Finsa, la empresa catalana que reviste el estadio del Real Madrid
Joaquim Badrinas ha revolucionado el interiorismo y la arquitectura con sus tejidos metálicos
Las empresas se adaptan a las exigencias de la globalización a marchas forzadas. No todas tienen éxito, ni pueden atender a esa máxima que se ha convertido en un latiguillo falaz: hay que reiventarse, y que, por tanto, todo es una cuestión únicamente de voluntad y de esfuerzo. El presidente de Finsa, Joaquim Badrinas, rechaza esa idea. “Existe una burbuja sobre el emprendedor, con esa idea falsa de que todo el mundo se puede reinventar, empresas y personas”. Lo cierto es que Badrinas tiene autoridad para afirmarlo.
Él lo pudo hacer, con mucho esfuerzo. “Me encontré con dos hijos pequeños y en el paro”, recuerda, como muchos trabajadores de su empresa familiar.
Badrinas se reiventó, pero contaba con una larga experiencia familiar. Su bisabuelo había fundado a mediados del siglo XIX la empresa textil Sala y Badrinas, una de las firmas que marcaron toda una época en la industria de la pañería y la lana. Pero aquel mundo murió. Cuando a Badrinas le tocó asumir la dirección de la compañía a finales de los setenta, el sector estaba agotado. Así que a este ingeniero le tocó cambiar de rumbo. Miró hacia Alemania y acertó.
El factor alemán
La especialización, hacia los filtros industriales llegó en 1978, tras visitar las empresas alemanas a través de la Cámara de Comercio Alemana. “Se preocuparon, me ayudaron mucho, y para mí fue determinante”, asegura.
Finsa Filtros Industriales, con tejidos para la industria de la minería, exporta sus productos a Sudáfrica, Chile, Brasil, México o Rusia. Pero Badrinas se atrevió con algo desconocido: la aplicación de sus productos a la arquitectura y al interiorismo, junto con la multinacional alemana GDK. Con los alemanes, este empresario de Terrassa tiene una relación singular. “A veces les cuesta admitir errores, tienen un muy alto concepto de ellos mismos, pero son gente seria y se puede trabajar muy bien con ellos”, asegura.
Valor añadido
El caso de Finsa, con sus dos variantes, la de filtros industriales, y la filial de arquitectura, es ilustrativo de lo que es una pyme en España, aunque con algunas singularidades. Factura 10 millones de euros, con 50 trabajadores. Los márgenes de beneficio son altos, de un 40%, lo que indica el valor añadido de sus productos.
Sobre ello, Badrinas explica una cuestión esencial para una empresa que quiera tener futuro desde Europa. “Lo que hacemos es un trabajo posterior a la venta muy elaborado, con un seguimiento del cliente, con todos los problemas que pueda tener, y eso logra que en mercados como el de Turquia se acepte, sin problemas, que nuestros productos y servicios sean un 30% más caros que los que suministran empresas chinas, por ejemplo”.
La filial de arquitectura se deja ver, porque Finsa “viste” –el revestimiento de construcciones– edificios como la Caja Mágica de Madrid; el Centro Comercial Las Arenas de Barcelona; los aparcamientos del Aeropuerto de Barcelona; los cierres, para remodelarlos, de los estadios de fútbol del Real Madrid; del Málaga, del Betis o del Getafe; el Hotel Barceló Raval de Barcelona o las tiendas Levi’s.
«Merkel hablar con los pequeños empresarios, Rajoy con los del Ibex»
Badrinas no elude el debate político. Y admite que se manifestó en Barcelona en la Diada del 11 de septiembre, en la V humana que organizó la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Y expone sus motivos: “No soy independentista, pero me manifesté para presionar, porque quiero que los dos gobiernos dialoguen, que lleguen a acuerdos, que pacten”, asegura Badrinas, con cierto pesar.
El mercado interno español es para Finsa muy importante, aunque exporte hasta el 80%. No tiene problemas con sus clientes en el resto de España. Y en Europa y en el resto del mundo –Badrinas viaja constantemente, le gusta y quiere estar con sus clientes– no le preguntan mucho por el llamado proceso soberanista.
Lo que reclama Badrinas es que se faciliten las cosas a las pequeñas y medianas empresas. Y que se mire, como hizo él, hacia Alemania. “La señora Merkel cena dos veces al año con una representación de las pequeñas y medianas empresas alemanas, y yo al señor Rajoy sólo le veo con las empresas del Ibex”, asegura.
Se acabó la prepotencia
Este empresario tiene otras recetas. “El gerente agresivo, el que actúa con prepotencia, está acabado, las cosas en una empresa se hacen de forma distinta, delegando y asumiendo cada uno su responsabilidad”, asegura.
Y tiene un último mensaje. Badrinas tiene dos hijos, y, tras trabajar en multinacionales, se han incorporado a la empresa: “Poco a poco valoran lo que han ido viendo en la familia, y, sin forzarles, van asumiendo las interioridades”. Es decir, el relevo en la empresa familiar tiene futuro, pero “desde el trabajo y la humildad”.