La decisión de Ascó
El debate que se ha producido estos días en torno a la decisión del ayuntamiento de Ascó de presentar su candidatura a albergar el Almacén Temporal Centralizado de residuos nucleares ha puesto a poner sobre la mesa algunas de las cosas que nos hacen realmente diferentes.
Una, y no la menos trascendente, es nuestra capacidad para enredarnos en asuntos que seguramente merecían una mejor digestión. Otra, y cada vez más evidente, la falta de coherencia de muchos de los posicionamientos políticos, dispuestos a decir sin reparo hoy verde y mañana rojo y a la vez exigir la dimisión de los que les han llevado la contraria.
Lo cierto es que ahora echamos de menos la existencia de un debate serio, desapasionado y racional sobre el papel que debe jugar la energía nuclear en nuestro país y las consecuencias que por ello tendríamos que asumir. A propósito de la decisión de Ascó, nos hemos visto obligados a recordar, con una fuerte dosis de vergüenza ajena, como los partidos catalanes que votaron unánimemente en el 2004 en el Congreso de los Diputados impulsar el dichoso almacén, aprobaron con el mismo entusiasmo unos años más tarde en el parlamento autonómico que nunca en Catalunya, con la abstención del PSC y el voto a favor del PP. El Capitán Araña a su lado no pasaría de vulgar aprendiz.
O sea, cementerio sí, por supuesto, pero aquí no. Me cuesta trabajo entender la coherencia de esta argumentación. Sobretodo cuando se supone que el rechazo viene motivado por cuestiones de riesgo futuro, de seguridad –no he oído otras- y los gobiernos autonómicos de los territorios que se han postulado se ponen en contra mientras que las autonomías vecinas se han mantenido al margen, como si ese supuesto riesgo futuro fuese tan inteligente como para detenerse en las fronteras autonómicas.
Y es que puesto a anticipar posibles catástrofes, me aceptarán ustedes que deberían estar más preocupadas las comarcas del norte de Castellón que los ciudadanos de Barcelona si algún día pasa en ese almacén lo que ningún científico ha aceptado que pueda pasar. Y mucho más los madrileños que la mayoría de habitantes de Castilla-La Mancha si hubiese algún problema en la localidad de Yebra, en Guadalajara.
Pero no. La visión localista y la falta de interés por abordar los posibles conflictos de intereses desde una perspectiva constructiva, alejada de condicionantes electoralistas, se impone a marchas forzadas. Y así ahora se crucifica a la única persona que ha tenido un comportamiento coherente, como es el alcalde de Ascó, y mañana ponemos en marcha un pase de modelos en la cámara autonómica para hablar de toros, que después del verano hay elecciones.