Salvador Alemany: «Racionalidad, diálogo y respeto»
El presidente de Abertis asegura que los partidos políticos saben lo que tienen que hacer y que el mundo económico tiene otra función, la de generar riqueza
En el grupo de análisis de Artur Mas, el conocido Consell Assessor per a la Reactivació Econòmica i el Creixement (Carec), las referencias técnicas le han podido a la subjetividad. En él brilló su coordinador, Salvador Alemany, presidente de Abertis, marcado de cerca por profes con nivel, como como Oriol Amat, Germà Bel, Jordí Galí, Guillem López-Casasnovas, Teresa Garcia-Milà o Xavier Vives; y junto a ellos el contraste de los conocedores: Jordi Gual (el responsable de equipo de análisis de Caixabanc) o Joan Majó, ex ministro, explorador absoluto del tejido industrial y puente Barcelona-Bruselas, así hasta quince talentos del firmamento catalán.
Las elecciones con el examen de grado para que todo el mundo empolla menos los que han ido aplicando una metodología. Alemany desconoce los pliegues íntimos de la pasión política: «Los partidos saben lo que tienen que hacer; no es cosa nuestra. Nosotros, los representantes del mundo económico empresarial somos responsables de crear riqueza y empleo en el marco de las regulaciones impuestas por el poder político». Las empresas son animales adaptativos y mucho más las que ocupan la cabeza de la cadena alimentaria. ¿Y qué piden ustedes? «Racionalidad, diálogo y respeto».
El Carec se reunía una vez cada quince días (los viernes junto al «Patí dels Tarongers» y casi siempre con la atenta mirada de Andreu Mas-Colell) durante años, para emitir un montón de escenarios de papel cargados de materia gris. Con dos alfiles en la función de síntesis y depuración: Toni Brunet (Abertis-Cellnex) y José Ramón Rovira, el jefe de estudios de la Cámara de Comercio de Barcelona, el hombre que ha devuelto a los altares los informes de coyuntura del ente corporativo.
Alemany, a la caña de Palinuro, sobre un velero repleto de cocos, dispuestos a trabajar sin ver un céntimo del dinero público (así lo han hecho) por amor, no exactamente a la patria (que también), sino más bien a la verdad.
Así funcionó el Carec, con el nihil obstad de los buenos, pero sin cruzar vocacionalmente el Rubicón de la fama. Hasta que, el pasado día 10 de julio, cuando ya estábamos a medio camino de la playa, alguien se acordó del conocimiento acumulado. Aquel día, Josep María Ureta, en el Periódico de Catalunya, nos recordó que el Carec había entregado al presidente Mas 24 informes recogidos en un volumen de 577 páginas (gencat.cat/presidencia.carec). Pas mal.
En fin, es como tener un tesoro sin saberlo; o como perder la llave del cofre; como olvidar en un salpicadero las joyas de la Castafiore, la mezo soprano de TinTin y el capitán Hadhoc. Muchos se preguntaron entonces porque sabíamos tan poco de aquel caudal de ciencia aportada por hombres y mujeres, sin otro afán que mostrar al mundo nuestras posibilidades como país, sin corolario territorial ni muletas de ningún tipo. Tiene una explicación y es que sus componentes no se permitieron ni media filtración a la prensa. Y si no sales, no existes.
Alemany es un todo terreno de párpados caídos. Es más bimotor de vuelo plano que jet fulgurante. Según una leyenda urbana atribuida a los altos, jugaba a básquet dando trazos diagonales y resolvía de maravilla en la zona de peak and roll. Pero la leyenda es eso, porque era ajedrecista. Como presidente de la sección de básquet, en el Barça de la era Núñez, lo ganó casi todo; mostró el camino de Europa y de los grandes torneos internacionales a un club que todavía tenía mentalidad doméstica. Algo parecido a lo que hecho con la política de expansión de Abertis en los mercados globales.
Antes de todo eso, le puso un turbo a la empresa de aparcamientos Saba, presidida entonces por el legendario notario Gabarró, la fe pública de los estribos con glorieta, en la Barcelona del Términus y el Reno de Tuset.
Alemany es un hombre de dedos largos y mirada lánguida; incluso en los momentos más difíciles, te guarda en la recámara una media sonrisa de complicidad. Es uno de estos ciudadanos de aliento noucentista a los que la historia emparenta con la vida civil, los patronatos sociales, el deporte y la economía. Presidió el Cercle d’Economía en uno de los mejores momentos del foro de opinión y desempeñó la presidencia de Cruz Roja de Barcelona y ahora preside el Consejo Social de la Universidad de Barcelona, el Patronato del Instituto de Economía de Barcelona y, desde hace unos días el Consell de Mecenatge del Gran Teatre del Liceu, siendo también vicepresidente del Patronato del prestigioso Instituto Guttmann.
Él ha vivido los mejores momentos de nuestra economía. Y, sin embargo, el síndrome de Weimar no lo ha desmoronado.