Entre la clientela de este local discreto y familiar abundan empleados y directivos de Foment del Treball –que a veces encarga allí el catering de las comidas que celebra en sus despachos–, también de la Confederació de Comerç y muchos funcionarios y altos cargos del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat, ambos a tiro de piedra del Alastruey. También es frecuente encontrar a directivos de Caixa Catalunya, ahora CatalunyaCaixa (CX), cuya sede central está apenas a unos 300 metros. No es el lugar más adecuado para una conspiración porque es fácil tener que saludar a varios de los presentes, pero con un poco de suerte igual se puede aligerar algún trámite atascado en los vericuetos administrativos. Sí es ideal para quedar con gente que trabaja por la zona, sobre todo si son de los que saben valorar la cocina directa y diligente.
En Barcelona todavía funcionan algunos restaurantes como este, que hacen valer el peso de su relación con el cliente, la confianza que se ha establecido entre ambos a lo largo del tiempo, por encima de cualquier otra cuestión. Esa es la primera impresión de quien se estrena en el Alastruey, un restaurante que no tiene carta, donde es el maitre quien recita los platos. La duda está en el precio, pero justo ahí es donde reside la gracia de los establecimientos que mantienen la vieja costumbre: los clientes vuelven porque no se sienten defraudados.
Alastruey es un local modesto, situado justo a la espalda de Foment, muy cerca del mercado de Santa Catarina, que no llama la atención del transeúnte. Uno podría pasar delante de su puerta sin darse cuenta, pensando que es un bar más. Los manteles blancos dan testimonio de que el local no abrió sus puertas ayer, sino que hace años -40- que mantiene su ritmo, tranquilo, conducido por la misma familia, que tiene el privilegio de no trabajar por la noche ni los fines de semana.
Al final de la barra, antes de entrar en el comedor, un expositor muestra la materia prima disponible del día, siempre fresca, que luego canta Joaquim: la relación no cansa, menos de diez primeros y la misma cantidad de segundos. Cocina casera, sin complicaciones y con dos denominadores comunes: buena digestión garantizada y cuenta moderada, en torno a los 40 euros. Ensaladilla rusa excelente, recomendable brocheta de rape y langostinos y mucho trabajo de plancha, de pescado y carne. No tiran mal la cerveza y fríen muy bien los cacahuetes; un aperitivo perfecto. También es un buen destino para los amantes de los desayunos con tenedor.