Verdades y mitos sobre el ahorro energĂ©tico que conviene conocer, segĂșn Sto

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Algunas afirmaciones erróneas para desterrar: «el ahorro energético es la única vía para reducir la contaminación procedente de la edificación», «Ahorro energético y eficiencia energética son lo mismo» o «Dejar la calefacción puesta todo el día con una temperatura media gasta menos»

Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el gasto energético de la edificación representa el 20% del consumo final en España, un porcentaje que se encuentra por encima de otros sectores como el del transporte (15%) y que tenderá a incrementarse en los próximos años. Este contexto está propiciando que tanto los profesionales del sector como los usuarios emprendan acciones enfocadas a la reducción de demanda energética. Sin embargo, las distintas fórmulas para hacerlo han dado lugar a muchos mitos que podrían estar impidiendo el objetivo final: disminuir el consumo.

Con motivo del Día Mundial del Ahorro de Energía (21 de octubre), los expertos de Sto, entidad alemana especializada en la elaboración de elementos y soluciones constructivas, analizan la credibilidad de algunas de las afirmaciones que se han afianzado:

  • «El ahorro energético es la única vía para reducir la contaminación procedente de la edificación». FALSO. Es uno de los elementos más importantes para conseguirlo, pero no el único. También hay que valorar otros, como el uso de materiales naturales, con bajo contenido de carbono o reciclados, la adecuada elección de procesos constructivos, los hábitos de conducta adecuados o los cambios en la usabilidad de los edificios con el objeto de incrementar su vida útil.
  • «Un edificio de consumo casi nulo es más caro que uno normal». DEPENDE. Por ejemplo, las construcciones Passivhaus son aproximadamente un 10 % más caras que las tradicionales, es cierto. No obstante, su gasto energético es un 80% inferior -lo que supondrán un importante ahorro anual- y tiene menos costes de mantenimiento, ya que utiliza materiales de mayor calidad y no tiene problemas de condensación o moho, principales causantes de los daños en los edificios tradicionales.
  • «Con el calentamiento global, el aislamiento térmico de las casas y edificios se hará menos necesario». FALSO. El calentamiento global no se traduce en un incremento placentero de las temperaturas, sino que más bien se representa en una inestabilidad creciente en el clima y en temperaturas más extremas, tanto en invierno como en verano. Por tanto, el aislamiento térmico será, cada vez más, una forma totalmente viable para conseguir un eficiente uso de energía.
  • «Dejar la calefacción puesta todo el día con una temperatura media gasta menos». FALSO. Mantener una temperatura fija -por ejemplo, 20ºC- precisa de un aporte continuo de energía por las pérdidas de calor que se producen en muros, techos ventanas o puertas, y que hay que compensar. Sin embargo, cuando se apaga la calefacción, el sistema deja de gastar energía para compensar las pérdidas de calor ya que, a medida que la casa se enfría, estas se reducen. Por tanto, lo recomendable será apagar la calefacción durante las horas de sueño o cuando no se esté en casa y apostar por medidas de aislamiento para que no haya pérdidas.
  • «Una gran parte de la climatización del hogar se pierde por muros y techos». VERDADERO. Frente a la concepción general, la pérdida de climatización no es exclusiva de las puertas y ventanas. Otros puntos críticos son los muros, los techos o los suelos. De ahí que, en aras de un mayor ahorro energético, se esté apostando por el aislamiento térmico de fachadas, que permite reducir hasta un 70% de las fugas de aire, contribuyendo con ello al ahorro de energía y de la factura energética.
  • «Ahorro energético y eficiencia energética son lo mismo». FALSO. Muchas veces se utilizan estos dos términos indistintamente, ya que ambos hacen alusión a un gasto de energía menor del habitual. Sin embargo, la manera de llegar a dicha reducción es muy diferente en estas dos vías. Mientras que el ahorro energético supone un cambio de hábitos (por ejemplo, apagar la luz al salir de una habitación, emplear agua caliente solo cuando se necesite…), la eficiencia energética conlleva una inversión económica inicial (implantar sistemas de aislamiento térmico, elegir electrodomésticos de clase A, emplear bombillas de bajo consumo…), a cambio de un menor consumo de energía durante toda la vida útil de la vivienda. El comportamiento del usuario en este caso sigue siendo el mismo.

Fuente Comunicae

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