Cristina Cifuentes: ¡Achtung!,; Esperanza morirá matando
Los últimos peldaños son los más difíciles
Los últimos peldaños son los más difíciles. Después de prometer limpieza en un partido vertedero, Cifuentes aparenta la tranquilidad de César ante los idus de marzo. La procesión va por dentro. Tendrá que revisar, uno por uno, los dedos de sus compañeros de lista para descubrir quién la va a traicionar en la votación secreta de su investidura. Esperanza, todavía presidenta del PP de Madrid, pondrá el aparato del partido al servicio de su última felonía. Rajoy, el careto inmóvil, no puede con ella. Si Esperanza puede provocar el ridículo de su enemiga íntima, lo hará. Sufre la frustración más dolorosa: la del que manda por mandar, y pierde el mando. Sí, doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma morirá matando; está muy lejos de su pariente, el sobrio poeta que fue Jaime Gil de Biedma.
Cifuentes ya tiene el respaldo de Ciudadanos, la bisagra impoluta hasta nueva orden. Rivera está convencido de que tiene la manija y Rajoy lo declara «intocable» ante la inminencia de acuerdos en Murcia y La Rioja. ¿Andalucía ha sido un pretexto? Rosa Díez responde desde el rencor: «este solo quiere pillar cacho».
Cifuentes ya lo tiene pero, de repente, el clan de la Complutense revisita a la candidata en la noche inerme del extrarradio. Centellean colegios mayores, ex rectores venidos a menos, arquitectos de tálamo y tocador, planes urbanísticos sin memoria, etc. Su esposo, el arquitecto Javier Aguilar, ha recibido tratos de favor del entorno del PP de Madrid, sector Tamayazo, como responsable de la residencia lujosa Colegio Mayor Faro, en el entorno de la Universidad. ¿Todavía hay gente que se pregunta por qué la derecha tiene esa querencia por los colegios mayores? El pensionista de base, devoto del socavón, flâneur del encofrado en las obras de la calle, llegó a pensar un día que el remoce de la Residencia de Estudiantes ya era demasiado. Santa inocencia. Los que le piden a la Complutense el pliego y la concesión del nuevo Faro no hallan respuesta. Dicen que, en algún dintel olvidado, el nuevo Rector electo, Carlos Andradas, ha colgado la leyenda de Dante: «olvidad toda esperanza».
La memoria de la ciudad vive en millones de legajos que apuntan a los tratos de favor del PP. Siempre es la mima historia. La corrupción es un maldito bucle con el que no podrán ni Rivera (el indoloro Kennedy español), ni Juan Carlos Girauta, ni los consejos de sus amigos Arcadi Espada, Francesc de Carreras o Boadella, plétora del María Guerrero. Ignacio Aguado, cabeza de lista de Ciudadanos a la Asamblea de Madrid, asegura que ambas fuerzas han alcanzado un principio de acuerdo sobre la corrupción ¿Hablan de algo más que de imputaciones?
Cifuentes llega a la cima, pero allí estará ella, la autoproclamada sexagenaria inocente, para empujarla al precipicio. Madrid fue suyo, de Esperanza, hasta casi anteayer, cuando el estrecho surco del conservadurismo rancio quiso impedir sin conseguirlo el velatorio público de Pedro Zerolo en el Patio de Cristales del antiguo Ayuntamiento, donde hace años despedimos a Tierno. A partir de ahora, en la capital de Manuela, Zerolo tendrá calle en Chueca, el respetable podrá soltar aullidos estilo beat generation y nadie tendrá que aguantar las salvajadas del Barroco: «Requiescat in culo más que no in pace», como ha citado Raúl del Pozo recordando el humor corrosivo de Quevedo.
Cristina gana enteros. La ex delegada del Gobierno en Madrid, que apañó las concentraciones en Sol con más mamporros que negociación, se ha vuelto un clavo ardiente al que se agarra Génova. Ángel Gabilondo le pisa los talones con los pies en el suelo y dispuesto a encalar las estancias de la Asamblea. El profe de metafísica es un discreto de los que dan ejemplo, como Felipe VI con su golpe de mano a la duquesa de Palma. Lección de responsabilidad del Rey, más allá de los maulas que nunca responden de su entorno, sea púnico o gürteliano.
Para chapar el tema, Ciudadanos le hace un favor (aunque le arranque una muela) a Cifuentes: desmontar el Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid, una vicaría a la que iban a parar los expresidentes, Joaquín Leguina, Ruíz Gallardón, Esperanza Aguirre e Ignacio González. Nada menos.