Sobre la curva de Angrois y el sentido común
¿Es normal que en pleno siglo XXI depositemos la seguridad de cientos de personas, cuando transitan en un engendro de cientos de toneladas de metal, en una sola?
Llevo mucho tiempo pensando en escribir esto y compartirlo con todos vosotros, pero no me había atrevido. Desde el primer día que ocurrió hubo cosas que no entendí sobre el desgraciado accidente que le ha causado daños irreparables a mucha gente, y entre esa gente estaba la esposa de mi amigo Miguel. Así que ahora, y aunque sea un poco a destiempo, teclado en mano me propongo compartir un par de consideraciones sobre el accidente de Angrois.
Vaya por delante que lo hago como profano en el mundo ferroviario pero como usuario del sentido común, aunque en esta sociedad que padecemos no sea muchas veces el más común de los sentidos. Una de las preguntas que me hice fue si era normal que en pleno siglo XXI brindemos la seguridad de cientos de personas, cuando transitan en un engendro de cientos de toneladas de metal, en una única persona.
¿Qué pasa? ¿Es que las personas no tenemos despistes? ¿Acaso nunca hemos cometido algún error conduciendo nuestros automóviles o en el desempeño de nuestras tareas domésticas o profesionales? No voy a entrar en el fondo de la cuestión porque no me compete y especialmente porque no me apetece. Creo que en este tema se trata de una cuestión de responsabilidad, de prevención, de anticipación, de prudencia y redundancia.
Una vez más, siento vergüenza del género humano al contemplar el desfile de personas eximiéndose de responsabilidad y otros cogiéndosela con papel de fumar
Una vez más, siento vergüenza del género humano al contemplar el desfile de personas eximiéndose de responsabilidad y otros cogiéndosela con papel de fumar. No pocas veces he compartido la idea de que las sociedades están verdaderamente avanzadas cuando piensan más en lo que puede pasar que en lo que está pasando. Básicamente porque lo que está pasando ya está pasando y poco o nada podemos hacer, mientras que lo que puede pasar todavía no ha pasado y ahí sí que podemos hacer algo.
Desayuno esta mañana con un artículo de un periódico nacional que recoge textualmente las palabras del jefe de maquinistas: “En un mes vi el peligro, pero nadie tomó decisión alguna”. Al leer esto simplemente me entró un escalofrío pensando en la cantidad de veces que me he subido a un transporte público. ¿En manos de quién estamos? Pero lo peor estaba por llegar, un poco más abajo leí: “coger el teléfono, aunque es una obligación, fue imprudente”. Que me aspen. ¿En qué quedamos? Si es imprudente, tendrás que prohibirlo y no exigir, como obligación ineludible, cogerlo. Alucinante.
Para terminar, porque podría estar hablando sobre esto varios días, y por deformación profesional debo recordar que existen sistemas de comunicación que dan la cobertura de las redes celulares, porque están basadas en las mismas, que permiten comunicaciones en grupo cerrado de usuarios, que no hace falta descolgar, porque sobre la llamada prima el mensaje y no la privacidad de las mismas. Se llaman sistemas de comunicación IP sobre red celular (POC) y no entiendo porqué no se utilizan.
También desde el punto de vista telemático, y sin ser un experto en el mundo ferroviario, fuera de las vías existen dispositivos de bajo coste que bajo ningún concepto permitirían, si así fueran programados, que un vehículo sobre railes pasara a 200 kilómetros por hora si la velocidad máxima de ataque a la curva fuera de 80 kilómetros por hora, porque lo reduciría automáticamente.
Sólo quiero, para finalizar, solidarizarme con todas las víctimas y sus familias, especialmente con mi amigo Miguel, y con todos los profesionales que sí hacen bien su trabajo cada día y se ven embadurnados por situaciones negligentes como esta.