Hay restauradores que a la vista del éxito cosechado se deciden por abrir un segundo establecimiento con la misma fórmula.Y si triunfa, en algunos casos se monta una cadena, ya sea en propiedad o en forma de franquicias, que tiene menos riesgo y puede ser más lucrativo.
Otros tratan de reproducir el triunfo, aunque con otras fórmulas. Juegan a ofrecer distintos productos para el mismo público o quizás para otros. Es lo que suelen hacer los cocineros que se multiplican, como Carles Abellán, Albert Adriá, Jordi Vilà o Carles Tejedor.
También lo hacen algunas empresas, como el Grupo Olivé. Tiene cinco enseñas –L’Olivé, Barceloneta, Paco Meralgo, Tuset y Vinya-Roel-, cada una de ellas orientada a un tipo de público distinto o quizá simplemente para un momento distinto.
La originalidad
El caso es que, igual que pasa con los cocineros, resulta muy difícil ofrecer algo diferente cuando es el mismo autor o la misma empresa quienes están detrás. Y es lógico: no tendría sentido montar una cadena si no fuera para aprovechar sinergias, de compras, creativas, de lo que sea.
Tuve esa sensación comiendo en el Vinya-Roel. Es fundamentalmente una enoteca, aunque la forma en que presenta su oferta despista bastante. El establecimiento gira en torno al vino, pero solo en lo formal. En esencia, es un restaurante más.
Es un local amplio, donde antes había estado La Targa Florio, muy bien decorado, con los techos imitando unas cavas de vino, y agradable; con un servicio efectivo. La apelación al vino que hace el nombre del establecimiento se ve confirmada nada más entrar por la gran exposición de botellas de la entrada y por la preciosa cava acristalada en el centro del comedor principal.
A copas
Es un lugar muy recomendable para beber a copas no solo por botellas. Para la primera opción, Vinya-Roel ofrece siete blancos, seis tintos, un cava y un champagne; están conservados al vacío con escanciadores de nitrógeno. La carta de vinos tiene unas 500 referencias de todas partes y de todos los precios.
Lo mejor del caso es que sirven el vino al mismo precio que la bodega, incluso más barato, como ocurre con el elitista Milmanda de Torres, que en este restaurante está a 36,65 euros, frente a los 41 de la tienda. Camins del Priorat y Pétalos del Bierzo, dos productos de Álvaro Palacios, están efectivamente al mismo precio que en la bodega.
¿Qué es lo que falla? Que la carta distrae de lo que tendría que ser primordial: una oferta de 63 platos, sin contar los postres. Y 29 entrantes entre fríos y calientes, por ejemplo. No es que me parezca mal. Da igual que un restaurante ofrezca 60 o 12 platos, lo importante es que estén bien hechos y que lleguen a la mesa a su tiempo.
Conocido
Pero en este caso, cuando el objetivo es disfrutar del vino el Grupo Olivé no ha podido resistir la tentación de volcar toda su experiencia y amortizar sus instalaciones centrales. Cuando leía la carta del Vinya-Roel me iba acordando de los otros establecimientos de la empresa donde ya había probado esas especialidades.
Nos bebimos un Pétalos del Bierzo muy rico, como siempre. Y antes de empezar unas cañas de Krombacher bien tiradas y con la espuma adecuada.
De entrante, pedí dos medias raciones; de alcachofas fritas y de rabas. No sé si sería la fritanga o la paella de carne y verdura que comí de segundo, que estaba buena y no parecía pesada, pero me estuve acordando del almuerzo toda la tarde. Tengo la impresión de que mi acompañante, que había optado por una ensalada de ventresta con tomate y por una lubina al horno, disfrutó de mejor digestión.
El café es Illy, que siempre es garantía. Pagamos unos 50 euros por persona, pero la media está claramente por debajo: la lubina costaba 36 euros.