Las dificultades de Díaz Ferrán
El presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, presentó ayer su dimisión a los máximos órganos de la patronal que lidera, un ofrecimiento que fue rechazado por unanimidad, sin la más mínima sombra de duda sobre la decisión colectiva que acababan de tomar.
Sorprendente. Sorprendente, al menos, porque, una de dos, o la idea de Díaz Ferrán era precipitada y exagerada y su puesta a votación no podía tener otra respuesta que el rechazo más contundente, o, por el contrario, el presidente de la patronal era consciente de que su situación política, empresarial y personal era débil y lo que llama la atención entonces es la falta de debate con que los dirigentes empresariales se posicionaron.
Si estuviéramos en el primer caso, el hombre que sucedió a José María Cuevas habría demostrado que la tensión a la que está siendo sometido desde frentes muy diferentes le empezaría a estar pasando factura. Pero el cargo que ocupa exige nervios de acero y, desde luego, una determinación a prueba de muchas portadas de diario.
Si lo que ayer se produjo fue una adhesión casi incondicional, pues no vamos bien. Y no vamos bien porque la situación de Díaz Ferrán plantea toda una serie de interrogantes que no pueden resolverse simplemente por aclamación. La organización empresarial por excelencia, la CEOE, no puede dar carpetazo así como así a los problemas que su presidente tiene planteados, entre otras cosas porque existe la posibilidad de que esas circunstancias pudieran condicionarle en su actividad.
Y es que el presidente de CEOE tiene problemas empresariales, con los trabajadores de Air Comet convocando huelgas indefinidas ante los graves retrasos que tienen en el cobro de sus salarios y con proveedores, y tiene a algunas de sus empresas más importantes en venta y acaba de hacerse público que Caja Madrid le reclama más garantías para hacer frente a un crédito de 26 millones de euros. En el plano interno de la patronal tiene pendiente la rebelión del presidente de CEPYME, Jesús Bárcenas, aunque no parece un problema mayor. Y lo que sí tiene más enjundia es el enfrentamiento con el gobierno que tiene paralizado el diálogo social.
Así las cosas, parece difícil pensar que Díaz Ferrán tenga la libertad y la autoridad que el cargo requiere. Una organización que debe jugar un papel imprescindible en el desarrollo económico del país no puede depender de los avatares por los que circunstancialmente pueda atravesar su máximo responsable. Se impone, pues, una mayor colegiación. La reforma que en su momento propuso Joan Rosell desde Foment adquiere en estos momentos una actualidad inevitable.