que había sido el franquismo sin ninguna vergüenza, que sólo obtuvo el 8,3 % de los votos y 16 diputados —13 de los cuales habían sido ministros con Franco.

Esas dos derrotas fueron todavía más contundentes a tenor de la alta participación, cercana al 79 % del censo. La victoria fue para la Unión de Centro Democrático (UCD), liderada por el antiguo jerarca de la dictadura Adolfo Suárez, quien se benefició del franquismo sociológico a pesar de no lograr alcanzar la mayoría absoluta en el Congreso de Diputados, pues obtuvo el 34 % de los votos y 165 escaños: le faltaron 11 parlamentarios exactos.

El segundo triunfador fue, sin embargo, el PSOE, que se convirtió en el partido hegemónico de la izquierda al conseguir el 29,3 % de los votos y 118 diputados, desbancando por amplio margen al PCE. También quedó desbancado el Partido Socialista Popular (PSP) de Enrique Tierno Galván, un típico partido radical-socialista que concurrió a las elecciones junto a varias pequeñas organizaciones bajo el nombre Unidad Socialista. A pesar de esta coalición, el PSP sólo obtuvo seis diputados y el 4 % de los votos.

Al margen de ese sistema de partidos español, los nacionalistas vascos y catalanes se constituyeron en sendas minorías parlamentarias, cuya influencia en la formación de los distintos gobiernos en España ha sido siempre determinante. Contra eso se asienta el tirón de C’s, partido que tiene en su ADN un anticatalanismo feroz, pues busca sustituirles como partido bisagra. De momento no lo ha logrado, a diferencia de los nacionalistas, que siempre consiguieron pactar la estabilidad gubernamental.  

Ahora, 39 años después, vamos a volver a las urnas y los hijos del PCE, sumados a los nacional-populistas de Pablo Iglesias, quieren acelerar la historia. Está bien que los jóvenes vivan su vida y se equivoquen. Lo que da un poco de risa es ver a los viejos comunistas de hoy sumándose a lo que no fueron capaces de defender en 1977, cuando ellos mismos prohibían las banderas republicanas en pro de la «reconciliación nacional».

El PCE quedó catatónico por un exceso de ideología. Ahora la ideología se está aprovechando de que la corrupción de los partidos del «régimen» ha hecho mella en la conciencia de las jóvenes generaciones. Puede que ahora los partidos que en 1977 estaban en los extremos se conviertan en centrales. Es la ley del péndulo. Y es que la crisis de los cuarentones es muy mala.