Tenorio, casi un drama

Passeig de Gràcia, 37. Barcelona www.cacheirorestaurants.com 93-272-05-92

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Hacía años que no estaba en el restaurante Tenorio ni en ningún otro del Grupo Cacheiro. Me picaba la curiosidad por saber cómo había evolucionado este local, situado en el corazón de la ciudad y creado originariamente sobre todo para reuniones de trabajo a precios contenidos.

Guardaba un buen recuerdo, pero estaba convencida de que el turismo se habría adueñado de él. Y no es así. Hay turistas en la terraza, pero muchos menos en el interior. Supongo que el aspecto del comedor les debe sugerir que es demasiado caro para sus bolsillos.

El día de mi visita, la mayor parte de la clientela eran gentes de aquí, habituales una buena parte de ellos. Había mesas de trabajo y también familiares y de parejas.

El Tenorio, como la mayor parte de los establecimientos del grupo, es enorme. Tiene los techos muy altos con un ambiente de luz tenue y mesas bien iluminadas. Las sillas son aterciopeladas, cómodas y con el respaldo alto. Una gran barra preside la entrada y la cocina a la vista está al fondo del salón.

Las cañas

Era lunes, el día más difícil de la semana. Las mesas del exterior estaban llenas, pero el comedor no superaba el cuarto de entrada. Mientras repasaba la extensa carta bebí una caña San Miguel muy bien tirada; y me pusieron unos trozos de parmesano cortesía de la casa con una coca con tomate que después sí me cobraron.

La carta lleva un añadido de platos recomendados, pero no le hice caso. Quería una ensalada, me fui a la carta y pedí una de burrata con tomate confitado y pesto suave que estaba muy rica. Mi acompañante tuvo menos suerte; dio cuenta de una esqueixada bastante sosa por lo que me dijo.

Y en el segundo es donde pinché porque el tataki de atún “al estilo Nipón” me sentó como un tiro. Cuando el camarero apostilló “poco hecho” al tomar nota sin que yo me hubiera manifestado al respecto, algo me dijo que aquello no iba bien. No por nada, sino porque se trata de un plato que por definición ha de estar hecho por fuera, crujiente, pero casi crudo por dentro.

El estilo nipón

Lo cierto es que no comí más que dos trozos –no estaba cortado en láminas gruesas como es habitual, sino en tacos, y pensé que a eso debían referirse con lo del estilo nipón– porque lo encontré demasiado blando. No caí en la cuenta, pensé que era inapetencia por el calor que había pasado durante buena parte de la mañana. Lo acompañé de una copa de Perro Verde -3,6 euros- de la que sí di cumplida cuenta.

La carta de vinos también es amplia, y variada, con una presencia ostensible de productos de la zona de Galicia. También incluye una buena relación de champagnes y de vinos caros, como Vega Sicilia, que no cuadran demasiado con la carta de platos. Cargan más o menos el doble del precio en bodega, una proporción que se reduce a media que la botella gana en categoría.

Mi colega, que se había zampado unos calamares a la andaluza correctos, aún tenía saque y sugirió que compartiéramos un tiramisú. Desde luego, fue lo mejor de la comida.

Nada de café

El estómago empezó a avisarme de que algo pasaba cuando rechazó la idea de tomar café. A lo largo de las 48 horas siguientes no fue el estómago precisamente el que me estuvo recordando al maldito atún, un animal que gasta bromas muy pesadas.

O sea, que no tengo muy buen recuerdo de esta última visita al Tenorio. Además del percance del pescado, tuve la ocurrencia de irme a sentar en una mesa situada en una tarima con buena vista sobre el salón, pero muy cercana de la alacena donde guardan los servicios.

Los camareros no paraban de citarse allí para hablar de cualquier tema y a buen volumen, de manera que a veces los oía mejor a ellos que a mi acompañante.

Pagamos 38 euros por persona, lo que resulta caro a tenor de cómo nos fue la fiesta. Tengo la impresión de que José Cacheiro debería tomarse un respiro en su política de expansión, franquicias incluidas, y revisar su empresa a fondo. Ha levantado a pulso una gran marca, con casi una veintena de locales y una división de catering, pero puede que se le haya ido de las manos.

La sensación que tuve aquel día fue de inercia y desgobierno. Antes de ir no busqué opiniones en internet a propósito, como siempre, para que no me condicionaran. Luego comprobé que, de haberlo hecho, habría desistido de ir a comer al Tenorio.

No le he puesto calificación porque tendría que ser una o dos estrellas en rojo.

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