Joaquim Molins López Rodó: «El soberanismo es una leyenda»
Le toca estar al frente de Cementos Molins, pero no esconde su voluntad de aparecer en el debate público, para desmentir el relato independentista
La exaltación nacional tiende al barroco, al exceso. El relato soberanista desemboca en un final negociado, pero negociado después de declarar la independencia: «como ocurrió en el octubre del 34 con Luis Companys o con el mismo Francesc Macià el 14 de abril del 31, por no hablar de Pau Claris, que pertenece a un pasado remoto, no comparable».
Joaquim Molins utiliza la memoria larga. El soberanismo de Artur Mas es reactivo ¿Es una forma de decirle basta a una España que no nos respeta? «No es una cuestión de respeto por una de las dos partes, sino de engaño por parte soberanista. Ellos quieren moldear la historia, reescribirla a su favor, una y mil veces, pero de momento, al asociar el autonomismo con el separatismo, han roto la sociedad, han producido una fractura».
Joaquim Molins López Rodo es un catedrático emérito de la Universitat Autònoma de Barcelona, que se ha distanciado algo de su tarea de investigador (es autor de Los grupos de interés en España; Tecnos; de pronta aparición) para dedicar buena parte de su tiempo a la empresa familiar, Cementos Molins.
Un hombre del mediterráneo
Y a otros menesteres, como la vicepresidencia de Empresaris de Catalunya, una organización de nueva planta con los espolones afilados a la hora del debate territorial. Con una hija viviendo en Ciudad del Cabo, otro a caballo entre Zurich y Bristol y el benjamín madridista. Y con un pie puesto en la Villa y Corte donde reside su pareja, Joaquim Molins se siente ciudadano del mundo; y si le fuerzan a declarar un especial apego por una «comunidad imaginada»no tiene dudas: el Mediterráneo.
La docencia pide recogimiento y rigor. En cambio, la agitación civil es acción directa, mensaje claro: «Estoy acostumbrado al contraste de la verdad. Ahora se nos miente con la idea del plebiscito, cuando en realidad estamos ante unas elecciones al Parlament de Catalunya».
Cuando uno trabaja en lo que le gusta se lleva los papeles a casa, y el punto de vista. Hay pocos domicilios catalanes capaces de ganar a los Molins, en entronques y en diversidad de opiniones. Abogados, políticos, profesores, gestores, artistas; hay Molins para todos los gustos y de todos los colores. ¿Usted ha cambiado la Universidad por la empresa?
El sucesor en la empresa
«Hace seis años, a la muerte de mi hermano, Francisco Javier Molins Lopez Rodó, me planteé sucederle en la compañía. Y así ha sido. Ahora desempeño el cargo de consejero». Cementos Molins es la cementera autóctona por excelencia –salvando el caso de la Uniland, que sucumbió en 2006 al ser adquirida por Porland Valderrivas- siempre bajo el mando del veterano presidente, Casimiro Molins.
Casimiro y Jaquim, padre e hijo, comparten despacho en el corazón de la Barcelona modernista. Bajo los artesonados y los arcos de volta, nadie diría que todo empezó algo lejos, en la ciudadela del setecientos, en el viejo Born donde resonaban los cañones del Duque de Berwick.
Los soberanistas llevan años machacándonos con el 1714. ¿Tienen razón? «No. Esto es lo nunca visto. Los independentistas quieren convertir el 1714 en una guerra de España contra Catalunya, ¡en una guerra entre dos naciones!».
Una construcción para justificar una praxis
¿Y qué fue? «Fue una guerra dinástica. Una confrontación entre Felipe de Anjou y el Archiduque de Austria, con final en la Paz Utrech». ¿El país sobrevivirá ¿Será más fuerte que el sueño ahistórico? «Se pueden alterar los sueños, inventar mitologías, pero la realidad permanece. La concepción de nación en Catalunya es muy reciente, pertenece al siglo XX; se ha cimentado en un simbolismo que primero se ha creado para después buscar y encontrar una base social».
¿Entonces, España? «España endulza nuestros problemas internos. Es el chivo, el enemigo exterior, llámale como quiera». ¿Me está diciendo que los austracistas no fueron héroes? ¿Y la ocupación napoleónica? ¿Tampoco fue? «Sí, claro, todo existió, pero la corriente soberanista de hoy trata de encontrar en todo esto un hilo conductor que justifique su praxis».
Y este hilo conductor, ¿qué es? «Una leyenda».