Un socio mexicano de OHL, en el epicentro de una trama de arrestos controvertidos

José María Riobóo, constructor de las grandes obras, es el fundador del elitista colegio Westhill Institute, que pidió el arresto de dos padres por quejarse de la política educativa del centro. "Me arrestaron como si fuese un narcotraficante en un centro comercial", cuenta el padre afectado desde la cárcel

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Antonio Urbina y su mujer Coral Rojas viven la peor pesadilla de sus vidas por haber exigido a un elitista colegio mexicano explicaciones sobre la política educativa del centro. Un reclamo que sería normal en cualquier país ha desatado una persecución inusual en México. Los padres fueron arrestados por sorpresa mientras compraban los regalos de Navidad para sus hijos en un centro comercial de la capital mexicana. Pensaron que estaban siendo secuestrados, pero fueron enviados a la cárcel. A los pocos días se enteraron de la razón: el exclusivo colegio de sus hijos pidió su ingreso en prisión y la justicia cumplió.

Todo comenzó con una excelente noticia. El hijo mayor fue promocionado por el colegio Westhill Institute, bilingüe y uno de los más caros del país, al considerar que el alumno estaba demasiado preparado para su curso de segundo de primaria, por lo que la directora decidió ascenderlo a tercero.

En el proceso de promoción, el colegio despidió a la directora y a varios profesores y surgió un conflicto laboral en el seno de la institución educativa fundada por el empresario José María Riobóo, constructor que contrató OHL para la ingeniería del conocido proyecto de la Supervía.

Entonces, el niño de Urbina comienza a tener tropiezos en sus evaluaciones y los padres se percatan que el colegio ha cometido irregularidades: las evaluaciones presentadas no habían hechas por el niño, según explican los padres. Fueron falsificadas por algún motivo.

El matrimonio pidió explicaciones al colegio y el niño seguía sin poder progresar en el curso para el que supuestamente estaba sobradamente preparado. Entonces la pareja decidió demandar al centro y así comenzó, sin sospecharlo, su peor pesadilla. Urbina recibió amenazas de muerte. «Me llamaron a mi teléfono móvil para decirme solamente que me iban a matar», explica Antonio Urbina desde del Reclusorio Oriente donde comparte recinto con 12.000 presos comunes. «Son condiciones muy complicadas, cada día hay agresiones y mucha violencia porque hay hacinamiento», asegura el padre, alto directivo de una empresa de sistemas informáticos.

Las conexiones del caso

Urbina y su mujer interpusieron dos demandas contra el colegio por daños morales. Poco después, fueron apresados por sorpresa al ser acusados de «fraude procesal». Una vez en la cárcel, Urbina fue percatándose de los hilos que había tocado simplemente por pedir explicaciones al colegio.

La presidenta del tribunal de lo contencioso-administrativo de México DF es Yazmín Esquivel Mossa, esposa de Riobóo, fundador del prestigioso colegio. Su abogado solicitó amparo en dos ocasiones ante los tribunales superiores. Los magistrados federales dieron la razón al matrimonio y aseguraron que el encarcelamiento y el proceso judicial contra la pareja «viola los derechos humanos de legalidad, seguridad jurídica y legítima defensa». Los tribunales superiores también consideran que el auto formal de prisión «es ilegal» y critica que la juez no pudo acreditar el delito del que se acusa a la pareja.

Pese a ello, el matrimonio continúa en prisión porque el colegio ha apelado la decisión del tribunal superior. Su caso ha quedado paralizado mientras casos posteriores continúan con el procediiento habitual. Urbina ha conocido a otros presos que también han tocado conexiones que nunca debieron ser removidas. 

La justicia parece funcionar con dos velocidades en México. Cuando la constructora de Riobóo levantaba junto con OHL la llamada Supervía, su mujer Esquivel Mossa evitó la paralización judicial de la obra, según explicó el diario mexicano Razón.

Desde que Antonio Urbina y su mujer fueron arrestados comprando regalos de Navidad, sus hijos están siendo cuidados por familiares y amigos. Durante los tres primeros días de arresto, el niño mayor de 12 años tuvo que cuidar durante tres días de sus hermanos menores de 5 y 2 años sin saber dónde estaban sus padres.

Antonio asegura que no le quedan ganas ni de conocer la red que pudiera estar detrás de su caso. Apenas salga de prisión, abandonará el país. Ya ni le quedan ganas por destapar los motivos por los cuales el colegio más prestigioso de México y una juez actuaron con tanta saña. Sólo quiere huir y rehacer su vida. 

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