Se acaba el café para todos. Llega el cortado y el descafeinado
Empresarios y políticos creen que, tras las elecciones catalanas, se puede enderezar el Estado español, con un reconocimiento de Euskadi y Catalunya
Madrid se mueve. El mensaje que se difunde, sin embargo, se asemeja al de la canciller alemana Angela Merkel. Todo es “nein, nein”, broncas, y amenazas hacia los dirigentes nacionalistas catalanes por proponer un referéndum de autodeterminación, contrario a la ley.
Pero, al mismo tiempo, la capital española busca soluciones. Empresarios y políticos tratan de encontrar una salida, porque consideran que la crisis –institucional, política y económica– como la que vive el conjunto de la sociedad española, también ofrece oportunidades.
Es el momento, no habrá otro, para plantear la mayor reforma de España desde la transición.
Este domingo las elecciones vascas comenzarán a determinar ese futuro. La victoria nacionalista, con PNV y Bildu, parece asegurada.
Primero, los vascos
Será un Parlamento vasco, por primera vez sin la amenaza de ETA, netamente soberanista, y, aunque el PNV ha protagonizado una campaña centrada en la reactivación de la economía, el debate sobre una posible reforma del Estatuto y la mejora del autogobierno, e, incluso, una consulta independentista como la planteada por el president Artur Mas, no tardará en llegar.
El rescate europeo
Tras esas elecciones, junto a las gallegas, España deberá afrontar, ya sin más demoras, el rescate por parte de las instituciones europeas y el FMI. Y se exigirá, por parte de la Comisión Europea, una aplicación estricta de los recortes, con la aplicación efectiva de la edad de la jubilación en los 65 años, y la aceleración del proceso para jubilarse a los 67 años, entre otras medidas.
El camino de Mas
Sin pausa llegarán las elecciones catalanas del 25N. Si CiU consigue una mayoría absoluta, Artur Mas podrá encauzar su proyecto de consulta en la próxima legislatura, que sería el mayor desafío en la política española desde la transición.
Pero esa es la paradoja. Si CiU gana por mayoria absoluta, sin depender de otras fuerzas políticas, especialmente ERC, las posibilidades de un acuerdo de Estado aumentan.
Así lo ven algunos empresarios que prefieren no inmiscuirse antes de las elecciones, y que ahora sólo desean saber qué pasará el 25N. “Sería ideal que el diálogo impere, y espero que pase”, asegura un empresario de Barcelona.
También un dirigente patronal estima que ha llegado el momento de la reforma en profundidad.
La tesis «asimétrica» de Pedro J.
España, cuya nación, la española, se consolida a lo largo del siglo XIX, pese a los intentos de Carlos III en el siglo XVIII, nunca ha reconocido su pluralidad interna con todas las consecuencias.
Quien deja entrever esta percepción es el propio director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, que escribió en su última carta en el periódico, el pasado domingo, pasajes como éste, después de comparar la actual situación con la vivida tras la guerra de la independencia contra Napoleón y la sensación de parálisis total en 1823:
“Urge salir al encuentro del problema y no existe otro instrumento -si alguien lo conoce que lo diga- sino iniciar un proceso de reforma constitucional que sirva a la vez para reforzar los poderes del Estado, reducir el coste del modelo territorial y diferenciar a Catalunya, el País Vasco y Galicia del resto de autonomías o regiones. Si el PP y el PSOE se ponen de acuerdo y la UE hace ve a los nacionalistas que fuera de los actuales Estados miembros no hay salvación, debería ser posible acometer una negociación seria y realista con partidos como CiU y PNV».
Una reforma, en serio
“Si lo dice Pedro J. hay que tomárselo en serio”, apunta un diputado de CiU, que ha vivido con la sensación de ir demasiado rápido en las últimas semanas, consciente del riesgo que corre CiU en estas elecciones, desde que decidió sumarse al movimiento independentista que explotó en la Diada del 11 de septiembre.
Pero sigamos con Pedro J., que siempre ha intentado liderar la agenda política española, arrastrando a buena parte de la clase política española, y que constata que el «café para todos» de la transición toca a su fin.
El director de El Mundo asegura que en esa negociación deberían ponerse sobre la mesa “la financiación y las selecciones deportivas, pero también la enseñanza en español y la lealtad institucional”.
Y añade que si la negociación fracasara seguiríamos como hasta ahora, pero si tuviera éxito “desembocaría en una España unida pero asimétrica, como lo es en realidad”. Es decir, café para unos, cortado o descafeinado para otros.
Preguntado un líder patronal sobre este proyecto, dibujado por un periodista que ha querido ser siempre un actor político, como Ramírez, la respuesta se resume en un “dónde tengo que firmar!”.
Mas, abre la mano
Pronunciar el concepto “asimétrico” ha supuesto en España casi una condena, cuando, políticamente, lo introdujo Pasqual Maragall a finales de los años noventa. Y Pedro J. lo exhibe ahora, que destaca la iniciativa de reforma constitucional que ha anunciado el PSC.
“Es evidente que en Madrid se mueven cosas, aunque el entorno de Rajoy es poco flexible”, valora un diputado de CiU en el Congreso.
Pero esos movimientos, que podrían concretarse el 26N, ya los conoce el president Mas, quien, de forma muy discreta, mantiene contactos desde hace semanas con diferentes sectores políticos y económicos de la capital de España.
En los últimos días, Artur Mas ha admitido que estaría dispuesto al diálogo y a llegar a acuerdos si se produce, de verdad, un cambio en profundidad. Ya no sería suficiente el pacto fiscal, considera, sino una reforma amplia de la constitución.
Lo dijo el pasado lunes en una entrevista en TV3, aunque no renunció a mantener la convocatoria de una consulta: “Otra cosa sería que Rajoy hiciera un ofrecimiento muy grande: pacto fiscal y reforma constitucional. Lo que lograrían con esto, quizás, es que en la consulta la gente no se pronunciara a favor”, aseguró.
El riesgo de un 80% a favor de la independencia
El ‘no’ a todo, por tanto, podría cambiar a partir del 26N. Lo escrito por Pedro J, que no gobierna, pero presiona e influye, principalmente en el ámbito de la derecha española, supone un cambio sideral:
“Es evidente que la democracia española no puede limitarse a decir una y otra vez que “no”, sin cambiar las circunstancias que han hecho crecer el independentismo catalán y vasco, pues podría terminar ocurriendo que sucesivas elecciones elevaran la mayoría actual en pro de la autodeterminación hasta un 70% o un 80% que, consolidado en el tiempo, haría moralmente insostenible la aplicación de los preceptos legales”.
Con todos estos mimbres, el diálogo, a partir del 26 de noviembre, o en la misma noche del 25 de noviembre, parece inevitable.