Escaramuzas preelectorales

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Como con unos amigos en un restaurante de Barcelona. Hablamos, evidentemente, de la crisis económica, pues sobre fútbol tenemos un pacto explícito de no tocarlo dado la disparidad de nuestras aficiones. Ponemos sobre el tapete, como metáfora, la ley de Economía Sostenible, que sólo a propósito del nombre ya daba para una tertulia de varias horas. El debate se enciende.

Uno de ellos, el más teórico, echa en mi cara, aunque se estuviera refiriendo a la ley que defiende Zapatero, que no hay en el texto ninguna de las reformas que este país lleva reclamando a voces desde hace años: la de las pensiones, pues el actual modelo asegura que es insostenible; la laboral, para flexibilizar el mercado de trabajo y evitar nuestro liderazgo casi mundial en paro; la de unas administraciones públicas sobredimensionadas, etc., etc.

Yo, que a mi edad el papel que mejor se me da es el de abogado del diablo, le objeto todos y cada uno de sus planteamientos. ¿Qué quiere decir con reformar las pensiones: que cobren menos los jubilados o que la gente se empiece a jubilar más tarde? ¿Flexibilizar el mercado de trabajo? ¿Para qué? Si en los Estados Unidos, paradigma de flexibilidad, el paro entre los jóvenes afroamericanos, que así les dicen, está ya en el 30%. ¿Reducir el tamaño de las administraciones? Seguramente, pero quizás la crisis que estamos pasando se note menos de lo que las cifras harían temer por el volumen de empleo público o parapúblico que hay en el país.

La comida se convierte un poco en una olla de grillos, pero al menos sirve para que nos demos cuenta de que tenemos más preguntas que respuestas y que las recetas que hasta ahora se han estado suscribiendo presentan tienen más lagunas que tierra firme. No tenemos respuestas nosotros, pero tampoco los que nos dirigen, y es que quizás no las hay porque la economía ha llegado a un nivel de globalización que la capacidad de incidir en ella que tienen los diferentes gobiernos locales es más bien escasa.

Ni cuando la economía crece es gracias al gobierno ni tampoco cuando se hunde. Ciertamente hay unos gobernantes mejores que otros, pero más allá de algunos matices, hay un denominador común que es gestionado hoy por fuerzas difícilmente identificables y que escapa a los controles fronterizos al uso. Y las diatribas parlamentarias, como las que protagonizaron ayer Rajoy y Zapatero, no dejan de ser escaramuzas preelectorales, necesarias porque bendito sea nuestro derecho a voto y por tanto a elegir entre distintas opciones.

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