12-A: Dos chamuscados y un quemado
Las elecciones vascas y gallegas dejan varios avisos a nivel nacional, entre otros, que la crispación solo gusta a los hooligans
Pese a los rebrotes del coronavirus y el ya conocido todos contra uno, las encuestas electorales no se han equivocado esta vez. Señal de que gallegos y vascos no precisaban de campaña electoral para decidir su voto. La personalidad sumada a la acción de gobierno de Alberto Núñez Feijóo y de Íñigo Urkullu andaba a años luz de sus contrincantes. Esta es la causa de que hayan sido ratificados al alza este domingo por el electorado de Galicia y de Euskadi, respectivamente.
Quien quiera hacer lecturas nacionales de estos dos comicios autonómicos lo tiene crudo salvo en dos puntos: es la moderación y no la crispación la guía del votante, y, dos, el electorado no se deja engañar por los discursos sobre política española cuando de lo más próximo se trata.
Con cuarenta años de democracia encima de nuestras espaldas y de un sistema político basado en una fuerte descentralización, los dirigentes estatales deberían saber que el paracaidismo no da votos, sino que a veces, incluso los resta.
Chamuscados y quemados
En estas elecciones no sólo se ha reiterado lo ya dicho, sino que, además, han quedado chamuscados Pedro Sánchez y Pablo Casado, y absolutamente quemado Pablo Iglesias, el rasputín monclovita formado en el chavismo. La formación del presidente del Gobierno de España ha salvado los muebles en el País Vasco y será nuevamente pareja de baile gubernamental del PNV, pero en Galicia no, de ninguna manera, pues el salto dado por el BNG le relega a un iimpensado tercer puesto, castigándole de verdad, y sometiéndole a un interrogatorio de los finos.
Pablo Casado ya vio en campaña electoral que el frentismo sirve para unir a los duros de su partido, pero que sumar no suma, porque es incapaz tan siquiera de caer en gracia a lo más centrado del electorado de sus predecesores en el cargo de presidente del PP. Hizo bien Feijóo tachando a Cayetana Álvarez de Toledo y a todos los voceros favorables a la guerra sin cuartel y perimetrando a Casado. Le hubieran llevado al matadero. Hoy, el victorioso gallego, es la gran esperanza blanca de un PP que cuestiona las maneras y el discurso de su líder.
Las cortinas de humo de Iglesias
Mientras, el otro Pablo, Iglesias, ha mordido el polvo en Galicia. Lo han fumigado, literalmente. No ha sacado ni un solo escaño tras tres años de remiendos en la destartalada casa que le cobijó. Y en Euskadi le han perdonado la vida, pero le han quitado el 50% de la pobre representación parlamentaria que tenía. Doble fracaso para quien no es de fiar.
Ahora mismo, Iglesias tensa al máximo a la Monarquía en un infantil intento de esconder su problemón: la justicia lo investiga por partida doble – su teléfono y las sorprendentes filtraciones de un fiscal a su abogada – y la prensa seria le destroza por sus señalamientos a profesionales como la copa de un pino que no siguen sus dictados.
Y es que, como ha descubierto la progre de Susana Griso, que tanto promocionó a Podemos, “la nueva política tolera mucho peor la crítica que la vieja política”. Griso lo ha dicho con un desacierto algo más que gramatical, pues los neocomunistas chavistas no soportan que alguien les lleve la contraria. Cosa bien distinta.
Avisos a nivel nacional
En estas elecciones autonómicas gallegas y vascas se han dado varios avisos a la política nacional; a saber: el político se faja recorriendo pueblos y ciudades para hablar con sus conciudadanos, y no sólo con los suyos; al político se le pide seriedad y rigor en su quehacer; en la moderación se halla el necesario trasvase de votos para ser alternativa real de gobierno; la crispación gusta a la hooligans propios y expulsa a quienes podrían ser útiles para la alternancia en el poder; se reconoce mejor a un mentiroso que a un cojo; y, entre otras más, el discurso dicho “nacional” no sirve para las elecciones autonómicas en las comunidades con reconocimiento de nacionalidad, sino que a veces ahuyenta a los ciudadanos y facilita el trasvase de votos. Los neófitos deberían tomar nota.