En defensa de un cierto relativismo
Me irrita cada día más esa pléyade de profetas del Apocalipsis, que parecen regodearse en la exageración hasta el ridículo de cualquier mal dato de la economía, mientras que desprecian, hasta llegar al insulto, aquellas otras noticias que aportan algo de alivio.
Me molestan por lo superficial de los análisis que hacen, que les identifican más con enfebrecidos jugadores de ruleta, apostándolo todo al crash de la economía española, que con intelectuales que escrutan y ponderan lo bueno y lo malo de la evolución del país.
Acostumbran a despreciar las estadísticas oficiales, sean del Estado o de las empresas, pero carecen de datos fiables alternativos que no sean pura suposición.
He escrito claramente mi preocupación por la economía de este país y cómo podría salir de la crisis y lo que creo que son sus tres grandes problemas (el paro; la deuda de las administraciones, las empresas y las familias, y la falta de liderazgo político). No soy, pues, ni un ingenuo ni un iluso. Pero tampoco un aspirante a convertirme en un gurú ventajista.
Lo que me gustaría, por tanto, es un esfuerzo intelectual, de rigor, para analizar la realidad hasta donde podamos y a partir de ahí limitarnos a sacar conclusiones provisionales, sujetas a permanente modificación. Sólo así me parece que podríamos establecer un debate económico, serio y positivo.