Terapia del bipartidismo en A Toxa
La añoranza de la estabilidad política marcó un afable diálogo entre Rajoy y Felipe González, que se ve “como Churchill” frente a los políticos de hoy
Aunque tiempos pasados no siempre fueron mejores, algunas de las cualidades de la España previa a la crisis económia bien valdría como receta para el bloqueo político actual. Ese mensaje recorrió todo el diálogo que mantuvieron este viernes Mariano Rajoy y Felipe González, en su momento rivales políticos, pero este viernes, en el Foro La Toja Vínculo Atlántico, llenos de complicidades. El primero más comedido, casi siempre desapasionado, el segundo más punzante, ambos defensores de la estabilidad y la centralidad política frente a la convulsión que detectan en la política actual.
«Nos podíamos pelear en las elecciones, pero se gobernaba mirando a la centralidad«, zanjó Felipe González, más convencido de sus razones que cargado de nostalgia. El exdirigente socialista está seguro de que con Mariano Rajoy llegaría a acuerdos ya que la inestabilidad es un lastre para poder avanzar. «¿Podemos ponernos de acuerdo? Este señor y yo, sí«, dijo ilustrativamente.
González no es como Tsipras
González desideologizó todo. Considera que puede haber análisis dispares, por ejemplo, sobre el modelo económico, pero al margen de diferencias filosóficas, «se puede tener un punto de encuentro en cómo hacerlo sostenible». Además, él no es un revolucionario como quería ser Tsipras, es un «reformista de mierda«, alertó. Quiso hacerlo todo, pero poco a poco.
Tan amable fue la conversación que llegó a provocar carcajadas en un auditorio rodeado de pinos y repleto de personalidades. Allí estaba el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo; el de Inditex, Pablo Isla; el de Gadisa, Roberto Tojeiro; el de Abanca, Juan Carlos Escotet; el que lo fue del Banco Pastor, José María Arias; el de Jealsa, Jesús Manuel Alonso Escurís…
– “El nacionalista piensa que su país es el mejor”, dijo Mariano Rajoy.
– “Tú acabas de decir que España es el mejor país, luego eres nacionalista”, le replicó González.
– “Yo no creo que España sea el mejor país y tú tampoco”, respondió Rajoy.
No era una bronca, lo decían entre risas. Las complicidades entre los dos expresidentes fueron constantes. González, de hecho, llegó a la conclusión de que son “como Winston Churchill, como mínimo”, si se los compara con los políticos actuales. La fracasada investidura de Pedro Sánchez les dio munición de sobra.
Pacto PP PSOE
En un foro impulsado por el presidente de Hotusa, Amancio López, y concebido para situarse como un espacio de debate de vanguardia en torno a España y a la cultura Atlántica, se vivió la paradoja de que tiempos pretéritos se volvieron ejemplarizantes para el país de hoy, como si hubiera que recuperar algo que se quedó por el camino, ya fuera la estabilidad, la centralidad o, simplemente, la cordialidad.
Rajoy lamentó el injusto trato que recibió en la moción de censura que lo desalojó del Gobierno y defendió que no era el momento de reformar la Constitución, pues ni siquiera había acuerdo para formar el Ejecutivo. ¿Un pacto entre PSOE y PP para desbloquear la legislatura? «Miren, yo ya lo propuse en 2015 y en 2016. Ya conocen ustedes el éxito de mi propuesta».
Para el anterior líder del Partido Popular, que hubo de lidiar durante sus mandatos con la crisis económica, el peor mal de un político es «el sectarismo«. Es lo mismo que decía Núñez Feijóo en el mismo foro el día anterior, pero llamándole «mesianismo». «La dificultad está en discutir contra un sentimiento», insistía al reflexionar sobre el independentismo en Cataluña. “En la colisión entre sentimientos está la ley, que es lo que ordena la convivencia. Cumplir la ley es lo que procede aplicar en los tiempos que corren», zanjó.
La «dieta del político»
Entre los lugares comunes en los que se encontraron los expresidentes, el pragamtismo fue el más eficaz para trascender las ideologías, los dispares posicionamientos políticos de PP y PSOE, por ejemplo. «Lo primero que hice al llegar al Gobierno fue convocar un Consejo de Ministros para subir siete puntos el IRPF; después nacionalicé unos cuantos bancos y luego hice un incremento del endeudamiento público», dijo Rajoy, coligiendo que aquello no era muy de derechas.
Le correspondió González señalando que Alexis Tsipras le empezó a caer bien «cuando se golpeó con la realidad». «Pero Montoro decía que iba a bajar los impuestos y tú los subiste», le dijo a Rajoy. «Como decía Churchill, la mejor dieta para un político es tragarse sus propias palabras», respondió Rajoy.