El juego acabó
Carles Puigdemont quedó este martes finalmente al desnudo: la bolita de la independencia no estaba, siempre lo supo, aunque lo escondiese
Como un trilero que a fuerza de darle vueltas al mismo truco acaba siendo descubierto por sus espectadores, el presidente de la Generalitat quedó este martes finalmente al desnudo: la bolita de la independencia no estaba, siempre lo supo, aunque lo escondiese. Este martes ya no le quedaron más argucias en el repertorio. El juego se acabó.
Ya no hay más bazas. Gastadas las de las movilizaciones, topadas en un número que no han sabido o podido hacer crecer y contrarrestadas muy efectivamente el domingo por sus oponentes; gastadas las del referéndum que habría de ser como todos y no pudo ser porque pese a los errores del gobierno central ni el censo ni las cifras resisten un mínimo escrutinio de garantías; gastadas, en fin, las de sus propias leyes y promesas, incumplidas reiteradamente –sin ir más lejos, la de transitoriedad aprobada tras una escandalosa sesión en el parlamento autonómico y que le obligaba a declarar la independencia si asumía los resultados del 1-O…
Gastado todo ese arsenal, sólo le quedaba a Carles Puigdemont y su séquito reconocer lo que era evidente, lo que ha sido obvio para todos los que no formaban parte del autoengaño promovido con cuantiosos fondos públicos de la Generalitat: que no podía declarar la independencia.
El viaje de Carles Puigdemont no ha salido ni mucho menos gratis para Cataluña
El viaje, sin embargo, no ha salido ni mucho menos gratis. El coste de ese sueño irrealizable ha sido y será muy alto: una sociedad fracturada, rota, una estampida empresarial de consecuencias incalculables a fecha de hoy, un descrédito institucional y una pérdida de confianza que tardará muchos años en recuperarse, un autogobierno herido y que será difícil restaurar, un destrozo. ¿A cambio?
Esta miércoles por la mañana, probablemente, el consejo de ministros tomará medidas extraordinarias. Tiene para ello el respaldo al menos de otros dos grandes partidos españoles como el PSOE y Ciudadanos. La rueda de prensa anoche del portavoz socialista, José Luis Ávalos, fue inequívoca. La pirueta de Puigdemont permite al gobierno central retomar la iniciativa política que había perdido hace tiempo. Las fuerzas soberanistas quedaron anoche divididas, desconcertadas y sin otra estrategia que solicitar una mediación internacional que no llegará. La acción de la justicia, sin embargo, continuará ineludiblemente.
La pirueta de Puigdemont permite al gobierno central retomar la iniciativa política
Queda, en todo caso, en el ruido político las reivindicaciones de diálogo, una exigencia bienintencionada pero sin contenido en la situación actual. Por varias razones. La más importante, quizás, porque nada lo impide ni lo ha impedido en los marcos legales vigentes, siempre y cuando, claro, ese diálogo se oriente a objetivos que encajen en el marco constitucional. En caso contrario, la legislación española también lo admite, pero para ello deben obtenerse mayorías significativas. Un camino extremadamente difícil, cierto, pero necesario para evitar aventuras del tipo que sea.
Tiempo habrá a partir de ahora, una vez restaurado el orden constitucional, para explorar nuevas vías que evolucionen el marco legal del que nos hemos dotado. De momento, y ésta es la pantalla en la que estamos hoy, todo parece indicar que el juego acabó.